Hace falta valor para arrepentirse, como en el caso de ex etarras. Pero también hace falta valor para perdonar. Ante el arrepentimiento del ofensor, el perdón es también un modo de cicatrizar las heridas.
Con motivo del 80 aniversario de la revolución rusa y la polémica sobre las víctimas del comunismo, Barbara Spinelli escribe en La Stampa (Turín, 7-XI-97).
Con su propuesta de examen de conciencia histórico, Juan Pablo II se dirigía a los cristianos. Pero, una vez más, una acción del Papa está alimentando también el debate cultural. En Italia ha sido Ernesto Galli della Loggia, profesor universitario, exponente de lo que allí se llama pensamiento laico y liberal, quien desde las páginas del Corriere della Sera (26 octubre) ha recogido el guante. También la cultura "laica" tiene sus culpas y tiene que pedir perdón. La afirmación resonó como una colosal provocación y ha dado origen a un animado debate.
Diversos gobiernos están reconociendo públicamente culpas pasadas de sus predecesores y pidiendo perdón a las víctimas. ¿Qué sentido tienen tales gestos? ¿Sirven para algo?