Autobiografía

TÍTULO ORIGINALAutobiography

GÉNERO

El Acantilado. Barcelona (2003). 392 págs. 21 €. Traducción: Olivia de Miguel.

Para quien desee conocer el pensamiento de otro, no hay momento más valioso que aquel en el que esa persona reflexiona, no sobre la realidad, sino sobre su vida o su pensamiento. Y si lo hace con una pluma ágil, tiene un especial atractivo para el lector. Todos esos elementos se encuentran reunidos en la Autobiografía de Gilbert Keith Chesterton, que además goza de otro carácter distintivo: es un resumen tan completo de su existencia que su publicación siguió a las exequias por su fallecimiento. Esta obra póstuma fue concebida como el cierre de la propuesta al mundo cultural de su tiempo de este genial polemista, literato y novelista.

En la Autobiografía, Chesterton nos presenta su vida con el mismo tono alegre y paradójico que usó para comentar a tantos personajes reales o ficticios. A lo largo de 16 capítulos, su vida se enlaza con sus escritos y su pensamiento, de modo que resulta muy útil tanto para aquellos que están versados en su obra, pues encontrarán la explicación última del sentido que buscaba en sus diversas publicaciones, como para aquellos que apenas la conozcan, pues es una síntesis de su pensamiento y un botón de muestra de su creatividad literaria.

Aunque quien escribe es el hombre maduro de 1936, cuya evolución personal e intelectual ya ha llegado a su culmen, sabe situarse en cada uno de los momentos que permitieron esa evolución, singularmente, su infancia feliz. Chesterton sólo ha trasladado el microcosmos de su infancia al macrocosmos de su imagen del mundo. Y hace esto sin ocultarlo y con una sorda ironía: «lamento no tener un padre sombrío y salvaje que ofrecer al público, como causa verdadera de mi herencia trágica; ni una madre pálida y medio envenenada, cuyos instintos suicidas me hayan legado las tentaciones de un temperamento artístico». En su infancia aprendió un optimismo ante la vida que no se funda en la necesidad de satisfacerse constantemente con nuevos éxitos, sino en la consideración de la gran dicha que supone estar vivo.

Del hombre de la llave dorada del segundo capítulo -con la que su padre abría el teatro de guiñol en su infancia- al Dios de la llave dorada que centra el último capítulo, sólo hay un paso, pero que supone la maduración de toda una vida. Chesterton, un hombre singularmente humilde y querido -incluso por aquellos con los que polemizaba constantemente- nos muestra en esta obra cómo su vida no es el resultado de alejarse de su niñez, sino la culminación de ésta en un sistema coherente, en el que sobresalen dos elementos: «la familia y la teoría de la gratitud».

En medio se nos cuentan episodios de profunda tormenta intelectual. Su filosofía optimista adquiere un mayor relieve si se advierte que Chesterton se vio influido en su juventud por el pesimismo intelectual y el inmanentismo con el que se inicia el siglo XX. En estos capítulos se ve cómo hizo vida previamente las vicisitudes intelectuales que refleja en sus personajes.

Las páginas de la Autobiografía nos conducen hasta el corazón y la mente de un hombre amable, que defendió el valor de las cosas sencillas y la grandeza del ser humano corriente, pues «el hombre es, por creación, más sagrado que todos los superhombres y supermonos». Fueron esas mismas convicciones las que le acercaron al catolicismo.

La lectura de la Autobiografía de Chesterton produce un efecto diferente a otras de autores contemporáneos, como por ejemplo el Ecce Homo de Nietzsche: parece mucho más verdadera porque apenas hay asomo de vanagloria.

Miguel Ángel García Mercado

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