El triunfo de los días

José Antonio Gómez Coronado

GÉNERO

Rialp. Madrid (2002). 68 págs. 7 €.

Casi una efemérides: cincuenta años después de aquel aldabonazo que supuso Don de la ebriedad en la poesía española, el premio Adonais recae en un poeta inédito de veintiún años (sevillano y estudiante de Medicina, por más señas) cuyo verso recuerda muy de cerca aquel deslumbrante endecasílabo blanco de Claudio Rodríguez.

El triunfo de los días consta de tres partes: «El alba», un recorrido por el día como vivencia de los ciclos de la naturaleza; «El mar», que contempla las aguas extendidas como un signo de lo absoluto que trasciende la muerte del individuo y su anecdótica existencia; y «El olvido», de tono más experiencial, donde surgen temas como el amor, la amistad y la muerte, observada como reintegración del yo a la naturaleza: un irse, pero también un quedarse. Aparecen también una visión mitificadora de la infancia como paraíso perdido y el tema del sueño como evasión de la identidad adulta y reencuentro con ese edenismo infantil.

Ni que decir tiene que esta vivencia de la naturaleza y esta consideración de la muerte y la vida hacen pie en un animismo vagamente heredero del de Claudio Rodríguez, de filiación a su vez romántica, o en la vertiente más telúrica de un Neruda: véase el arranque del libro, en el que se presenta esa naturaleza no como mera prosopopeya o trasposición del espíritu humano, sino como sustancia o vida autónomas, poseedoras de voluntad propia. «¿Cómo podrá saber su afán el día? / ¿Y su luz y su sombra y su mañana? / ¿Cómo podrá la noche oscurecerse / tanto que su ceguera se consuma / y alumbre al fin el alba? ¿Cuántos álamos / han de agitar sus ramas sobre el viento / para crear de nuevo lo creado / sobre otra plenitud más acabada?». Otro ejemplo: «todo es quietud y todo se transforma, / todo nace al instante, todo muere, / todo sabe su oficio y sólo el viento / lentamente se escapa y lo repite».

Poesía de la naturaleza, en suma, con un afán totalizante o cósmico y un discretísimo biografismo en algunos poemas: una rareza en estos tiempos, que parecen preferir la poesía de la Historia (cuando no de la pura actualidad) y el personalismo exacerbado (cuando no la confesión de diván o de tocador). Más allá de las referencias literarias -y de un vocabulario y unas derivaciones delatores: «crear de nuevo lo creado», etc.-, esa vibración del endecasílabo de El triunfo de los días produce una impresión de intensidad que es muy de agradecer, entre otras cosas porque le devuelve a uno un margen de confianza en un premio Adonais que llevaba algún tiempo sin ser lo que fue.

Gabriel Insausti

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