El testamento francés

TÍTULO ORIGINALLe Testament français

GÉNERO

Tusquets. Barcelona (1996). 287 págs. 2.300 ptas.

Andreï Makine nació en Siberia en 1957. Se doctoró en Letras por la universidad de Moscú y fue profesor de francés. Hace diez años emigró a Francia y allí malvivió mientras escribía algunas novelas en francés, idioma que conocía desde niño. Como los editores se negaban a publicar novelas en francés escritas por un extranjero, Makine tuvo que utilizar un artificio: reescribir sus novelas al ruso e inventarse un supuesto traductor que había hecho la versión francesa. La crítica entonces elogió la calidad de la traducción. Con El testamento francés, su cuarta novela, ganó los premios Goncourt y Médicis en 1995.

La novela tiene mucho de autobiografía. Un escritor ruso asentado en Francia narra su pasado al hilo de su propio itinerario interior. Desde su niñez en la estepa rusa, Francia se hace omnipresente en su vida gracias a Charlotte Lemonnier, su abuela francesa. Con historias del pasado, Charlotte idealiza el refinamiento y la sensualidad de la belle époque, de modo que Francia se convierte a los ojos del niño en un país encantado, que emerge como una «Atlántida» cegando la realidad.

Pero con la adolescencia, lo más inmediato se impone, la Rusia post-stalinista ahoga cualquier referencia al ideal de la infancia. Rusia -su trágico destino y el de sus gentes-, el comunismo y el sexo se adueñan de su vida. Sus dos identidades -la rusa y la francesa- comienzan a disputarse la dirección de su vida. El despertar sexual del protagonista da lugar a algunos breves pasajes donde se muestra su fascinación por el cuerpo femenino. De todas formas, el autor huye de la vulgaridad grosera y distingue claramente la atracción sexual del amor.

El testamento francés es un libro de marcado lirismo, donde el autor compagina recuerdos con reflexiones de notable complejidad. La literatura, el lenguaje, el genio de cada idioma, adquieren en esta novela entidad propia, capaz de transformar los hechos.

Makine es incisivo al enfrentar la mentalidad rusa -identificada con la brutalidad y la miseria- y la sensibilidad de la vida francesa. Algunas de las más bellas páginas se refieren al momento en que el protagonista deja de prestar atención a los ideales mitificados de Francia y vuelca su mirada hacia la persona misma, capaz de trocar un breve instante de belleza en algo inefable. En El testamento francés esa persona se llama Charlotte Lemonnier, verdadera alma mater de esta novela.

Pablo de Santiago

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