Relatos salvajes

GÉNEROS

PÚBLICOAdultos

CLASIFICACIÓNLenguaje soez, Violencia, Sexo

ESTRENO17/10/2014


Una versión de esta reseña se publicó en el servicio impreso 80/14

Una riña entre conductores con consecuencias imprevistas. Una boda que termina en batalla campal. La “pacífica” parada de un viajero en un bar de carretera o la desesperación de un ciudadano ante el servicio de grúas. El argentino Damián Szifron ha conseguido batir todos los récords de taquilla en su país con una comedia negra como el betún que nos recuerda cómo el ser humano, si se pone a ello, puede ser el más salvaje de los animales. Nos lo cuenta a través de seis historias independientes, a cual más atroz, con una dosis generosa de violencia y un humor oscuro donde los haya.

No resulta fácil analizar esta película absolutamente desoladora en su narración (lo que cuenta no puede ser más amargo) y que, sin embargo, encierra cine de calidad. A pesar de la irregularidad propia del género (hay episodios mejores que otros), la cinta mantiene un ritmo y un nivel notables a lo largo de todo el metraje. No se deja un respiro al espectador y todas las historias terminan con un potente clímax. Es más, podría decirse que toda la película es un continuo clímax; desde el surrealista y original prólogo, hasta el largo epílogo, igualmente bárbaro pero algo más esperanzado. Entre medias, con una escritura muy brillante (pues hay que escribir maravillosamente bien para hilar seis capítulos independientes y no quedarse con la aguja en los dedos a mitad de recorrido), se nos habla de los celos, la venganza, la cobardía, la irracionalidad o el peligro que supone forzar la paciencia del ciudadano. Quien no se haya sentido alguna vez como Ricardo Darín –que protagoniza, por cierto, la mejor de las historias–, que tire la primera piedra.

Todo, como se ve, tremendamente amargo y feroz, y al mismo tiempo risible y hasta cómico. Quizás ahí está la clave para que la película de Szifron haya cautivado a la crítica y al público. En forzar, paradójicamente de una forma natural, a través de una cierta identificación, la risa (o al menos la sonrisa). En empeñarse en que no olvide nadie que, al fin y al cabo, estamos ante una comedia. Negra como un aguafuerte de Goya, pero comedia.

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