El desencantado

TÍTULO ORIGINALThe Disenchanted

GÉNERO

El Acantilado. Barcelona (2005). 529 págs. 24 €. Traducción: J. Martín Lloret.

Un estudio en Hollywood, finales de los años 30. Shep, un joven recién licenciado en Literatura, y Manley Halliday, un novelista de éxito venido a menos, reciben el encargo de escribir el guión de una película estúpida y destinada al consumo de masas. Ninguno se puede negar: Shep necesita abrirse camino, Halliday, caído en el olvido, necesita dinero y una segunda oportunidad.

Shep, admirador de la obra de Halliday, está ansioso por colaborar con él. Pero el trabajo se convierte en una pesadilla cuando, por exigencias de la productora, deban pasar juntos las semanas de escritura del guión. Del Halliday que Shep admiraba no queda más que el nombre y la sombra de un talento acartonado por la falta de ejercicio. Anclado en una década que al pasar se llevó su juventud y su fama, el escritor se convierte en una carga para Shep. La recuperación de los días de gloria de Halliday ocupa casi la mitad del libro; los episodios pasados y presentes contrastan con fuerza al principio para, al acercarse al presente, tender un hilo de continuidad que desciende hasta los infiernos del escritor: del hombre vanidoso al desencantado, del joven brillante y envidiado a un alcoholizado patético.

El contraste no sólo aparece en el antes y el después de Halliday, también entre su época y la de Shep; entre la generación de los años 20, derrochadora, excesiva y sin embargo fructífera artísticamente, y la generación de los 30, prudente, ahorradora e infinitamente prosaica, en la que, en palabras de Halliday, «si un dramaturgo grita ‘¡Huelga!’ le colocan junto a Chéjov e Ibsen».

Budd Schulberg, nacido y formado en ese mundo de los estudios del que no se apiada (Hollywood es donde van los grandes escritores cuando mueren, dirá un personaje), consigue que el texto se convierta en el cuadro completo de una generación que tuvo todo para brillar, desde cualidades intelectuales hasta lujo material, y que acabó etiquetada como la tierra baldía del poema de Eliot. El mérito final de Schulberg es que no necesita de argucias (reveses económicos o sentimentales) para explicar el desencanto y la caída de Halliday. No empuja al abismo a su protagonista acumulando tragedias sobre él. Al contrario, todas sus desgracias, así como la autocompasión y la decisión de vender su arte, llegan después. El fracaso de Halliday consiste en algo mucho más sencillo y predecible: le ha derrotado el paso del tiempo, capaz de quitar su única arma a una generación dispuesta a morir de fama pero no de edad avanzada.

Esther de Prado Francia

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