Cuando el Departamento de Estado de EE.UU., en 2021, sacó a Nigeria de la lista de Países de Especial Preocupación (CPC) en materia de libertad religiosa, los cristianos nigerianos fueron quienes se quedaron preocupados: según Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN), entre enero de ese año y junio de 2022, los pastores fulani (mayormente musulmanes) atacaron varios poblados en el denominado “Cinturón Medio” del país y asesinaron a unos 7.600 agricultores cristianos.
La noticia es que, días atrás, la Casa Blanca ha devuelto a Nigeria a ese listado, en el que están China, Cuba, Irán, Corea del Norte, Rusia, etc., y el presidente Donald Trump ha amenazado al Gobierno de aquel país con entrar y acabar, manu militari, con una persecución y unos atropellos que estarían yendo a más. “Si atacamos, será rápido, brutal y cruel, ¡igual que como los terroristas atacan a nuestros queridos cristianos!”, dijo en Truth Social, y advirtió que las autoridades locales tenían que actuar con prontitud.
El presidente republicano estaría pisando el acelerador porque, en buena medida, parte de su base electoral –católicos y evangélicos– le están haciendo notar que hay una situación insoportable en el país africano. El 15 de octubre, varias personalidades estadounidenses le hicieron llegar una carta en la que afirmaban que, desde 2009, unos 52.000 cristianos nigerianos han sido asesinados, incluidos varios miles en 2025, y que más de 100 pastores cristianos y sacerdotes católicos han sido tomados como rehenes para exigir rescates, un dinero que, en muchos casos, terminan pagando los familiares de los ministros religiosos. Entre los firmantes se encontraban el arzobispo de San Francisco, Salvatore J. Cordileone; Kelsey Reinhardt, presidenta de la organización CatholicVote, y la prestigiosa jurista Mary Ann Glendon, además de otras figuras religiosas, políticas y académicas.
Según el P. Lawrence Emehel, sacar a Nigeria de la lista de CPC en 2021 “fue un error, porque el asesinato de cristianos estaba en su punto álgido”, pero desde entonces “las cosas han cambiado”
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Una pregunta que se hacen algunos observadores, sin embargo, es si en estos meses está ocurriendo algo que no hubiera ocurrido con mayor intensidad en otros momentos de la historia del país, como para que la Casa Blanca esté mostrando el puño. Una tesis es que, ante la inundación informativa sobre la catástrofe humanitaria en la Franja de Gaza, algunos creadores de opinión en los medios y en las redes sociales han sacado a relucir las masacres y la destrucción de lugares de culto en Nigeria para echarle en cara a la comunidad internacional y a determinadas corrientes políticas su “angustia selectiva” y su desidia ante otros dramas.
En efecto, en el país africano, a estas alturas del siglo XXI, no es que sea garantía de vida portar una cruz. En junio pasado, por ejemplo, en el estado de Benue (centro), 218 personas fueron asesinadas a tiros y machetazos mientras se refugiaban en un local de la Iglesia católica. A pesar de ello, sin embargo, varios ministros religiosos in situ refieren que, aunque las circunstancias son malas, no lo son tanto como en el pasado.
“Hoy podemos decir que hay una mejoría –dice a Catholic News Agency (CNA) el P. Solomon P. Zaku, director nacional de las Obras Misionales Pontificias–. Todavía hay personas que mueren, pero no como antes. Su declaración (en alusión a una propuesta del senador republicano Ted Cruz de designar a Nigeria como CPC) habría tenido más sentido si se hubiera hecho antes, cuando la persecución era real. Aunque todavía hay casos de inseguridad en diferentes partes del país, podemos decir que la situación ha mejorado en cierta medida”.
En sentido parecido se expresa el P. Lawrence Emehel, director nacional de Misión y Diálogo. En su opinión, sacar a Nigeria de la lista de CPC en 2021 “fue un error, porque el asesinato de cristianos estaba en su punto álgido”. Pero desde entonces, asegura, “las cosas han cambiado. Todavía existen focos de violencia, pero no una persecución generalizada”.
Un Estado en decadencia
Desde luego que, si el componente religioso marca la realidad de la violencia en Nigeria, no sería correcto hablar de un conflicto entre cristianos y musulmanes por el deseo de hacer que un credo impere sobre otro, al modo de una gesta medieval. No es solo la cruz o la media luna: es el tenso acceso al agua y a la tierra; es la corrupción; es la indiferencia criminal de los políticos…
Según explica a Aceprensa el sacerdote nigeriano Stan Chu Ilo, profesor en la De Paul University, en EE.UU., “no cabe duda de que los cristianos han sufrido profundamente: aldeas enteras incendiadas, sacerdotes y fieles asesinados en el altar, familias desplazadas y comunidades que viven con el temor constante al secuestro o la muerte. Sin embargo, describir esta tragedia simplemente como ‘genocidio’ o ‘persecución’ no refleja la realidad en su conjunto. Lo que presenciamos en Nigeria no es una política estatal organizada contra los cristianos, sino el síntoma de un Estado en decadencia, capturado por una oligarquía corrupta que ha convertido a los ciudadanos en peones de su despiadado juego de poder”.
