La manzana

TÍTULO ORIGINAL Sib

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Directora: Samira Makhmalbaf. Guión: Mohsen y Samira Makhmalbaf. Intérpretes: Massoumeh Naderi, Zahara Naderi, Ghorban Ali Naderi, Azizeh Mohamadi. 86 min. Jóvenes.

Presentada en la sección oficial del Festival de Cannes 1998, y candidata a la Camera D’Or, esta película obtuvo una calurosa acogida en la crítica y en el público. Su directora tiene sólo 18 años, y es hija del realizador iraní Mohsen Makhmalbaf, con quien firma el guión.

En un barrio pobre de Teherán, varias familias denuncian a la Oficina de Ayuda Social que uno de sus vecinos no deja salir de casa, nunca, a sus hijas. La asistenta social encargada del caso descubre que dos niñas de 11 años, gemelas, viven desde su nacimiento encerradas; sólo pueden asomarse, tras una reja de barrotes, a su mínimo patio de altas paredes. La madre es ciega y vive, segura y convencida, esta misma situación. El pobre padre, que se encarga de traer comida, argumenta, en su ignorancia y dignidad, que sus hijas son como dos flores, y que no deben salir al sol del mundo, porque se agostarían enseguida.

El relato procede detallando el esfuerzo de convicción de la asistenta social para que el buen padre entienda que lo mejor para sus hijas es que sean libres, vayan a la escuela, se relacionen con las demás niñas… Casi a la fuerza eso sucede. Y la película muestra los primeros pasos, torpes, de las niñas por las calles del barrio, el descubrimiento de la amistad con otros niños y niñas…; su candorosa ingenuidad desarma y encanta a todos.

La manzana se refiere a un divertido suceso callejero, y da título a toda la película, que es como un cuento, entrañable y hondo, melancólico y gracioso, tierno y trágico a un tiempo. Contado por quien no tiene prisa, porque está seguro de que será escuchado con atención e interés hasta en sus más pequeños detalles; pues penetrar en el último sentido de una parábola, llegar a la importante verdad que encierra, lleva tiempo, requiere pausa. Así se contaban -y, como se ve, se pueden seguir contando- antiguamente los cuentos, o rondallas.

Bien es cierto que hay que disponer el ánimo, recogerse interiormente, así como se abren, con cuidado y despacio, las sensibles páginas de El collar de la paloma, de Abenhazam, o las memorables composiciones del Libro del Buen Amor, o se escucha cualquier canción de Juan del Encina. Si no es así, mejor es comerse la manzana, por ejemplo.

Pedro Antonio Urbina

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