Las aventuras de un fraile enfermo, inquieto y viajero

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50 años de labor de Ayuda a la Iglesia Necesitada en Europa del Este
En 1947, con las cicatrices de la guerra aún abiertas, el Padre Werenfried van Straaten consiguió que los belgas ayudaran a los refugiados alemanes. Era el comienzo de Ayuda a la Iglesia Necesitada, una asociación que hoy financia desde barcos-capilla que recorren el Volga y el Don, a un seminario en Ucrania o emisoras católicas en Filipinas. Se cumplen ahora cincuenta años del comienzo de su labor en Europa del Este, aunque actualmente extiende su acción a 134 países, con un espíritu emprendedor digno de una novela de aventuras.

Etimológicamente, Werenfried significa «el que lucha por la paz». Nacido el 17 de Enero de 1913 en Mijdrecht (Holanda), es el segundo de tres varones, que acabarían siendo sacerdotes. Durante cierto tiempo pensó en ser maestro como su padre, y en 1932 comenzó sus estudios de Filología clásica en la Universidad de Utrecht. En 1934 ingresa en la Abadía de los PP. Premonstratenses (Norbertinos) en Tongerlo (Bélgica) donde, por su mala salud, pensaba que no iban a permitirle hacer los votos solemnes.

Sin embargo, el Abad Stalmans pensó que aunque no tenía buena salud para ser enviado a misiones, podría servirle de secretario. En 1940 es ordenado sacerdote y nombrado secretario del Abad. Entre sus tareas estaba la de editar la revista del monasterio. Es en esa revista donde, en la Navidad de 1947, escribe un artículo -«No hay lugar en la posada»- sobre la miseria en la que viven los millones de refugiados alemanes tras la II Guerra Mundial.

Werenfried van StraatenLos belgas ayudan a sus enemigos

«Los hombres son mucho mejores de lo que pensamos», ese fue el estandarte enarbolado por el monje holandés. Con ese optimismo, y en respuesta a una petición expresa de Pío XII, que adivinó el drama que se cernía sobre los 14 millones de alemanes desplazados a resultas de Yalta y Postdam, van Straaten se lanza a pedir a los belgas una loncha de tocino, tomándola de la provisión familiar, para dársela a los refugiados alemanes, «sus enemigos de ayer». La respuesta consiguió llenar con lonchas de tocino varios camiones. Una vez preparadas en cajas, se confió su distribución a Cáritas católica. Esta acción le valió el sobrenombre cariñoso de «Padre Tocino» con el que, aún hoy día, se le conoce en todo el mundo. Por entonces, el odio hacia los alemanes era aún tan profundo que prácticamente nadie pensaba que fuera posible u oportuno organizar, nada más terminada la guerra, una campaña de ayuda a favor de los enemigos de un pasado tan reciente.

Sin saberlo, el Padre Werenfried había empezado la obra de Ayuda a la Iglesia Necesitada, porque al ser tan positivas las reacciones a sus llamadas fue ampliando las ayudas a otros campos y proyectos.

Gran mendigo de Dios -así lo llama su biógrafo- Jean Bourdarias (1). El Padre Werenfried se convierte en un volcán de iniciativas de sorprendente creatividad. Por ejemplo, consiguió que miles de escolares flamencos apadrinaran a los llamados «sacerdotes de la mochila», que recorrían los pueblos de la Europa Oriental atendiendo material y espiritualmente a miles de feligreses. Llegaron a ser 3.000 sacerdotes que, gracias a las iniciativas de P. Werenfried, pudieron disponer, primero de motocicletas y después de pequeños coches suministrados por los estudiantes. El siguiente paso fueron los famosos «coches-capilla» que eran auténticas parroquias con ruedas. Así mismo, funda la Orden de los Constructores que se dedica a construir gratuitamente casas para los sin techo e iglesias para Dios. Hoy día, esta Asociación es una institución autónoma internacional.

Saltar el Telón de acero

Ya en 1954 amplía sus campañas en favor de la Iglesia perseguida del Este de Europa. Durante la revolución húngara, en 1956, se entrevista con el cardenal Mindszenty, una vez liberado, en Budapest, con lo que comienza una ayuda masiva a la Iglesia de Hungría. También se entrevista con el cardenal Wyszynski e inicia las ayudas para la formación de los seminaristas polacos.

