Convivir con el Islam

Ediciones Internacionales Universitarias. Madrid (2007). 216 págs. 13 €.

GÉNERO,

Cuando tantos libros se han escrito sobre el islam, no es, sin embargo, fácil mostrar la cara amable de esta religión practicada por más de mil doscientos millones personas y, sobre todo, hacerlo en un contexto en el que el islam parece casi siempre aparejado con la violencia, la intransigencia e, incluso, la ignorancia. Rafael Gómez Pérez demuestra, con su repaso a la accidentada historia de la civilización islámica, que esa no es la verdad y, sin hacer ninguna apología, descubre tanto las miserias de un mundo mucho más heterogéneo de lo que suele imaginarse como sus glorias y grandezas en el terreno de la cultura, la política, la agricultura, la filosofía… y hasta la gastronomía.

Por supuesto, también expone las contradicciones en las que caen tanto el Corán como los “hádices” -dichos y hechos del profeta Mahoma- y, sobre todo, las múltiples interpretaciones que se han hecho a lo largo de su azarosa historia y de las que han surgido cuatro escuelas jurídicas, así como innumerables sectas y profundas divisiones. Pero quizá la parte más sustancial de este recomendable libro es la que dedica a las razones de la expansión del Islam, al escepticismo occidental, a la susceptibilidad musulmana y, sobre todo, a su criterio orientador sobre la evolución que puede darse hacia un mayor o menor radicalismo.

Otro aspecto de indudable interés es el la perplejidad que suscita entre la inmigración musulmana el abandono de la identidad cristiana por parte de las sociedades avanzadas europeas y su incidencia en el resurgimiento del extremismo violento contra Occidente. De todos modos, puede actuar como revulsivo del relativismo la irrenunciable piedad islámica, tan íntimamente unida a todos los aspectos de la vida, en particular la defensa de la familia.

El autor no deja de registrar la actitud sustancialmente positiva del islam hacia el cristianismo, para afirmar en sus conclusiones que la convivencia con el mundo islámico no es nada complicada si se basa en el respeto mutuo y en saber distinguir la violencia del radicalismo islamista de la sencilla piedad de la inmensa mayoría de los musulmanes, además de conocer mejor las positivas aportaciones del Islam a la cultura universal.

Por último, el autor recomienda a los musulmanes que acaben con la identificación simplista que hacen entre Occidente y “cruzada”, entre otras razones porque los conflictos de hoy nada tienen que ver con motivos religiosos, sino políticos y económicos. Esto, sin olvidar la necesidad de corregir ese clamoroso desnivel que existe entre la tolerancia que se practica hacia el islam en todos los países europeos y la persecución más o menos larvada de los no musulmanes en los países islámicos.

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