Se publica «Jesús de Nazaret», el libro del Papa

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Roma. A finales de 2004, el cardenal Joseph Ratzinger comentaba al responsable de la revista «Communio» que después de su jubilación, que creía cercana, tenía previsto dedicarse a terminar el libro sobre Jesucristo que había comenzado a escribir durante el verano del año anterior. Sin duda, consideraba esa obra como la conclusión lógica de una vida dedicada al estudio teológico y a la actividad pastoral. A estas alturas, ya sabemos cómo continuó la historia. La jubilación no llegará nunca, pero el libro -en su primera parte- sí ha visto la luz, precisamente en el día del ochenta cumpleaños del autor y en las vísperas del segundo aniversario de su elección como Papa.

Lo que tampoco podía imaginar el entonces prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe es que el eco internacional de aquel trabajo, que anhelaba concluir, iba a superar con creces sus previsiones más optimistas. La editorial Rizzoli, encargada por la Libreria Editrice Vaticana (poseedora de los derechos de autor) de la publicación de «Jesús de Nazaret», ha realizado una primera edición de 350.000 ejemplares en italiano, y se distribuirán otros muchos miles en las treinta versiones que ya están en marcha en otros idiomas.

Uno de los trasfondos del libro es la credibilidad de la fe. Joseph Ratzinger-Benedicto XVI quiere mostrar que Jesús no es un mito, sino una presencia real en la historia; quiere confirmar al lector en la profunda unidad que existe entre el Jesús de la historia y el Cristo Hijo de Dios de la fe. Para entender la importancia de este esfuerzo, conviene recordar que algunas tendencias de la exégesis bíblica han separado estos dos aspectos. Según las interpretaciones más radicales, lo que sabemos hoy de Cristo sería solo fruto de la fe de los discípulos, no de indicios históricos. Esos planteamientos surgieron hace dos siglos en ámbito protestante, pero han impregnado también la exégesis católica.

El Papa no hace una crítica global de los estudios que siguen este método histórico-crítico. Subraya sus virtudes y defectos, y pide a los estudiosos que no «censuren» los aspectos teológicos. En el fondo, desea defender la «fe de los sencillos» y liberar el texto evangélico de la prisión en la que a veces lo encierran algunos «superespecialistas» cuando centran su atención en un aspecto aislado y olvidan la visión de conjunto, o cuando ofrecen fotografías del «verdadero» Jesús que son más bien retratos de los propios autores y de sus ideales. Es sintomático, en este sentido, la referencia que hace al «Breve relato sobre el Anticristo», de Vladimir Soloviev, de la que se deduce que la interpretación sesgada de la Biblia puede convertirse, efectivamente, en un instrumento al servicio del enemigo de Dios.

Redescubrir el rostro de Cristo

Aunque el libro exige una lectura atenta, pues no es una obra de divulgación, sin embargo sus conceptos se entienden. Una de las ventajas del estilo de Joseph Ratzinger es que no usa un vocabulario personal que exija una previa familiaridad por parte del lector. El texto se caracteriza por su sencillez expositiva y por la capacidad de acercar a una amplia gama de personas a los temas esenciales de la fe. El lector encontrará en sus 448 páginas (versión italiana) el relato y comentario de la actividad pública de Jesús, desde el bautismo hasta la transfiguración. En un segundo volumen -sobre el que el Papa afirma que está trabajando «en los ratos libres»- abordará la vida de infancia, y la pasión, muerte y resurrección. La decisión de no esperar a publicar todo en un único volumen muestra la urgencia que el Papa otorga a la tarea de redescubrir el verdadero rostro de Cristo.

Cabe pensar que, además de señalar los abusos de algunas corrientes exegéticas, el Papa desea también ofrecer una respuesta a la bibliografía sensacionalista sobre la figura de Jesús, especialmente en boga en los últimos años; libros que, en muchos casos, vuelven a presentar como nuevos planteamientos ya rebatidos hace siglos. A esto hizo alusión el arzobispo de Viena, Card. Christoph Schönborn, durante la presentación del libro: «Las imágenes de fantasía que presentan a Jesús como un revolucionario, un manso reformador social, como el amante de la Magdalena… se pueden depositar tranquilamente en la sepultura de la historia».

En el acto intervinieron también Daniel Garrone, teólogo protestante, y Massimo Cacciari, filósofo «laico». Garrone centró su crítica en lo que denominó el «contenido apologético» del libro, pues desde su punto de vista es imposible demostrar que el Jesús de la fe y el de la historia se identifiquen. Esa crítica, presentada en el clima de franqueza que caracterizó el acto, muestra lo arraigadas que están -en este caso, en ámbito protestante- las tesis que el Papa reprueba en el libro. Cacciari, por su parte, concluyó su intervención señalando que «este libro es un llamamiento dramático dirigido a cada hombre, creyente o no, un llamamiento a decidirse».

No es un acto del Magisterio

Juan Pablo II ya nos había acostumbrado a que un Papa publicara libros y no solo documentos magisteriales. Durante su pontificado, Karol Wojtyla envió a la imprenta cinco libros: «Cruzando el umbral de la esperanza» (1993), la entrevista con Vittorio Messori, que ha superado los veinte millones de ejemplares; «Don y misterio» (1996) y «¡Levantaos, vamos!» (2004), recuerdos y consideraciones sobre su ministerio sacerdotal y episcopal, respectivamente; el libro de poesías «Tríptico Romano» (2003), y «Memoria e identidad» (2005), reflexiones filosóficas sobre las ideologías del novecientos, y sobre la presencia del bien y del mal en el mundo.

La diferencia de esos libros con respecto a «Jesús de Nazaret» es que la obra de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI se adentra en temas de investigación teológica, un terreno donde hay abundantes aspectos sobre los que el Magisterio no se ha pronunciado; y, como cualquier estudio de ese tipo, hace valoraciones personales sobre las aportaciones de determinados autores. De ahí la opción por la doble firma.

El Papa advierte en el prólogo que el contenido del libro no es en absoluto un acto del Magisterio, sino expresión de su investigación personal del «rostro del Señor». Esto quiere decir que no se puede usar como argumento de autoridad del mismo modo que se hace, por ejemplo, con una encíclica. El Papa añade que, al no ser un acto magisterial, «cada uno es libre de criticarme». Aunque esa fue la frase del libro más citada en las informaciones de prensa que siguieron a su publicación, parece obvio -como sintetizó el cardenal Schönborn- que el objetivo del Papa no es suscitar polémicas sino «hacer crecer en cada uno la relación vital con Cristo».

Diego Contreras

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