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Un Papa y un Patriarca ruso se hablan por primera vez en la historia

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En la tarde del 12 de febrero, el Papa Francisco se reunió con el patriarca Kirill de Moscú en el aeropuerto internacional José Martí de La Habana. Se trata de un encuentro de resonancias históricas, al ser la primera vez que la cabeza de la Iglesia católica se reúne con el líder espiritual de la Ortodoxia rusa. La delicada cuestión de los católicos orientales ha sido la principal razón por la que el Patriarcado de Moscú había rechazado hasta la fecha celebrar el encuentro.

(Actualizado el 13-02-2016)

Sin embargo, Moscú ha decidido “dejar a un lado las discrepancias internas y unir esfuerzos para salvar a la cristiandad” en tantos lugares de África y Oriente Medio, donde los cristianos sufren persecución. Ha sido el “ecumenismo de la sangre” –expresión empleada por Francisco para aludir a los cristianos perseguidos– el que ha unido a los líderes espirituales de las Iglesias católica y ortodoxa en Cuba, terreno neutral. Su abrazo recuerda al que unió en 1964 a Pablo VI y al patriarca Atenágoras de Constantinopla en Jerusalén, casi mil años después del Gran Cisma del año 1054.

Dos horas de diálogo claro, “sin medias palabras”

El diálogo que mantuvieron Francisco y Kirill en el aeropuerto de La Habana duró dos horas. “Fue una conversación con mucho contenido, que nos dio la oportunidad de entender y sentir las posiciones de uno y otro. Y los resultados de la conversación me permiten asegurar que actualmente, las dos Iglesias pueden cooperar conjuntamente defendiendo a los cristianos en todo el mundo”, dijo el patriarca Kirill después de firmar una declaración conjunta con el Papa Francisco. “Hablamos claramente, sin medias palabras, y yo les confieso que he sentido la consolación del Espíritu en este diálogo”, añadió Francisco.

“Es un acontecimiento con una importancia extraordinaria en el camino del ecumenismo”

De los numerosos temas que aborda el texto de la declaración, destaca de modo especial el de los cristianos perseguidos, “procedentes de diferentes Iglesias”. Según el documento, este “sufrimiento común” crea unidad, y es “la clave para la unidad de los cristianos”. “En muchos países de Oriente Medio y África del Norte –sigue el texto– se exterminan familias completas de nuestros hermanos y hermanas en Cristo, pueblos y ciudades enteros habitados por ellos (…). Hacemos un llamamiento a la comunidad internacional a unirse para poner fin a la violencia y al terrorismo”. La declaración también reclama la liberación de “los Metropolitas de Alepo, Pablo y Juan Ibrahim, capturados en abril de 2013”.

Además, la declaración conjunta trata otros temas –que conciernen tanto a católicos como a ortodoxos– como la discriminación de los cristianos en las en las sociedades secularizadas, la fidelidad a las raíces cristianas de Europa, el valor de la familia fundada sobre el matrimonio o la defensa de la vida. El texto también subraya la importancia de “la Tradición espiritual común del primer milenio del cristianismo”, compartida por ambas Iglesias.

Un progresivo acercamiento

El acercamiento entre católicos y ortodoxos se remonta a los años del Concilio Vaticano II, cuando Pablo VI y Atenágoras, entonces patriarca de Constantinopla, revocaron en 1965 las excomuniones recíprocas derivadas del Gran Cisma mediante una declaración conjunta. Desde entonces ambas sedes han cultivado unas relaciones cordiales que, en cambio, nunca ha habido entre Roma y el Patriarcado de Moscú, creado quinientos años después del cisma.

La cuestión de la Iglesia greco-católica ucraniana es una crisis del diálogo ecuménico que todavía no está superada

Fue a partir del pontificado de Juan Pablo II cuando la Iglesia católica comenzó a manifestar a través de gestos elocuentes su voluntad de acercamiento a la Iglesia ortodoxa rusa. El más significativo de ellos fue la entrega en 2004 de una valiosa copia del icono de la Virgen de Kazán al patriarca Alexis II por medio de una delegación encabezada por el cardenal Walter Kasper. “Creo que su decisión de entregar el icono manifiesta el deseo sincero de superar las dificultades existentes en las relaciones entre nuestras dos Iglesias”, afirmaba Alexis II en una carta dirigida a Juan Pablo II.

La elección de Kirill como patriarca de Moscú, en febrero de 2009, fue un motivo de esperanza. Sus años al frente de las relaciones exteriores del Patriarcado de Moscú habían sido ocasión de tener numerosos contactos con interlocutores católicos. De hecho, Kirill mantuvo un breve encuentro con Benedicto XVI en 2005, pocos días después de su elección como papa.

A pesar de estos y otros avances, John Allen explica cómo “muchos ortodoxos rusos temen que el modelo católico de ecumenismo signifique una sumisión a la autoridad del papa. Y, a pesar de que Juan Pablo II, Benedicto XVI y ahora Francisco hayan insistido repetidas veces en que su objetivo es una ‘diversidad reconciliada’, la sospecha nunca se ha desvanecido”.

La cuestión “uniata”

Hasta la fecha, la Iglesia ortodoxa rusa apuntaba a ciertas discrepancias con la Iglesia católica que debían ser resueltas antes de programar ningún encuentro entre sus respectivos líderes. Entre ellas destacaba la cuestión de las llamadas “Iglesias uniatas”, es decir, las Iglesias orientales que restablecieron la comunión con Roma. Según John Allen, algunos ortodoxos ven estas Iglesias “como un caballo de Troya creado con el fin de succionar gente desde la Iglesia ortodoxa”.

