Entretenida secuela de Wonder Woman, donde la acción salta de 1917 a 1984. Previamente asistimos a una secuencia de apertura de juegos amazónicos que no desmerecería en una cinta de James Bond. Diana Prince trabaja en el Instituto Smithsoniano de Washington, pero se encuentra sola, echa de menos a su amado Steve Trevor, y ejercer de superheroína no es suficiente. Junto a una colega de baja autoestima, Barbara Minerva, analiza un artefacto mágico incautado por el FBI, que concede al que lo sostiene un deseo. La tentación de usarlo egoístamente llega al extremo en el caso del magnate del petróleo Maxwell Lord.
Vuelve a dirigir Patty Jenkins, que consigue combinar una trama mínima y el desarrollo de los conflictos de los personajes con vistosas escenas de acción. Aunque hay pasajes empalagosamente sensibleros, o el clímax apocalíptico se estira demasiado, el resultado es más que notable, con consideraciones interesantes acerca de los caprichos veleidosos y el valor de la renuncia y el sacrificio. Están bien los actores, especialmente el cuarteto conformado por Gal Gadot, Chris Pine, Kristen Wiig y Pedro Pascal.