David Rieff (Boston, 1952) presenta este ensayo que, en la edición castellana, han subtitulado “Las paradojas de la memoria histórica”. Ante las frecuentes tergiversaciones y falseamientos de la historia en nombre de la “rememoración”, Rieff propone, no sin muchos matices, una actitud de olvido.
Dos ideas de fondo: la primera, que, con el tiempo, todo será olvidado. Cuando se procura mantener vivo el recuerdo, a cualquier precio, también el de la falsificación, lo que se hace, en realidad, es manipular el pasado para servir al presente. Lo que se construye así es una especie de mito que sirve más a la propaganda política que a la historia.
La segunda idea, con la que concuerdo especialmente, se expresa así: “Es imposible referirse a la memoria colectiva de un pueblo del mismo modo en que nos referimos a la memoria individual: es una metáfora, que pretende interpretar la realidad y conlleva todos los riesgos inherentes a la interpretación metafórica del mundo”.
El libro está construido en constante y civilizada discusión con los partidarios de una continua y creciente memoria de las barbaries cometidas, principalmente de la Shoa. Pero abundan otros ejemplos, como el genocidio contra los armenios, el de Ruanda, la situación de Irlanda antes de la pacificación, la guerra de los Balcanes…
Se refiere a España, recordando que, después de la dictadura de Franco, hubo un “pacto del olvido”. Y cita, como si fuera su prolongación, la Ley de Memoria Histórica, de 2007, sin advertir que es parcial, porque se centra mucho más en los crímenes cometidos en uno de los dos bandos. Por otra parte, el uso que se hace de esa ley no contribuye para nada al olvido, sino al enconamiento.
Rieff no defiende que no se recuerde, sino que se dedique al olvido una parte mínima de lo que ahora se emplea en recordar. Sostiene que el olvido inteligente construye más la paz que la rememoración continua y obsesiva, muchas veces utilizada por los políticos para fines personales o electorales o, por ejemplo, en Israel, para justificar la apropiación de tierra palestina. La queja y el lamento continuo es más rentable, también económicamente, que el olvido.
El tema es complejo, muy dado a que se desaten más pasiones que análisis objetivos o deseos de verdad. Rieff termina con una frase de Borges: “Yo no hablo de venganzas ni perdones, el olvido es la única venganza y el único perdón”. “Quizá exageró –añade Rieff–; aun así, sin la opción al menos del olvido seríamos monstruos heridos que no dan ni reciben perdón”.