Cuando uno entra en una librería y echa un vistazo a las novedades, la mirada se va rápidamente a la portada del libro, que tiene la función de provocar un atrayente impacto, y luego, con el libro ya elegido en las manos, recala en los textos de la cubierta para ver por dónde van los tiros. Inevitablemente, estos textos se leen con cierta cautela, pues no dejan de ser mensajes publicitarios para despertar el apetito e impulsar a la compra. Eso lo sabe todo el mundo.
En la redacción de estas líneas, por lo tanto, todo debe estar medido y calculado para, con un estilo agradable, “compartir un entusiasmo” y hacer una rápida valoración del argumento y de sus valores literarios. Louise Willder lleva veinticinco años trabajando en el “Departament…
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