El día de mañana

Seix Barral.
Barcelona (2011).
384 págs.
20 €.

GÉNERO

Autor de una ya larga y sólida trayectoria literaria, en la que se combina el relato corto, la novela y la investigación histórica, Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) acostumbra a ambientar sus novelas en los años del tardofranquismo, a finales de la década de los sesenta y comienzos de la siguiente. Escribe, además, de una España que conoce bien, ya que suele basarse en su experiencia personal.

Y a partir del éxito que supuso su libro Enterrar a los muertos, donde investigaba sobre las causas del asesinato, durante la guerra civil, en el bando republicano, del intelectual José Robles, incluye en sus novelas alguna trama que procede de sus pesquisas sobre diferentes asuntos relacionados con la guerra española y el franquismo.

El día de mañana tiene como protagonista a Justo Gil, un aragonés que en los años sesenta se traslada a Barcelona con su madre, enferma de una grave lesión cerebral. Su objetivo es conseguir los medios necesarios para que su madre pueda ser atendida como merece. Los primeros años de su estancia en Barcelona los pasa muy dependiente de su madre y de esos objetivos. Desempeña diferentes oficios hasta que se dedica en cuerpo y alma a los negocios. Se propone entonces ascender en la escala social, para lo que no ahorra ninguna estrategia. Siguiendo la peripecia vital de Justo conocemos cómo era la Barcelona de los sesenta y setenta, el mundo obrero y los pequeños comerciantes, la burguesía más o menos transgresora, el ambiente de la discoteca Bocaccio (tan mitificada por la gauche divine catalana), la protesta antifranquista y la actuación de algunos grupos de izquierda. Detenido por la policía, acepta convertirse en confidente de la Brigada Social.

La novela tiene una estructura muy original, pues son doce personajes los que, de manera alterna, recuerdan su relación con Justo. Desde diferentes perspectivas se reconstruye la vida de Justo y, lo que es más importante, se recrea la atmósfera vital y social de la época. Los testimonios no se detienen sólo en hablar de Justo sino que esos doce personajes cuentan también sus vidas, sus anhelos, sus problemas, su vinculación con el momento histórico, con algunas historias de un gran valor literario.

Para añadir algo más de sustancia a la novela, en la parte final Martínez de Pisón complica un poco el argumento sobre la trayectoria política de Justo. También se desarrolla más otro episodio sentimental, el amor enfermizo y pasional que Justo siente por Carme Román, una de las mujeres que aportan su testimonio al libro. Esta parte final, más alguna inclusión un tanto exótica, como ese matrimonio de palindromistas, rebaja el interés sociológico de la novela, quizás el más sobresaliente, aunque esas adiciones contengan un buen valor documental.

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