Nacido en Yevlaj, una pequeña localidad del actual Azerbaiyán, el científico, teólogo y sacerdote Pável Florenski (1882-1937) vivió y estudió después en Batumi y en Tiflis, y finalizó sus estudios universitarios en Moscú en 1904. Pronto alcanzó renombre por la amplitud enciclopédica de sus conocimientos. Florenski cultivó la física, las matemáticas, la filosofía de la ciencia, la epistemología, la teología, el arte, la estética… Trabajó como ingeniero eléctrico y patentó múltiples inventos. En 1910 contrajo matrimonio y en 1911 fue ordenado sacerdote de la Iglesia Ortodoxa.
Un año antes de la Revolución de Octubre, Florenski comenzó la redacción de estos recuerdos, que fue ampliando sucesivamente y cuya escritura se extiende hasta 1925. En principio, se trataba de un texto en el que, con una intención muy educativa, quería mostrar a sus hijos su vida, especialmente su infancia, y sus principales descubrimientos intelectuales durante esos años para él cruciales, como repite en varias ocasiones. Tras la revolución comunista, Florenski fue perseguido y marginado, aunque decidió no emigrar y continuar sirviendo al nuevo Estado desde diferentes puestos de responsabilidad. En ningún momento renunció a su condición de sacerdote.
En 1928 fue detenido, acusado de actividades antisoviéticas, pero consiguió la libertad y volver a su puesto de trabajo gracias a la intervención de Ekaterina Peshkova, exesposa de Gorki y jefa de la Cruz Roja Política. A partir de ese momento se le complicaron más las cosas con el régimen, y en 1933 fue nuevamente detenido, esta vez acusado de liderar un inexistente “Partido Para el Renacimiento de Rusia”. Fue condenado a diez años de trabajos forzados y trasladado primero al campo de Svobodni, en el Lejano Oriente, y después al situado en las islas Solovkí, en el Mar Blanco. Fue fusilado el 8 de diciembre de 1937.
Tras cincuenta años de silencio oficial, lentamente se han ido recuperando sus obras. En España, entre otras, han aparecido la antología Cartas de la prisión y de los campos, El iconostasio y El arte de educar, una selección de textos dedicados a sus hijos y relacionados con este nuevo libro, que es la primera vez que se traduce al castellano.
El volumen está precedido de un exhaustivo estudio introductorio a cargo de Domenico Burzo, que explica con todo lujo de detalles el itinerario intelectual de Florenski y su objetivo al escribir estas memorias, que no era otro que “ofrecer así a sus hijos la clave para acceder a los más profundos estratos de su alma, a las raíces de su espiritualidad”. La edición, a cargo de Luis C. Fajardo y María Demidovich, contiene un impresionante aparato crítico.
En los textos, Florenski explica que la visión racional y atea del mundo que le transmitieron sus padres entró en crisis en 1899, cuando comienza a acercarse a Dios. Es una lástima, sin embargo, que sobre su conversión apenas aparezcan comentarios, pues el libro se centra casi exclusivamente en la rememoración de su infancia, de su vida familiar y del inicio de sus inquietudes intelectuales.
El texto resulta deslumbrante. La capacidad de análisis sobre sus cimientos intelectuales es clarividente y detallada. Hay capítulos soberbios, como el que explica su intensa relación con el mar, vinculada con su interés por todo lo que ve a su alrededor. Estamos, pues, ante un volumen sobresaliente, de gran calidad literaria, que permite conocer de manera más íntima y familiar a uno de los grandes pensadores del siglo XX, cuyo prestigio no para de crecer.