La cadena americana HBO acaba de emitir con éxito en USA Juego de tronos, adaptación del primer volumen de una saga fantástica de George Martin (Nueva Yersey, 1948) iniciada en 1996. A pesar de ser su obra más importante hasta ahora, era poco conocida en España hasta el empujón televisivo. Se han publicado hasta el momento los cinco primeros volúmenes y el último aún no se ha traducido al castellano.
Canción de hielo y fuego cuenta un periodo de la historia de un país imaginario, Poniente, donde las estaciones duran años e incluso décadas y donde siete reinos de humanos se disputan el poder. Un muro de hielo separa el continente del enemigo común, al que también pertenecen seres ya no tan humanos. Cada reino está dominado por una Casa, quienes a su vez tienen a su servicio a familias de menos importancia. El ambiente de la obra es pseudomedieval (caballeros, brujas, justas, espadas, sanadores y castillos).
Martin ha llevado a cabo un ambicioso macroproyecto y ha inventado para todos cuadros familiares, religiones, lemas y emblemas, colores de armas, una historia, una geografía y un estilo. El tono es realista, muy alejado de la literatura infantil y juvenil, y los toques fantásticos (papel de los sueños, de la magia, seres que vuelven a la vida desde el más allá, criaturas animales míticas, etc.) son coherentes y están bien integrados en un conjunto básicamente humano.
El motor de la historia es la lucha por el poder, y los innumerables personajes se ven abocados a diferentes misiones de búsqueda o persecución que los separan continuamente. Martin ha elegido contar la vasta historia pasando de un personaje (y escenario) a otro, sucesivamente. Como son muchos, no es fácil mantener en la memoria donde quedó cada uno cuando volvemos a encontrarlos muchas páginas después.
Muchas veces los capítulos cuentan cosas que ocurren al mismo tiempo, y no hay que olvidar que los protagonistas no saben tanto como el lector. Todo esto hace la lectura algo difícil. El conjunto es entretenido y, por momentos, apasionante, pero se hace largo y valdría hablar de novela-océano más que de novela-río. Martin deja a la historia a su libre evolución, suceden cosas (especialmente en forma de muertes) poco “comerciales” y giros llenos de sorpresa.
El problema de fondo de estos libros es que el calificativo de literatura épica le viene grande por todos lados. Cualquier comparación con Tolkien es gratuita. Aquí no se piensa en héroes esforzados, en superación de dificultades, en combinación de habilidades, esfuerzos y valores, en una misión como objetivo valioso, independientemente de que la cosa acabe en tragedia o en éxito. Canción de hielo y fuego es por contra una historia llena de dolor y de egoísmo, de odio y de lujuria. Sólo tiene el elemento material de la macrosaga épica; el espíritu es, en cambio, comercial. Algunos personajes (con frecuencia ambiguos y complejos) llevan a cabo, alguna vez, una obra buena, pero la mayoría de las veces sólo buscan vengarse, o imponerse, o su riqueza, o su placer.
Las expresiones vulgares son continuas, la actividad sexual muy presente (y, con frecuencia, desordenada y patológica) y la violencia de los combates bastante explícita en su realismo. Con todo, resulta más gravosa aún la abyecta catadura moral de algunos de los protagonistas. Con un fondo tan pobre es un milagro de la técnica narrativa que el lector persevere durante cientos y miles de páginas, llevado por el deseo de saber en qué acaban algunos de los personajes e historias.
Parece que la calidad de la adaptación televisiva del primer libro se está notando en las librerías, donde se pueden comprar los libros en tres ediciones: bolsillo (ilegible), rústica (cuyos datos recogemos arriba) y especial. Además, la saga ha dado lugar a un Juego de tablero, un Juego de cartas, una Enciclopedia de personajes y lugares y a dos Juegos de rol.
Poniente es un teatro complejo y detallista donde situar el principal conflicto de la humanidad, el egoísmo. Es el reino de la mentira, un tablero donde todo el mundo, como dice uno de los personajes, es “pieza o jugador”. Martin está haciendo un buen trabajo de gestión (aunque algo incontinente) con un material inmenso, entretiene y, en algunos momentos, apasiona, pero no está construyendo una obra llamada a perdurar con un valor intrínseco clásico, es decir. humano.