Basada en hechos reales, la serie producida por BBC One y Netflix recrea los crímenes del franco-vietnamita Charles Sobhraj en Tailandia, Nepal e India durante los años setenta. Con la complicidad de su novia Marie-Andrée Leclerc alias Monique y la ayuda de su amigo Ajay Chowdhury, Sobhraj se hacía pasar por comerciante de piedras preciosas para robar a jóvenes occidentales que, mochila al hombro, recorrían la “ruta hippie” de esos países. Al menos doce fueron asesinados por él, a quienes además robó su identidad.
Siguiendo la dramaturgia propia del género, La serpiente se centra en el juego del gato y el ratón entre el asesino en serie y el diplomático holandés Herman Knippenberg, quien durante años fue la única persona interesada en probar sus crímenes. Menos afortunada resulta la elección de retroceder y avanzar continuamente en el tiempo que, junto con lo repetitivo de los crímenes expuestos, acaba extenuando al espectador.
Un gran acierto de la serie radica en la recreación de los años setenta: los directores Hans Herbots y Tom Shankland lo subrayan intercalando repetidamente imágenes documentales de países del sudeste asiático o de París; y a diferencia de películas en las que los protagonistas parecen actores disfrazados, aquí tienen mayor credibilidad también debido al uso tanto del grano de película como de los planos y travellings propios del cine setentero. A ello contribuye también la credibilidad de los protagonistas: en el personaje de Sobhraj, Tahar Rahim enlaza con su papel en Un profeta, la película que le dio a conocer internacionalmente hace once años.
Por lo que cuenta, y por el modo en que lo cuenta, la serie –que está teniendo un éxito bastante notable en Netflix– se dirige claramente a un público adulto. Pese a la sordidez reinante, La serpiente hace reflexionar sobre el balance de una vida dedicada al crimen, no solo en relación con Charles Sobhraj, sino de modo especial también de la mano del personaje de Marie-Andrée, encarnado con contención por Jenna Coleman, pues es el que mayor recorrido interior posee.