Thibaut es un director de orquesta de prestigio internacional, pero con una vida personal marcada por la soledad. Su rutinaria existencia cambiará al aparecer su hermano Jimmy, un tosco empleado de comedor escolar que comparte con Thibaut su afición a la música.
Por todo lo alto tiene el récord de ser la película ganadora del Premio del Público en el Festival de San Sebastián con más votos favorables desde que se concede este galardón. Es una condecoración excesiva por su calidad cinematográfica, que la tiene, pero no para poder competir con algunos de los títulos que podían haber ganado ese premio este mismo año: Marco, Aún estoy aquí, La semilla de la higuera sagrada, Bird. Pero esta película francesa tiene todos los condimentos que han hecho tan populares y sobrevalorados títulos contemporáneos de cine emotivo e inspirador como Intocable o Green Book. Esta historia de reencuentro familiar a través de la música es elegante y ligera, divertida y no especialmente matizada, pero con un optimismo natural y facilidad de conectar con cualquier espectador que habite el planeta Tierra.
Emmanuel Courcol (El triunfo, Alto el fuego) es un especialista en este tipo de cine, pero aquí ha perfeccionado la fórmula con algo más de ingenio en los diálogos y en la creación de personajes. Los dos antagónicos protagonistas interpretados por Benjamin Lavernhe (El ángel de los pobres, El brindis) y Pierre Lotin (Cuando cae el otoño) logran una empatía y complementariedad extraordinarias, que aportan la sutileza y profundidad que se echa en falta en algunos giros de la trama.
