La periodista Laura Poitras, directora de esta cinta, había realizado antes dos documentales en los que habla de cómo tras el 11-S la obsesión por la seguridad y la lucha contra el terrorismo supone una notable pérdida de libertades para los ciudadanos. De hecho, la propia Poitras cuenta cómo la sensación de ser vigilada en su país la llevó a instalarse en Alemania. Allí empezó a recibir, por Internet, mensajes en clave firmados por Citizenfour. En ellos le decía que poseía pruebas de la conspiración que la NSA (Agencia Nacional de Seguridad de Estados Unidos) estaba llevando a cabo.
Poitras denuncia el sistemático espionaje de comunicaciones realizado por la NSA, que vigila continuamente a todo el mundo, aunque no haya ningún motivo de sospecha: lo describe como un ejercicio rutinario de violación de derechos. El plato fuerte de esta historia es la entrevista a Edward Snowden, a la sazón de 29 años, consciente de que se lo juega todo solo porque considera que es su deber de ciudadano denunciar los hechos. Su ingenuidad y sufrimiento confieren gran fuerza a este relato que lo convierte en héroe y víctima al mismo tiempo.
Citizenfour es un documental que parece –y es– un thriller trepidante: la dosificación de la información, la enormidad de lo que cuenta y la prudencia que desarrolla Snowden hasta que decide mostrarse al público y a las autoridades, mantienen al espectador en vilo. Tiene Citizenfour un montaje modélico, con un ritmo narrativo pausado en continuo crescendo; al mismo tiempo, el rigor de la narración y la claridad con la que se exponen los hechos y las ideas sugieren que esta obra ha exigido un trabajo enorme, y que el Oscar al mejor documental, ganado este año, es merecido.
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