“El Gobierno nigeriano –añade– insiste en que está luchando contra el terrorismo de Boko Haram y el Estado Islámico en África Occidental (ISWAP). Y esto es cierto, pero su fracaso radica en su parálisis moral: en su incapacidad de proteger a sus ciudadanos, tanto cristianos como musulmanes. Por tanto, si bien la persecución es una realidad, tiene menos raíces en la religión y más en el colapso de la autoridad, de la justicia y de la compasión”.
Los líderes cristianos, mejor a distancia de los políticos
Según explica el sacerdote, aunque la violencia se disfraza de religiosa, su esencia es política, económica y étnica, pues, si bien Boko Haram y el ISWAP atacan a los cristianos en nombre del islam, se alimenta de la pobreza, el desempleo, la mala gobernanza y la instrumentalización de las identidades étnicas.
“En la región central de Nigeria, pastores y agricultores se disputan tierras cada vez más reducidas, y estos conflictos se presentan automáticamente como una lucha entre musulmanes y cristianos. Cuando la gobernanza falla, la fe se convierte tanto en refugio como en arma. La tragedia de Nigeria reside en que la religión, en lugar de sanar la tierra, se ve con demasiada frecuencia al servicio de la división, el regionalismo, el tribalismo y el fanatismo”.
Interpelada sobre la violencia, la clase gobernante no deja de repetir el mantra de “estamos luchando contra el terrorismo”, pero no se ve una luz al final del túnel, porque los fusiles y los machetes son solo la expresión visible de algo más profundo.
“Que el mundo invierta no en una intervención, sino en conciencia; que nos ayude a reconstruir una sociedad donde la fe sea luz, no fuego”. (P. Stan Chu Ilo)
“Lo que sufre Nigeria no es mera inseguridad –dice el P. Stan–, sino la ausencia de un liderazgo moral. Los sucesivos gobiernos, cegados por el interés propio, han permitido que la violencia se extienda por todos los rincones del país. La solución no vendrá de decretos presidenciales, sino del renacimiento de la ética pública, de ciudadanos que redescubran su poder colectivo para forjar su destino”.
En este sentido, advierte que la Iglesia y la sociedad civil no pueden guardar silencio ante la injusticia. “Creo que, en ocasiones, los líderes cristianos en Nigeria deberían mantener cierta distancia con los políticos. Personalmente me incomoda la estrecha relación que existe entre algunos, y el hecho de que diócesis y organizaciones católicas acepten donaciones de los políticos. Si viviéramos en otra época, esto podría considerarse un genuino acto de generosidad, pero en nuestros tiempos esto confunde a los fieles y podría ser motivo de escándalo”.
Respecto a los amagos de intervención de Washington, sostiene que “EE.UU., bajo el mandato de Trump, no puede sanar a Nigeria, porque aún no se ha sanado a sí mismo”. Sí ve positivamente la presión internacional, pero pide a las potencias extranjeras que, más que una intervención, apoyen decididamente el Estado de derecho y el fortalecimiento de las instituciones cívicas, e insistan en la urgencia de que los corruptos y los traficantes de armas rindan cuentas.
El país necesita la presión internacional, asegura, “pero no al modo en que la hacen los políticos estadounidenses o de otros países, sino como puede hacerlo la Santa Sede: pronunciándose en contra del sufrimiento de los cristianos. Que el mundo invierta no en una intervención, sino en conciencia; que nos ayude a reconstruir una sociedad donde la fe sea luz, no fuego”.
La “sharía”, en desmedro de la convivencia
A semejanza del P. Stan, Mons. Gerald Musa, obispo de Katsina, en el norte del país, ve más que un simple matiz religioso en los incidentes de violencia.
“No todos los actos de este tipo están motivados únicamente por la religión –nos dice–. Aunque las diferencias religiosas han causado problemas, también es evidente que la violencia en Nigeria suele tener causas como la competencia por la tierra y el agua, las tensiones étnicas, el bandolerismo y los secuestros extorsivos. Existen casos claros en el estado de Katsina, donde varias aldeas en las que viven cristianos y musulmanes por igual han sido saqueadas, y sus residentes, secuestrados y asesinados por los bandidos”.
