Aurora es una joven inmigrante portuguesa que trabaja etiquetando productos en un gran almacén en Escocia. Su empleo es reiterativo y mal pagado. Con tramas similares se han construido muchas películas que pretenden mostrar la desconexión vital de muchas personas atadas a un trabajo exasperantemente funcional. Pero la primeriza Laura Carreira ha logrado crear un universo personal con una sensibilidad muy sutil y metafórica, partiendo de su propia experiencia particular cuando se fue a trabajar a Escocia con tan solo 18 años.
El espectador percibe la degradación de la protagonista (sensacional Joana Santos) a través de su mirada, y en detalles que hieren sin necesidad de estridencias. Mas cerca del naturalismo minimalista del cine social de los Dardenne que de los subrayados ideológicos de Ken Loach, la cineasta portuguesa muestra con crudeza y matices la rutina laboral, con una óptica que recuerda a Nomadland.
El ritmo de la narración es necesariamente sereno, aunque siempre impulsado por situaciones y diálogos con una sencillez simbólica muy cercana. “Dígame, cuando no está trabajando ¿Qué suele hacer?”; “La colada”. La película se agiganta gracias a la luz de sus personajes, capaces de esbozar una sonrisa de complicidad en el momento necesario. Esa solidaridad, tan real y reivindicativa como universal, hace que la película exprese una sanación individual a través de la apertura y admiración hacia los demás. “Creo que tenemos razones para mantener la esperanza –explicaba la directora–. El sistema económico en el que vivimos solo puede seguir funcionando porque somos buenos unos con otros y nos ayudamos mutuamente. En el momento que dejemos de hacer eso, el sistema dejará de funcionar como hasta ahora. Creo que hay mucha bondad en la gente, y para mí era muy importante incluirlo en la película. No quería que la película fuera cínica respecto de la naturaleza humana”.