Esta película se basa en la memoria de un padre bueno y un líder carismático: el médico colombiano Héctor Abad Gómez (1921-1987). Tras su muerte, uno de sus siete hijos, escritor, plasmó en una novela testimonial algunos de los recuerdos más significativos de ese hombre tierno, ateo y heroicamente solidario.
Con el esteticismo que suele lograr en sus películas Fernando Trueba, y el guion tan personal y característico de su hermano David, El olvido que seremos es una película con luces y sombras. La música del polaco Zbigniew Preisner (compositor habitual en las mejores películas de Kieslowski), la fotografía de Sergio Iván Castaño (Alias María) y el trabajo extraordinario del reparto, son los grandes alicientes de la película. Javier Cámara consigue una dicción colombiana y una composición del personaje excelentes, que confirman que es uno de los mejores intérpretes del cine europeo desde hace años.
La película no acaba de generar empatía por la carencia de contrastes y el subrayado de las filias y fobias de David Trueba. Una vez más, la mirada perversa hacia el cristianismo y la exaltación ingenua e idealista de una política y una moral nacidas en San Francisco y en París a finales de los años 60, vuelven a ser muy previsibles y simplistas. Por último, la película carece del nervio y los matices para impulsar un metraje excesivo, a pesar de un tono entrañable y existencialmente luminoso que puede convencer a algunos espectadores.
El olvido que seremos obtuvo el Goya a la mejor película iberoamericana y fue preseleccionado para los Oscar de Hollywood.