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El color del agua

TÍTULO ORIGINALThe Color of Water

GÉNERO

Planeta. Barcelona (1998). 292 págs. 2.500 ptas. Traducción: Josefina Guerrero.

James McBride, compositor, saxofonista y escritor, es el cuarto hijo de una familia de doce hermanos cuya madre, una polaca hija de un rabino judío, se exilió a los Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. El color del agua es el elogio filial que el autor dedica a su madre, y ha cosechado un enorme éxito en Estados Unidos.

Se trata de una novela a dos voces. Por una parte, McBride pone por escrito la historia de su madre, Rachel Shilsky, donde recoge el ambiente cerradamente judío en el que creció. Por otra, el autor recrea las impresiones de su propia infancia y adolescencia junto a ella.

Los McBride son una familia bastante atípica debido a un simple hecho: el color de la piel. Rachel Shilsky se casó con un hombre negro, Andrew McBride, con quien tuvo cuatro hijos. Este hecho significó la ruptura total con su familia judía, que la desheredó. Tras enviudar, volvió a casarse con otro hombre negro y la familia creció hasta los doce hijos. Tras la muerte de su segundo marido, ella sola fue capaz de sacar adelante a sus hijos en un ambiente racialmente adverso.

La novela es un canto a la tolerancia racial y religiosa y a la lucha por conseguir una vida digna de la condición humana, todo bajo una colección de historias y anécdotas familiares, algunas traumáticas y otras entrañables. El autor aborda la dura soledad de una mujer despreciada por su familia, su conversión al cristianismo, su fe inagotable y su lucha constante por conseguir la mejor educación para sus hijos, hoy todos brillantes profesionales.

Es una pena que el estilo de James McBride, aunque correcto, sea literariamente pobre. También se echa de menos un mayor tratamiento de ambientes y personajes, algunos apenas dibujados. Al final queda la ligera sensación de que con este material se podría haber escrito una obra magistral, y lo cierto es que el resultado queda algo por debajo de sus posibilidades. En cualquier caso, El color del agua es una buena novela y se lee con gusto: su fuerza radica en la emotividad y en el hecho de que se trate de una historia real, que no es poco.

Pablo de Santiago

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