A partir de 1958 publica una revista bimestral que se traduce a seis idiomas: holandés, alemán, español, inglés, francés e italiano. En 1959 visita los campos de refugiados en Asia y se entrevista con la Madre Teresa de Calcuta a quien, desde entonces, le unió una gran amistad. Es en esta época cuando se comienzan las ayudas a los refugiados de China, Corea y Vietnam. Famosas fueron las acciones con los llamados «boat people», vietnamitas que huían en pequeñas embarcaciones del régimen comunista implantado tras la guerra.

El año 1962, AIN amplía sus acciones a la Iglesia iberoamericana, por expreso deseo de Juan XXIII. En ese mismo año, el P. Werenfried es invitado al Concilio Vaticano II como experto. En el Concilio se reúne con 60 obispos de países tras el telón de Acero que, directa o indirectamente, están recibiendo ayudas.

Los años 1965 y 1966 es África la meta de las inquietudes de P. Werenfried. En 1966 funda la congregación religiosa de las «Hermanas de la Resurrección» en Bukavu (Zaire), única en cuanto abre la vida religiosa a jóvenes africanas que carecen de formación académica y que, enraizadas en el pueblo llano, ayudan en la pastoral parroquial y viven inmersas en la vida cotidiana de los poblados africanos.

En 1969, el P. Werenfried publica «Dios llora en la tierra» un libro que pretende despertar la conciencia de los cristianos que no sufren necesidades sobre la realidad de una Iglesia doliente. En 1979, Año internacional del Niño, inicia la difusión de la Pequeña Biblia del Niño. Hasta el presente se han editado y distribuido 37 millones de ejemplares en 118 lenguas.

En 1984 la Santa Sede eleva AIN al rango de Asociación Eclesiástica, Pública y Universal de Derecho Pontificio.

Ayuda a la Iglesia ortodoxa

Con el colapso de la Unión Soviética, el P. Werenfried realiza varios viajes a Europa Oriental y mantiene conversaciones con personalidades de la zona con el fin de ver cuáles son las necesidades y aunar esfuerzos. Como al principio de su actividad, P. Werenfried pone la «reconciliación» en primer término e intenta promover unas mejores relaciones entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa rusa. Con el beneplácito del Santo Padre, en 1994, comienza una campaña de «ecumenismo práctico» con la Iglesia ortodoxa rusa. Se trata de ayudar a la Iglesia ortodoxa en su tarea de reevangelización de la Rusia surgida tras la desmembración de la antigua Unión Soviética. Con este objetivo, AIN ha entregado a la jerarquía ortodoxa una asignación anual para 6.000 popes, que podrán dedicar a tareas pastorales el tiempo que antes empleaban en procurarse el sustento propio y de sus familias. Quizás el proyecto más espectacular sea los «barcos capilla», que al igual que en su día hicieron los coches capilla en Alemania, surcan 1500 Km. de los ríos Volga y Don como iglesias flotantes. Permanecen anclados una semana en cada pueblo ribereño y atienden espiritualmente a la población, con catequesis, Misa y sacramentos.

En 1999 comienza la difusión del Pequeño Catecismo «Yo creo» siguiendo el modelo de la Pequeña Biblia del Niño. Así mismo, y para lograr que las familias cristianas celebren debidamente el Gran Jubileo del año 2000, se inicia la campaña del cirio «Lumen Christi», distribuyéndose en todo el mundo cerca de 700.000.

Aquel enfermizo premonstratense, quizás el mayor mendigo del siglo, sigue con el mismo entusiasmo, desde su forzado retiro por la edad, pilotando el barco de la Iglesia Necesitada, un buque parecido a uno de los tres que fletó para que recorriesen el Volga asistiendo a la población rural de esas regiones de Rusia.

AIN en acción: un seminario en Ucrania

En 1991, cuando el Card. Lubachivsky, cabeza de la Iglesia grecocatólica de Ucrania volvió a Lemberg de su exilio romano, el Padre Werenfried le prometió por el camino: «Le ayudaré a construir un seminario.» Fue una promesa a una Iglesia martirial de la que han brotado muchas vocaciones. Los alojamientos provisionales son ya insuficientes. El nuevo seminario es ya un fruto de esa Iglesia martirial. En su visita a Ucrania en junio de 2001, Juan Pablo II, que ha seguido el proyecto ilusionadamente, bendijo el terreno para el futuro seminario acompañado por el Padre Werenfried. A finales de junio de 2002, el sucesor de Lubachivsky, el Cardenal Lubomyr Husar, bendijo la primera piedra del complejo. Los trabajos ya han comenzado. Los costes ascienden a 8,2 millones de euros. El seminario, junto con una facultad teológica y seminarios para «rdenes religiosas, es parte del Centro Superior de Estudios Teológicos que se está creando en Lemberg.

