Cuidar a los que cuidan: el caso de los sacerdotes

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Parece que en todos los colectivos que se dedican a cuidar de otros (familiares de personas dependientes, padres, personal sanitario, profesores) es más común sufrir burnout. Sin embargo, existe uno del que suele hablarse menos, en parte por falta de información y en parte por cierto tabú: los sacerdotes católicos.

Al igual que ocurre en otras profesiones que implican un contacto frecuente con el sufrimiento, los sacerdotes pueden padecer más desgaste emocional que la media, por lo que requieren de una madurez psicológica y afectiva realmente sólidas.

Cada vez son más los medios e instituciones que están poniendo el foco en la situación psicológica de parte del clero. De hecho, algunas conferencias episcopales, como la norteamericana, la francesa o la brasileña, han encargado estudios en sus respectivas diócesis para hacerse cargo del alcance del burnout entre sus presbíteros.

También la comunidad académica está, poco a poco, prestando más interés a este asunto. Por ejemplo, una investigación publicada hace unos meses en Brasil –uno de los países que más ha ahondado en el problema– revelaba que en los últimos siete años 40 sacerdotes se han suicidado en sus distintas diócesis. Son cifras de incidencia relativa más bajas que las de la población total del país, pero no deja de ser un drama, también por la repercusión de estos fallecimientos en otras personas.

Como señala un extenso artículo en la BBC, escrito a raíz de esos datos, los problemas a los que aluden la mayoría de expertos y estudios son similares: unas expectativas de perfección y exigencia que acaban por abrumar a los sacerdotes, la soledad, o un activismo excesivo derivado de una pastoral que es difícil de asumir.

Por otro lado, las recientes campañas mediáticas a raíz de las investigaciones de abusos en el seno de la Iglesia, como es el caso de España, Estados Unidos o Francia, han puesto a los sacerdotes en el centro de la diana, exponiéndoles al juicio de la opinión pública, y en ocasiones incurriendo en generalizaciones injustas, como si la minoría de abusadores representara a todo el colectivo.

Ocultar los problemas no ayuda

La figura del sacerdote es comparable a la del líder de una comunidad, y como tal, su vida se encuentra expuesta frente quienes tienen encomendados, de modo que lo personal pasa a un segundo plano. Sobre ellos no pocas veces se proyecta la expectativa de una vida perfecta y sin errores, disponibles 24 horas al día 7 días a la semana, siempre dispuestos a escuchar cualquier problema o necesidad de sus fieles.

Esto mismo afirma el sacerdote de la diócesis de Getafe, Patxi Bronchalo, en conversación con Aceprensa: “Esa imagen de persona que no puede fallar, que la gente a veces proyecta en nosotros, nos afecta porque no queremos defraudar a quienes tenemos encomendados. La paternidad del sacerdote muchas veces nos lleva a ocultar nuestras debilidades, al igual que un padre lo hace con sus hijos. Es importante que se caiga esta imagen, y a la vez que los laicos tomen conciencia de que también necesitamos de su ayuda”, afirma.

Otro estudio que ha profundizado sobre este asunto se titula El sufrimiento psíquico de los presbíteros. Según su autor, el psicólogo William Pereira, «se espera que el sacerdote sea, como mínimo, un modelo de virtud y santidad. Cualquier error, por pequeño que sea, se convierte en blanco de críticas y juicios. Por miedo, culpa o vergüenza, algunos prefieren suicidarse antes que pedir ayuda».

Por su parte, Wenceslao Vial, sacerdote, médico y escritor, especializado en psicología y vida espiritual, aborda en su libro El sacerdote, psicología de una vocación cuáles son las causas del burnout sacerdotal, y aporta claves prácticas para que los presbíteros aprendan a cuidarse, a vivir su celibato con plenitud y a no verse abrumados por las tareas pastorales.

Uno de los estudios recientes más exhaustivos sobre el burnout en los sacerdotes latinoamericanos es el que ha llevado a cabo Helena López Herrera, de la Universidad de Salamanca. Tras entrevistar a casi 900 sacerdotes, la autora concluía que un 26% sufría burnout en alto grado y un 33% en intermedio; en total, casi dos tercios de los encuestados.

El estudio también señalaba algunos de los factores que ayudan a prevenir el desgaste. Entre ellos, que el sacerdote se sienta realizado con la propia vocación y que aprenda a conocer sus emociones, de forma que pueda detectar a tiempo los indicios de burnout.

Iniciativas que reman a favor: acompañamiento y orientación

Otras claves en las que coinciden los expertos son tener aficiones sanas, aprender a descansar y a pedir ayuda cuando uno no se ve capaz de realizar determinadas tareas, o rodearse de otros sacerdotes amigos para evitar la soledad. También es importante la labor de formación y discernimiento que debe hacerse desde los seminarios, y que puede ayudar a detectar a los candidatos que necesitan atención psicológica, o cuya situación personal no hace conveniente que sean ordenados.

Así lo señala también Patxi Bronchalo: “Ciertamente las exigencias que muchas veces nos cargamos nosotros mismos sobre las espaldas pueden ser duras. En el seminario se nos enseña a vivir una soledad habitada por Dios (porque no estamos solos) y a no caer en un activismo excesivo que podría terminar por rompernos. Es importante cuidar mucho el corazón como centro que mueve nuestras vidas, que no es lo mismo que dejarse llevar por los sentimientos de cada momento. Debemos deshacernos de la idea de que cuidarse a uno mismo es egoísta. Tenemos que ser ordenados, dormir las horas suficientes, no descuidar las comidas… esto nos ayuda mucho a no abandonarnos. Nuestra vocación no es un sprint, sino una carrera de fondo. Tenemos que durar toda la vida”.

Basándose en sus años como sacerdote, este mismo presbítero coincide con otros preguntados por Aceprensa en la importancia de contar con gente alrededor que ayude en los distintos planos de la vida: “En un nivel más personal es bueno que el sacerdote viva en una comunidad en la que se sienta acompañado, querido y no exigido. También que tenga un buen director espiritual que sepa guiarle y acompañarle. En un nivel más general, los COFs (Centros de Orientación Familiar) también son una herramienta estupenda para cuidar la salud mental de los presbíteros”.

Fuera de España, existen iniciativas como Priest Thriving, not Surviving (Sacerdotes que prosperan, no sobreviven). Nacida en Estados Unidos, ha comenzado a formar una red de apoyo con recursos online tanto para los sacerdotes que sienten que necesitan ayuda como para los laicos que quieran brindársela.

Esta y otras iniciativas sirven para poner en el foco un problema que, sin afectar ni mucho menos a la mayoría de los sacerdotes, repercute en la vida de bastantes personas, pues afectan a uno de esos colectivos sobre los que recae el peso de los cuidados.

Diego Peralta
@diegopsf_

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