Las polémicas acompañan el proceso de beatificación de Pío XII

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Roma. El pasado ocho de mayo, la comisión de cardenales y obispos de la Congregación para las Causas de los Santos acordó por unanimidad que se pasara para la aprobación del Papa el decreto de “virtudes heroicas” de Pío XII, que ocupó la sede de Pedro de 1939 a 1958. Se trata de un avance significativo en el itinerario de su causa de beatificación, introducida por Pablo VI.

Aunque no siempre sea el deseo de quienes promueven el debate, lo cierto es que los pasos en este proceso de beatificación suelen coincidir con polémicas periodísticas de trasfondo histórico sobre la vida y obras de este Papa. El último episodio ha sido la acusación de que el entonces cardenal Pacelli (futuro Pío XII) eliminó un discurso contra el fascismo que había preparado Pío XI, pero que falleció antes de pronunciarlo.

El dato, mucho más matizado, está contenido en un estudio de la historiadora Emma Fattorini titulado Pio XI, Hitler e Mussolini. La solitudine di un Papa (Einaudi, 274 páginas). Fattorini ha podido trabajar con los documentos correspondientes al pontificado de Pío XI (1922-1939) del Archivo Secreto Vaticano, que se pusieron a disposición del público hace nueve meses.

La polémica surgió por una anticipación periodística de ese estudio, firmada por la autora, que señala al cardenal Pacelli como responsable de la censura de ese último discurso que Pío XI tenía previsto dirigir a los obispos italianos en la conmemoración del décimo aniversario de los Pactos Lateranenses. E interpreta ese hecho como una muestra de ruptura de Pacelli con Pío XI, de quien era Secretario de Estado desde 1930.

Es una tesis, sin embargo, que otros estudiosos rechazan. En realidad, los hechos son conocidos. Con la muerte del Papa, la conmemoración fue suspendida. El entonces cardenal Pacelli cesó de su cargo de Secretario de Estado, y en calidad de Camarlengo se ocupó de la administración ordinaria de la Sede Vacante. Como está previsto en esos casos, ordenó que se destruyeran las pruebas de imprenta del discurso, un texto todavía no definitivo de un Pontífice difunto. Pero no se destruyó el original. De hecho, los pasajes más significativos de ese discurso fueron publicados en 1959 y ahora Fattorini lo publica completo.

Andrea Tornielli, autor de Pio XII. Un uomo sul trono di Pietro (Mondadori, 660 páginas), una nueva biografía publicada también en estos días, añade que el texto del discurso antifascista de Pío XI fue revisado por el propio Pacelli y que introdujo leves “correcciones formales”. Desmiente que existiera esa supuesta contraposición entre Pío XI y su Secretario de Estado. Lo curioso del caso es que la propia Fattorini reconoce que la anticipación periodística se prestaba a equívocos. De ahí se deduce que la polémica sobre el discurso fue originada, en buena parte, por motivos de marketing editorial.

Documentación inédita

Si el libro de Fattorini presenta documentación inédita sobre Pío XI, el de Tornielli hace otro tanto sobre Pío XII. En este caso, además de los archivos vaticanos, figuran cartas procedentes del archivo de la familia Pacelli y testimonios de las actas del proceso de beatificación. De ahí emerge el retrato de un hombre que acabó por desaparecer él mismo con el fin de encarnar la institución del Papado. Y que gracias a sus muchos escritos -23 encíclicas, 16 cartas apostólicas y numerosos mensajes y discursos-, abrió las puertas al concilio Vaticano II (los textos de Pío XII son los más citados en los documentos del concilio).

Tornielli, corresponsal en el Vaticano del diario milanés Il Giornale y autor de otros tres libros sobre Pío XII, rompe con la imagen de Pacelli como un Papa aislado, guía solitaria de una estructura eclesiástica concebida como pirámide. En realidad, era un hombre particularmente atento a los problemas de su tiempo y contaba con un equipo de estudiosos que le ayudaban en la redacción de sus documentos. Aunque se le considera un prototipo de “eclesiástico de curia”, Pacelli no quiso hasta el último momento ser cardenal: insistió con frecuencia a Pío XI para terminar su tarea de nuncio en Alemania y ocuparse de la “cura de almas”. Por lo que se refiere a las cuestiones más polémicas -las condenas públicas contra Hitler-, el autor ofrece el contexto para entender, al menos, las razones de algunas decisiones difíciles.

Diego Contreras

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