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9788430618422

Contra las elecciones

EDITORIAL

TÍTULO ORIGINALTegen verkiezingen

CIUDAD Y AÑO DE EDICIÓNBarcelona (2017)

Nº PÁGINAS240 págs.

PRECIO PAPEL18,90 €

PRECIO DIGITAL10,99 €

TRADUCCIÓN

Estamos ante un pequeño ensayo de filosofía política de un autor belga en el que se presenta una tesis escandalosa para la gran mayoría de la clase política y de los medios de comunicación. Van Reybrouck defiende involucrar a los ciudadanos en la toma de decisiones y, en su opinión, la manera más justa de hacerlo sería la del sorteo. Las personas así elegidas serían más libres que los políticos, pues no tendrían que obsesionarse, como ahora sucede, por ser reelegidos y esto también contribuiría a eliminar la corrupción y los intereses partidarios.

El libro es un alegato contra la democracia representativa, tal y como la conocemos desde el siglo XVIII en sus fundamentos teóricos, pues habría supuesto la sustitución de una aristocracia hereditaria por una aristocracia electiva, aunque dicha aristocracia no se identificaría necesariamente con el “gobierno de los mejores”, defendido por Aristóteles. Desde esta perspectiva, la historia política de Occidente, en los últimos dos siglos, no habría sido una evolución hacia la democracia, a pesar de la extensión del sufragio universal, sino hacia el dominio de la partitocracia.

En el mundo de hoy asistimos a una paradoja: la opinión pública defiende mayoritariamente la democracia, pero desconfía de los líderes políticos. De ahí que algunos se aferren a soluciones populistas y a líderes con aureola de salvadores. Cabe preguntarse, aunque esto no lo haga el autor, si no es preferible una democracia representativa, con todas sus imperfecciones, a estas soluciones. Con todo, hay que estar de acuerdo con Van Reybrouck en que estas propuestas hacen buenos diagnósticos de la situación, aunque sean incapaces de encontrar el remedio adecuado.

Según Van Reybrouck, el individualismo y el consumismo, sobre todo tras el triunfo del neoliberalismo en la década de los ochenta, han socavado las democracias. Lo que él propone no deja de ser un retorno a la libertad de los antiguos, en la conocida tesis de Benjamin Constant: una democracia en la que los ciudadanos son responsables y altamente participativos en los asuntos públicos. Pero en realidad muchos prefieren la libertad de los modernos, más centrada en la gestión de sus asuntos particulares que en el interés por el bien común.

Para que su propuesta saliera adelante y coexistiera con la democracia representativa, sería necesaria una amplia labor de educación, que no de adoctrinamiento, con la finalidad de que los ciudadanos volvieran a valorar la política, entendida no como un método de arribismo, sino como una forma noble de servir al bien de la sociedad en su conjunto. La política cambiaría si se fundamentara en el servicio. La democracia por sorteo es una propuesta interesante, pero necesita de ciudadanos maduros y reflexivos.

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