En una noche lluviosa, una madre muy joven deja a su bebé en una Baby Box, un lugar que tienen algunos hospitales en Japón para evitar abandonos. Pocos minutos después, dos delincuentes secuestran al niño antes de que lleguen a recogerlo. Así comienza esta road movie en la que dos policías persiguen a los ladrones, a los que acabarán uniéndose la madre del bebé y algunos niños “captados” por esta asociación ilegal.
El japonés Hirokazu Koreeda se traslada a Corea del Sur para rodar una película con el actor más famoso del país en estos momentos: Song Kang-ho (Parásitos), que con este personaje de granuja de buen corazón ganó el premio a la mejor interpretación masculina en el último festival de Cannes. Su personaje es fundamental para liderar a un grupo de personas desamparadas que intentan componer una familia inesperada.
Koreeda regresa a sus argumentos predilectos con un conflicto dramático que muestra las carencias afectivas de una sociedad individualista. El cineasta japonés no muestra la genialidad de sus obras maestras (Nadie sabe, Still Walking, Air Doll, De tal padre, tal hijo, Un asunto de familia), ya que el desarrollo dramático de los personajes y el metraje no están tan medidos y, en ocasiones, resultan poco convincentes. Tampoco esta vez la banda sonora es tan sugerente como en sus mejores películas. Se echa mucho de menos al dúo japonés Gontiti o al compositor Katsuhiko Maeda, que lograban una coreografía maravillosa entre lírica visual y musical.
De todas formas, a sus 60 años, Koreeda sigue teniendo una delicadeza diferente para construir personajes con detalles de verismo, sencillez y humor que permiten que los presuntos criminales conecten con el espectador. En sus mejores momentos, Broker transmite algunas luces sobre la maternidad y la filiación como tesoros necesarios para la plenitud del ser humano y la sociedad. Por último, Koreeda vuelve a demostrar una habilidad incuestionable como director de actores infantiles, que protagonizan algunas de las escenas más conmovedoras de la película.