Tanto las declaraciones internacionales de derechos humanos como las constituciones de los Estados suelen considerar la dignidad humana como el fundamento de los derechos de la persona. Sin embargo, en los últimos diez años se ha puesto en duda este concepto, al que se ha calificado de inútil (Ruth Macklin) o incluso de idea estúpida y peligrosa (Steven Pinker). El debate académico en torno a esta controversia ha tenido gran intensidad y, en buena medida, ha servido para profundizar en
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