A priori, un musical sobre la vida de un santo que se representa en el teatro de un colegio no tiene ningún aliciente para despertar la curiosidad de la crítica o del público general; pero tratándose de un espectáculo que lleva la firma de Toño Casado, la cosa comienza a ponerse interesante. Casado es el sacerdote que hace unos años compuso y dirigió el musical 33, sobre la vida de Jesucristo, que batió todo tipo de récords, llegando a superar los 700.000 espectadores. Sueños es su cuarta obra teatral, en la que se adentra en la historia de Juan Bosco, fundador de la Familia Salesiana, a partir del sueño que el santo italiano tuvo a los 9 años, considerado por él mismo la semilla de su vocación.
Sueños es un proyecto pastoral directamente impulsado por los salesianos a través de la entidad sin ánimo de lucro Avanti Producciones. Se trata de un musical sencillo pero fresco y de calidad; no sólo por los ocho actores que componen el elenco de la obra –todos ellos profesionales del género musical (un par de ellos ya actuaron en 33)–: también por el esfuerzo marketiniano que hay detrás, tan importante a la hora de que la audiencia viva una experiencia envolvente: Palomitas, merchandising, estética circense o un juego de luces azules desde que los espectadores entran en la sala. “Preludio de que algo emocionante va a pasar”, como rezaba la famosa canción de los 80.
Contar una biografía en formato musical es arriesgado, ya que se trata de un género que necesita simplificar mucho la historia –más que la literatura, el teatro o el cine–, pero Don Bosco es un perfil ampliamente conocido y querido por muchos: por eso al guion no le resulta difícil recurrir a metáforas y resumir la vida del santo. Y por eso también, para los espectadores menos familiarizados con él, es recomendable leer previamente algo para entender los guiños (aunque sea su biografía en Wikipedia).
Teología en estribillos
Para comprender a un santo de esta entidad y el impacto de su mensaje, hay que comenzar explicando el contexto temporal en el que vivió. Sueños se adentra en el siglo XIX italiano, que vio nacer a “Juanito”, comparándolo con un circo en el que conviven la Revolución Industrial y todos sus avances, una convulsa situación política marcada por la reciente unificación italiana, la situación privilegiada del clero con respeto a la mayoría de la población, etc. En medio de todo esto, un niño de 9 años sin apenas educación, sueña que un hombre misterioso le pide que dedique su vida a instruir a niños y jóvenes “no con golpes, sino con mansedumbre y caridad”.
En algún punto, el musical cae en un planteamiento facilón con respecto a los buenos y los malos, los pobres y los ricos; pero en general está lleno de mensajes sugerentes, muy positivos y fácilmente comprensibles para el público: la maternidad de María; el papel de la familia en el desarrollo de una vocación, a pesar de sus imperfecciones; la idea de que la fe nos amplía la realidad, frente a los que sólo se fían de lo que ven; el peso de la cruz, representado en la enfermedad o la incomprensión; la forja de la propia identidad; el misterioso juego entre la libertad personal y la voluntad de Dios…
Igual que en 33, Toño Casado es capaz de sintetizar las ideas más profundas de la teología católica y transformarlas en pegadizos estribillos que mantienen la atención del público durante los 90 minutos que dura la obra.
A pesar de ser una temática de nicho (Juan Bosco tiene tirón, pero no es Jesús de Nazaret) y de la sencillez de la puesta en escena, Sueños desprende magia y ritmo. Aunque sin orquesta en directo, todas las canciones se cantan en vivo y se bailan en códigos poperos, y además incluye también alguna sorpresa en versión rumba e incluso gospel.
La muestra se seguirá representando en Madrid hasta el próximo 17 de mayo. Aunque los más pequeños disfrutarán con la música y las acrobacias, quizá es necesario un mínimo de madurez para comprender el mensaje, perfecto para adolescentes, jóvenes y fans de los musicales. Y de los santos, claro.