El prelado, de etnia hausa (mayormente musulmana), ha comprobado en su territorio que una buena convivencia es posible, de lo que son muestra las invitaciones mutuas que cristianos y musulmanes se cursan durante sus festividades religiosas. De hecho, a su ordenación episcopal asistieron por igual fieles de uno y otro credo –muchos de los convidados musulmanes eran de su propia familia–. “¡Llenaron dos autocares! Pensé que la diferencia religiosa les impediría acudir, pero vinieron muchos, muy contentos. Podía ver la felicidad en sus rostros; esa era la gracia de Dios”, contaba hace un año a ACN.
“Si bien convivimos pacíficamente con la mayoría de nuestros vecinos musulmanes –dice ahora a Aceprensa–, se presentan situaciones en las que algunos movimientos religiosos emergentes y líderes fanáticos siembran la discordia. Hay casos de predicadores que desorientan a sus seguidores para que odien a los cristianos, pero también hay que decir que hay maestros musulmanes pacifistas que refutan y denuncian los excesos de sus colegas”.
El obispo subraya, no obstante, que, desde hace dos décadas, doce estados del norte comenzaron a aplicar elementos del derecho penal islámico (la sharia), y que ello ha ido en desmedro de la convivencia. “Esta pluralidad legal en un mismo país ha generado tensiones entre cristianos y musulmanes y ha profundizado la división en una coexistencia que era pacífica. En varias ciudades existen barrios segregados para unos y para otros. No es esa la mejor manera de vivir en un país en el que promovemos la paz y la unidad”.

Obligación del Gobierno: prevenir la violencia
Mons. Musa ha atestiguado cómo, a pesar de que las leyes nigerianas amparan la libertad de expresión, la de reunión pacífica y la protección contra la discriminación, “en la práctica existe una gran discrepancia entre el principio constitucional y la realidad vivida”, y los cristianos lo han sufrido en carne propia.
Lo ejemplifica con las dificultades que les pone la Administración a la hora de concederles terrenos donde edificar sus templos, o con la prohibición –recientemente levantada– a la enseñanza de la religión cristiana en los colegios públicos, o con la ausencia de rendición de cuentas de los responsables de actos discriminatorios o, directamente, de persecución.
“Las organizaciones internacionales pueden ayudar a financiar proyectos de educación, asesoramiento psicológico para las víctimas de traumas, infraestructura de seguridad rural y otros, puenteando los canales locales corruptos” (Mons. Musa)
Pero el obispo de Katsina no se cansa de tocar a las puertas –y a las conciencias– de los responsables políticos y religiosos.
“En varias ocasiones les he presentado propuestas con medidas prácticas para la coexistencia pacífica, comenzando con la formación de comités de seguridad locales cristiano-musulmanes y con una mejor capacitación de los agentes de seguridad en materia de derechos humanos y neutralidad religiosa. He instado a las autoridades a garantizar la libertad religiosa constitucional, a sancionar a los funcionarios que discriminan y a agilizar el enjuiciamiento de los involucrados en ataques violentos. También he hecho hincapié en reformas educativas, como que se creen módulos de tolerancia interreligiosa y se fomente el uso de textos que promuevan la convivencia, y he abogado por la colaboración con académicos musulmanes moderados para que ayuden a contrarrestar la ideología extremista a través de los medios de comunicación”.
Además de estas medidas y de otras de promoción económica y de instrucción en temas legales, como modo de facultar a los cristianos para que saquen adelante sus proyectos de vida en pie de igualdad, Mons. Musa también ve la importancia de la presión diplomática exterior. “Esta se puede ejercer mediante la emisión de declaraciones públicas tras incidentes graves, con señalamientos contra la impunidad y con la advertencia de que esta se monitorea internacionalmente. También se pueden solicitar informes anuales sobre el progreso de la libertad religiosa y la protección de las comunidades vulnerables, al tiempo que se inste a la Comunidad Económica de los Estados de África Occidental (CEDEAO) a facilitar acuerdos conjuntos de seguridad fronteriza contra los grupos extremistas”.
Las organizaciones internacionales, añade, pueden colaborar con las ONG locales en la creación de una base de datos nacional que registre los ataques, las detenciones, los enjuiciamientos y las condenas, y además, ayudar a financiar proyectos de educación, asesoramiento psicológico para las víctimas de traumas, infraestructura de seguridad rural y otros proyectos, puenteando, siempre que sea posible, los canales locales corruptos.
“Estas –y otras– acciones coordinadas pueden empujar significativamente al Gobierno nigeriano, tanto a nivel federal como estatal, a pasar de simplemente reconocer la violencia a prevenirla activamente, y de condenar los ataques a enjuiciar a los responsables”, concluye.
Medidas, en fin, que no serían solo lo justo y necesario, sino que funcionarían como un disuasorio para que el inquilino de la Casa Blanca no coloque un portaviones también frente a la costa nigeriana.