El dictador, los demonios y otras crónicas

Anagrama. Barcelona (2009). 390 págs. 21,50 . Traducción: Antonio Prometeo Moya.

Si el medio es el mensaje, ya sabemos que las crónicas de Jon Lee Anderson, publicadas a lo largo de los últimos años en el semanario progresista norteamericano The New Yorker y recogidas en este libro editado por Anagrama, están impregnadas de eso, de “progresismo”.

En El dictador, los demonios y otras crónicas, Lee Anderson, que llegó a residir en La Habana en los años 90 y se ha especializado en asuntos hispanoamericanos, dedica su atención tanto a Chile como a Cuba, Venezuela, Brasil y, de soslayo, a España, con preferente atención a Garzón, la “tumba” de García Lorca, la “memoria histórica” y el País Vasco.

Ahora bien, al margen de sus simpatías ideológicas, todo lo que narra Anderson, con un estilo fluido, claro, conciso al más puro estilo del periodismo norteamericano, está lleno de interés dada la abundancia de datos biográficos, económicos, sociales y hasta urbanos. Si dejamos a un lado sus parciales apreciaciones sobre España, que conoce menos de lo que él mismo cree, a pesar de haberse buscado asesores del mundo “progre”, la verdad es que atrapa el interés del lector desde primer momento cuando habla, sobre todo, de Cuba y Venezuela, los dos grandes “laboratorios” del progresismo revolucionario de América. Son sumamente reveladores los datos que aporta, por haberlos vivido casi en directo, sobre el funcionamiento de los sistemas castrista y chavista, así como los retratos psicológicos que ofrece de cada uno de los protagonistas que tuvo la ocasión de tratar con cierta familiaridad.

En este sentido, dada la actualidad que tiene en el mundo y, especialmente, en España, el caso de los disidentes cubanos recientemente expulsados tras años de cárcel, gracias a la mediación de la Iglesia, ofrecen un singular interés los datos y comentarios que recoge de los dirigentes castristas y anticastristas en el exilio, sobre la esperada “transición” hacia una eventual -y lejana- democracia cuando se produzca la muerte de Fidel. Una de las cosas que más temen los cubanos a este respecto, no es ya la oleada de revueltas sociales previsible sino la corriente inmigratoria de exiliados que ahora viven en Miami, para reclamar las tierras y casas que les fueron confiscadas a la caída de Batista y que hoy ocupan tanto la nomenklatura del régimen como los cubanos de las clases más humildes.

Sobrecogen especialmente las maltrechas condiciones de vida que la dictadura ha propiciado para los cubanos, más allá de los logros en educación y atención médica. En este sentido también revisten gran interés los datos que recoge sobre las estrechas relaciones entre Venezuela y Cuba, así como algunos reveladores rasgos biográficos tanto de Hugo Chávez como de los hermanos Castro. De estos últimos da cuenta de su oculta vida sentimental, sus respectivas familias y la escasa influencia que los hijos, aunque situados en las estructuras del partido o del Estado, tienen en la sociedad.

En suma, El dictador, los demonios y otras crónicas ofrece un conjunto de datos históricos fundamentales, muy bien contados y dignos de tener en cuenta a la hora de valorar y analizar lo que ocurre en estos países que se han convertido en el punto de mira de todo el mundo.

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