El barman del Ritz, fenómeno editorial en Francia, cuenta de manera muy original la ocupación alemana de este país durante la Segunda Guerra Mundial. El punto de vista adoptado es el de Fran Meier, un prestigioso camarero experto en cócteles, encargado del Petit Bar, el único que permaneció abierto en el hotel Ritz a partir de 1940. El Petit Bar fue lugar de encuentro, antes de la guerra, de escritores norteamericanos, franceses y europeos.
Pero la llegada de los alemanes arrambla con ese mundo. Tanto la propietaria del hotel como su director han decidido que el Ritz debe seguir prestando sus servicios, aunque desde ese momento aloje casi de manera exclusiva a altos jerarcas nazis. Desde el observatorio que ofrece a Meier su puesto en la barra del bar, sirviendo sofisticados cócteles, con “las botellas de alcohol puestas en fila como los libros ordenados en una biblioteca”, asistimos a la evolución de la guerra, a numerosos episodios que salpican a personajes que frecuentan el hotel y a cómo Meier debe sortear diferentes circunstancias para ocultar que es judío y disimular su rechazo a la ocupación alemana.
La narración se detiene en las actuaciones y opiniones de Meier, y muestra también sus sentimientos. Separado desde hace muchos años, tiene un hijo en la veintena con el que apenas habla. Solitario empedernido, está enamorado en secreto de Blanche Auzello, la mujer del director del hotel, también de origen judío.
En su primera novela, Philippe Collin, ensayista y guionista, presenta los claroscuros de la guerra. Parte de la sociedad parisina, tanto empresarios como burgueses, aceptaron la ocupación nazi sin traumas, lo que también se refleja en la novela. El autor realiza un buen trabajo literario y psicológico para que los lectores puedan penetrar en el mundo interior de Meier, condicionado por el lugar desde el que observa lo que acontece a su alrededor.
Salvo algunos pocos personajes que son fruto de su imaginación, Collin basa su novela en personas reales que vivieron los acontecimientos de la ocupación alemana tal y como se cuenta en la novela, empezando por el propio Frank Meier.