El canto de la tripulación

Le chant de l'equipage

TÍTULO ORIGINALLe chant de lequipage

GÉNERO

Ikusager. Vitoria (2003). 193 págs. 16 €. Traducción: Julio Gómez de la Serna.

Pierre Mac Orlan (1882-1970), seudónimo del escritor francés Pierre Dumarchey, gran admirador de Kipling y Stevenson, fue autor de novelas muy populares a partir de la década de los veinte. Por obras como El canto de la tripulación unos le han comparado con Baroja o Cendrars, por otras como El campamento Domineau se le ha calificado de precedente de Graham Greene y John Le Carré.

En El canto de la tripulación, que corresponde a su primera época, presenta un personaje parecido al Tartarín de Daudet: el adinerado cincuentón José Krühl, alojado en un hotel bretón, empedernido lector cuya gran afición a los relatos de piratas actuaban sobre su cerebro «como las novelas de caballerías obraron sobre el ingenioso hidalgo de La Mancha». Su vida cambia cuando un recién llegado, el joven Samuel Eliazar, para desvalijarle urde una trampa que se basa en engatusarle para que flete un barco a la busca de un tesoro escondido en una desierta isla caribeña. Un prólogo sugerente de Raymond Queneau añade interés a esta edición.

Distintos escenario y acento tiene El campamento Domineau, relato ambientado en el Túnez colonial francés, a mediados de los años treinta. Esta vez el protagonista es un frío y hábil espía, el soldado François Mutche, que va dando los pasos necesarios para conseguir la información que quiere vender al enemigo: se hace con el liderazgo entre la tropa, ocupa un puesto que le permite moverse con cierta libertad, se gana la confianza de la mujer de un superior… Un glosario corto de las palabras árabes usadas facilita las cosas al lector.

Ambas novelas se leen con agrado: sus tramas consiguen inquietar, sus personajes torvos y patéticos tienen fuerza, el modo de narrar a base de frases cortas es limpio, no faltan párrafos magníficos, los desenlaces son bueno el primero y extraordinario el segundo. Por sus aires de farsa tiene menos garra El canto de la tripulación. En El campamento Domineau se aprecia mejor una característica que parece ser habitual en Mac Orlan: la de dibujar protagonistas que se dedican al mal «sin reservas mentales», gente que no quiere ver las consecuencias de sus acciones. Eran tiempos de violencia latente en los que, afirma el narrador, «la inmensa irresponsabilidad de los hombres se confundía con la inexorabilidad de las grandes fuerzas naturales».

Luis Daniel González

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