La declaración firmada en Balamand en 1993 por la Comisión mixta para el diálogo entre católicos y ortodoxos reconocía el derecho a la existencia de estas Iglesias, pero rechazaba el “uniatismo” como camino ecuménico.

“Muchos ortodoxos rusos temen que el modelo católico de ecumenismo signifique una sumisión a la autoridad del papa” (John Allen)

Muchas Iglesias ortodoxas rechazaron el documento de Balamand, que les invitaba a mirar hacia estas “Iglesias hermanas” como iguales. Por su parte, algunas de las Iglesias católicas orientales consideraron que este documento las condenaba a la asfixia. En su libro Caminos de unidad, el cardenal Walter Casper considera que esta es “una crisis del diálogo ecuménico que todavía no está superada”.

El caso de la Iglesia greco-católica ucraniana, con 5 millones de fieles, es el más polémico de todos, ya que, según los ortodoxos, supone una intromisión en el “territorio canónico” del Patriarcado de Moscú. Además, los ortodoxos rusos acusan a la Iglesia greco-católica ucraniana –y a los católicos en general– de hacer proselitismo entre sus fieles. De hecho, la erección de cuatro diócesis católicas en Rusia en 2002 fue una de las razones por las que el diálogo ecuménico quedo estancado.

La visión de los católicos orientales

En un breve ensayo publicado por Crux, el arcipreste greco-católico Andriy Chirovsky, de la Universidad de san Pablo en Ottawa (Canadá), explica la perspectiva de los católicos orientales sobre la reunión entre Francisco y Kirill. En primer lugar, Chirovsky deja claro que los católicos orientales no se oponen al encuentro; al contrario, un día después de que fuera anunciado, Sviatoslav Shevchuk, cabeza de la Iglesia greco-católica, sostuvo que “es bueno que este encuentro tenga lugar, y estoy contento de que finalmente la Iglesia ortodoxa rusa haya comprendido que los encuentros son necesarios”.

En cualquier caso, la situación de la Iglesia greco-católica con respecto al Patriarcado de Moscú no es nada sencilla. Desde 1946 hasta 1989, esta Iglesia fue perseguida por el régimen soviético, y sus templos fueron cedidos a la Iglesia ortodoxa rusa. Solo a partir del 1 de diciembre de 1989, día en que Mijaíl Gorbachov se reunió con Juan Pablo II, quedó oficialmente descriminalizada. No obstante, los intentos de los greco-católicos por recuperar sus templos son presentados por el Patriarcado Moscú como ocupaciones violentas.

“Los resultados de la conversación me permiten asegurar que las dos Iglesias pueden cooperar conjuntamente defendiendo a los cristianos en todo el mundo” (Patriarca Kirill)

El mismo día del anuncio del encuentro entre Francisco y Kirill, el metropolita Hilarión recordaba en la rueda de prensa que “el problema de los uniatas” es “una herida sangrante sin cicatrizar que impide la normalización de las relaciones” entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa rusa. También añadió que las negociaciones sobre un posible encuentro entre el papa y el patriarca habían comenzado en 1996, pero no habían prosperado por la cuestión de los “uniatas”.

La declaración conjunta firmada en La Habana aborda este tema, reconociendo que “los ortodoxos y los greco-católicos necesitan la reconciliación y la búsqueda de formas de convivencia mutuamente aceptables”.

Los intereses de Moscú

Además de los motivos oficiales del encuentro –la persecución de los cristianos en Oriente Medio–, el arcipreste Chirovsky señala otras razones que han podido mover al Patriarcado de Moscú. Por un lado, el concilio panortodoxo que se celebrará en junio en Creta parece haber acelerado los tiempos. Desde hace varios años, Moscú se ha mostrado algo reticente a la primacía de honor del Patriarcado de Constantinopla. Según el parecer de Moscú, “el liderazgo de la comunión ortodoxa debería recaer sobre la mayor y más rica de las Iglesias ortodoxas –la rusa–, y no sobre un patriarcado con sede en Estambul que cuenta con escasos fieles en Turquía, una nación no cristiana”, explica Chirovsky. Así, el encuentro con Francisco sería un movimiento estratégico de la Iglesia rusa para afianzar su posición dentro de la comunión ortodoxa.

Además, en los últimos años la Iglesia ortodoxa ucraniana –más conocida como el Patriarcado de Kiev– ha intentado ser reconocida como “autocéfala” por parte de las demás Iglesias ortodoxas, que todavía la ven como “cismática”. El acercamiento del patriarca de Constantinopla a los deseos de Kiev es un acicate más para que Moscú insista en apuntalar su autoridad, y el encuentro con Francisco es una buena ocasión para ello.

Finalmente, parece poco probable que la decisión de celebrar este encuentro sea exclusiva de Kirill. Los estrechos vínculos que ligan a la Iglesia ortodoxa con el Gobierno ruso hacen que sea “imposible imaginar que un movimiento tan relevante como el primer encuentro con el Papa de Roma tenga lugar sin el expreso consentimiento de Vladímir Putin”, afirma el arcipreste de Ottawa. Tal vez el Gobierno ruso quiera así limpiar la reputación internacional de un país manchado por su postura en Crimea y Siria.

Un posible camino hacia Rusia

En cualquier caso, el encuentro entre Francisco y Kirill en La Habana es visto por algunos expertos como “un primer paso para una posible visita futura del Papa a Rusia. Es preparar un poco los ánimos y la sensibilidad del mundo ortodoxo ruso, que ante la Iglesia católica siempre ha tenido sus reservas, una cierta distancia”, explica José Ramón Villar, profesor de Teología Ecuménica en la Universidad de Navarra. “Es un acontecimiento con una importancia extraordinaria en el camino del ecumenismo”, sostiene Federico Lombardi, portavoz de la Santa Sede.

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