Lily y Ryle se enamoran perdidamente. Él es cirujano, ella acaba de emprender un negocio en Boston. Los dos son jóvenes y atractivos y los dos están profundamente heridos por un trauma de la infancia.
La cinta se centra en las relaciones tóxicas, en la facilidad para repetir patrones relacionales y en la dificultad de romper el círculo de la violencia. Es decir, a pesar de lo guapos que son los actores, los sorprendentes outfits de Blake Lively, lo bonito de la floristería o las redondas declaraciones de amor estamos ante un dramón en toda regla. Pero un dramón con tanto envoltorio y con tan pocas ganas de dejar de ser una historia de amor, que termina siendo poco convincente y mucho menos profunda de lo que tendría que ser.
No pude evitar durante todo el visionado pensar en qué hubieran hecho Joachim Lafosse o Noah Baumbach con una historia parecida. Aunque probablemente la dificultad está en el texto que adapta (una novela de Colleen Hoover) y en la decisión de incluir un tercero en discordia que resta contundencia al –necesario y duro– mensaje de la película.