En los últimos años los conciertos Candlelight están triunfando en todo el mundo: más de 150 ciudades de los cinco continentes, miles de espectadores, localizaciones espectaculares… ¿Cuáles son las claves de este éxito?
Son las 9 de la noche en el Four Seasons de Madrid, el hotel más exclusivo de la ciudad; sin embargo, el público que entra en el vestíbulo no lleva bolsos de Loewe o Louis Vuitton, no viene con guardaespaldas ni va conversando en un idioma extranjero. Esta noche, una de las salas de la primera planta acoge un concierto Candlelight en el que apenas un centenar de personas “normales” disfrutarán de un tributo a los Beatles.
El ambiente es de bastante intimidad: la estancia está iluminada sólo con centenares de velas artificiales distribuidas alrededor del escenario. La expectación es máxima cuando los integrantes del cuarteto de cuerda aparecen en escena y sólo hay una cosa que decepciona al espectador: los músicos se sientan en círculo, mirándose entre ellos, pero de espaldas al público.
Daniel Acebes, el chelista, comienza recordando que hoy es el cumpleaños de George Harrison, el mítico guitarrista de la banda de Liverpool, y explica brevemente el porqué de la selección que van a tocar esa noche. Se hace el silencio y comienzan los primeros acordes de “Here comes the sun”.
La experiencia Candlelight es más o menos parecida en Madrid, Sevilla, Valencia, Berlín, Nueva York, Sao Paolo, Delhi, Singapur… y otras 150 ciudades a lo largo del mundo. Fever, la plataforma internacional de espectáculos en directo, es la impulsora de estos conciertos que se celebran siempre bajo las mismas premisas: la luz de las velas que les da nombre (Candlelight), una localización atípica o con encanto que forme parte del patrimonio cultural de cada ciudad, un aforo no demasiado numeroso y una selección musical llevada a cabo por intérpretes locales.
En España aterrizaron en el año 2019, recordando un poco a los famosos conciertos de Pedraza, que desde 1993 atraen cada verano al pequeño municipio segoviano a un numeroso público. Desde entonces, su oferta no ha parado de crecer.
Al principio, la misión de Candlelight era democratizar la música clásica y crear a su alrededor una experiencia menos tradicional, que ayudara a nuevos públicos a conectar con ella. Poco después, el equipo de Fever introdujo los programas “Tributo”, en los que un pequeño grupo de instrumentos clásicos interpreta piezas de artistas contemporáneos de lo más variados: desde Coldplay, a Ludovico Eunaldi o Dua Lipa. La plataforma elige los programas y tiene un equipo de curadores que se dedican a buscar talentos musicales e incluso bailarines de ballet o flamenco para algunos casos.
Otra de las cuestiones que facilitan que miles de personas se apunten a este tipo de espectáculos en todo el mundo es el precio de sus entradas, premeditadamente democrático. En Madrid, por ejemplo, oscilan entre los 11 euros que puede costar un tributo a Aretha Franklin o Queen, hasta los 40 euros que valen los más premium; una variación que sobre todo depende de la localización del concierto.
Ese “para todos” se refleja también en otros aspectos; como el hecho de que los músicos interactúen con el público explicando las piezas o contando datos curiosos sobre sus intérpretes originales, o en la insistencia de Fever en que no haya dress-code para los asistentes y cada uno vista como quiera. Un formato interesante que está triunfando allá donde va.