Contramundo

Ignacio Vidal-Folch

GÉNERO

Destino. Barcelona (2006). 228 págs. 18 €.

Prosigue Ignacio Vidal-Folch con su notable sátira sobre la sociedad española contemporánea. Si en «Turistas del ideal» (ver Aceprensa 40/05) retrató las miserias de la izquierda oficial, ahora le toca el turno a los nacionalismos periféricos. En la novela anterior, la mayor parte de los personajes eran reconocibles: en Contramundo, sin embargo, el escritor catalán ha querido narrar una fábula menos pegada al terreno y, por tanto, más literaria y de mayor complejidad.

El relato se mueve en varios planos. El narrador, desde el sillón en el que contempla cada noche a través del televisor el teatrillo de la actualidad, rememora los tiempos en los que cumplía el servicio militar en la Fortaleza, atalaya sobre la gran ciudad costera (que vale tanto para San Sebastián como para Barcelona). Allí conoció a Socías, que es hoy el intérprete autorizado de los confusos discursos del líder nacionalista que reina en el Condado. El relato de su ascensión, así como la desintegración en el anonimato de otros compañeros de armas, conforma una lúcida radiografía de los entresijos del arribismo y del poder.

En la Fortaleza leía los poemas de Francisco de Aldana, el capitán y poeta renacentista que cayó en la batalla de Alcazarquivir, aquel sueño loco del rey Sebastián de Portugal que pretendía conquistar el África a los moros. Los versos de Aldana, llenos de aristas y bañados de belleza ensangrentada, revelan la tensión entre guerra y retiro, entre crueldad y compasión. También él vivió de fortaleza en fortaleza y, como los reclutas, fue arrancado de aquel mundo ordenado y normativo hacia la vorágine de la lucha por la vida.

En un tercer plano se mueve el sarcasmo hacia los nacionalismos, sus tics, sus eslóganes y sus exclusivismos. Aquí la sátira se vuelve fácil y quizá la caricatura merma un poco la calidad de la novela, que se vuelve a elevar en las páginas finales completando el sentido de la fábula. Ignacio Vidal-Folch ha defendido el derecho a autodefenderse de los lugares comunes de la política española (y autonómica), invocando el lema alemán «Y si todos, yo no», que es la mejor vacuna contra el borreguismo.

Pedro de Miguel

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