Los padres dejaron la religión, sus hijos la redescubren

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Los jóvenes europeos están más interesados que sus mayores por los problemas religiosos, aunque esta preocupación no implique adhesión a las Iglesias y una práctica religiosa regular. Según la última encuesta del «European Values Survey», la nueva generación está interesada en las respuestas de la religión al sentido de la vida y de la muerte, y hace suyas más creencias religiosas.

El «European Values Survey» es una encuesta sobre la evolución de los valores de los europeos que se ha hecho ya en tres oleadas: en 1981, 1990 y 1999. Las encuestas, realizadas por los Institutos oficiales de opinión pública, miden las actitudes de los europeos ante la familia, el trabajo, la política, la religión, las normas sociales, etc., y suministran datos comparativos que luego alimentan los estudios sociológicos. Los datos de la encuesta de 1999 sobre los jóvenes y la religión han sido publicados este verano en la revista francesa Futuribles (julio-agosto).

La actitud religiosa de los nacidos después de 1970 es ambivalente. De una parte, el porcentaje de jóvenes de 18-29 años que declaran pertenecer a una religión ha disminuido desde 1981 en casi todos los 12 países de la Unión Europea que se consideran en el estudio, con la excepción de Austria y Portugal. De todos modos, el porcentaje medio está por encima del 70% -en España, el 71%-, mientras que los países más secularizados son Francia (47%) y Holanda (30%). En total, en los nueve países donde existen datos desde la primera encuesta de 1981, el porcentaje de los «sin religión» ha aumentado del 22% al 32% en 1999.

Más abiertos a cuestiones religiosas

Pero este declive es compatible con el afianzamiento religioso entre los jóvenes que se declaran cristianos y con un aumento de las creencias entre los que se consideran «sin religión». Si los jóvenes de los años 60 vivieron un periodo marcado por ideologías de ruptura con la religión, la siguiente generación está más abierta a cuestiones de tipo religioso. Estos jóvenes son los hijos de los adolescentes de mayo del 68, que decidieron no transmitir la educación religiosa que habían recibido. Sus hijos han crecido con una carencia de educación del sentido religioso. Pero tampoco manifiestan la hostilidad de sus padres hacia la Iglesia, y muestran interés hacia las respuestas que la religión da al sentido de la vida.

La creencia en Dios baja en seis países desde 1981 -entre ellos España, que pasa del 76% al 68%-, pero crece en otros seis, sobre todo en Italia (87%) y en Portugal (86%). Incluso entre los que se declaran «sin religión», los que creen en Dios han subido del 20% al 29%, y los que esperan «una vida después de la muerte» del 19% al 28%.

La inquietud por el «más allá»

En nueve países de la UE donde hay datos comparativos, los que creen en una vida después de la muerte han aumentado del 38% en 1981 al 44% en 1999. Y no solo eso. También está en alza la creencia en el cielo y en el infierno (uno de cada cuatro jóvenes cree en la posibilidad de este castigo). De lo que cabe deducir que las iglesias no deberían ser reacias a hablar del «más allá», ya que es algo que responde a las inquietudes de los jóvenes.

Para el 22%, la creencia en la otra vida supone esperar la reencarnación, concebida quizá como una segunda oportunidad. Aquí se nota la influencia de una idea propia de las religiones orientales, aunque para éstas la reencarnación es más bien una carga de la que hay que llegar a librarse.

El país más religioso de los 12 encuestados es Irlanda, donde un 90% de los jóvenes creen en Dios y un 43% mantienen una práctica religiosa. En cambio, en otro país tradicionalmente católico como España en los últimos veinte años se ha registrado un descenso notable de la práctica dominical de los jóvenes, del 34% al 13%, porcentaje solo superior al de Francia y Suecia.

Un caso llamativo es el de Portugal, donde todos los índices de evolución religiosa de los jóvenes han registrado un alza respecto a 1990, además es el país donde es mayor la confianza en la Iglesia (67%).

La encuesta revela también incoherencias o, al menos, un modo de concebir la religión como algo más bien cultural. Así, en países de la Europa del Norte (Alemania, Dinamarca, Suecia) los jóvenes que declaran pertenecer a una religión son muchos más que los que creen en Dios. Por el contrario, en países católicos como Irlanda, España y Portugal, el porcentaje de los que creen en Dios es superior a los que se adhieren a una religión.

En general, de la encuesta se desprende que la nueva generación joven es más sensible a los problemas religiosos, aunque no por eso frecuenta más las iglesias. Entre los jóvenes creyentes se reafirma un cristianismo de convicción, que manifiesta sin complejos la fe. Al mismo tiempo hay una tendencia hacia la religiosidad «a la carta», individualista, sin que esto suscite tampoco oposición a la institución. Entre los jóvenes «sin religión» se desarrolla una religiosidad autónoma, difusa, al margen del cristianismo.

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