____________________________________(1) El Padre Werenfried. Un gigante de la caridad. Ayuda a la Iglesia Necesitada. Verbo Divino. Pamplona (1997). 246 págs. T.o.: Père Werenfried, un géant de la charitè. Traducción: José Gonzalo.Entrevista a Germán Rodríguez Prada, portavoz de AIN en España«Dios no falla: si se promete una ayuda, se encuentran los medios»

Germán Rodríguez Prada tiene 64 años. En 4º curso de Ingeniería de Telecomunicación, descubrió su vocación al sacerdocio e ingresó en el extinto Seminario de Misiones de Burgos. Fue ordenado en 1968 y se trasladó a Zimbabwe donde estuvo 10 años como misionero. Desde 1992 trabaja en el secretariado español de AIN en Madrid.

— ¿Cómo se organiza AIN?

— Somos una Asociación Pública y Universal dependiente de la Santa Sede. En la actualidad, AIN cuenta con unos 700.000 bienhechores de 17 países donantes y atiende casi 8.000 proyectos pastorales al año en unos 140 países del Tercer Mundo y del Este europeo. La sede central de AIN está en Alemania y existen 17 secretariados nacionales.

— ¿Cuáles son los países que más fondos allegan a la obra de la AIN?

— En el ejercicio 2001, Francia, con más de 16,6 millones de euros. Le sigue Alemania con 12,6. Después vienen Suiza (7,5), Gran Bretaña (6,4), España (4,2), Bélgica (3,8) y Holanda (3,7).

— ¿Cuáles son los fines de AIN?

— Sus fines son eminentemente pastorales. AIN no es una ONG de ayuda al desarrollo (instituciones que respetamos y valoramos), aunque AIN contribuye a ese desarrollo en los cinco continentes. Mediante la oración, la información y el apoyo económico, AIN asiste a los cristianos que son perseguidos o ven amenazada su fe y su dignidad humana, así como a los refugiados y víctimas de guerra, de catástrofes naturales, sin distinción de raza o religión.

En línea con los objetivos propuestos por el Santo Padre en la Tertio Millennio ineunte, AIN afronta tres grandes campos en este siglo XXI: el apoyo a la familia, el impulso a la difusión del mensaje cristiano a través de los medios de comunicación y la ayuda pastoral a los sacerdotes, religiosos y laicos que, en circunstancias difíciles, difunden el mensaje cristiano por el mundo entero.

Barco-capilla en el Volga

— ¿Cuáles son las principales actividades de AIN?

— Son la formación de candidatos al sacerdocio y la vida religiosa, catequistas y laicos comprometidos; ayuda para el sostenimiento de sacerdotes -haciéndoles llegar estipendios de Misas que encargan nuestros bienhechores y amigos-; mantenimiento de religiosas -especialmente las contemplativas-; publicación y distribución de biblias, catecismos y literatura religiosa; publicación de la llamada «Biblia del Niño» -de la que ya se han distribuido 37 millones de ejemplares en 118 idiomas-. En 1999 se comenzó la difusión del pequeño catecismo «Yo Creo», con una edición inicial de 530.000 ejemplares en 11 idiomas, y una edición especial en árabe de 100.000 ejemplares para conmemorar el viaje del Papa a Tierra Santa. En 2001, AIN ayudó a 16.665 seminaristas, de los que el 7,2% eran africanos, el 5,6% asiáticos, el 29,4% iberoamericanos y el 57,6% europeos orientales.

— ¿Qué balance puede hacerse de los 52 años de vida de AIN?

— AIN ha construido y reconstruido miles de capillas e iglesias, conventos, seminarios, centros parroquiales y edificios multiuso para que las comunidades cristianas puedan desarrollar su vida apostólica con un mínimo de condiciones dignas.

Otro gran capítulo es la ayuda a la producción y transmisión de programas de radio y televisión en aquellos países en los que estos medios de comunicación pueden suplir la falta de agentes de pastoral.

También se dota a los agentes de pastoral de medios de locomoción. Estos medios van desde el coche al caballo, pasando por bicicletas, motos y barcas a motor, que hacen posible el que los sacerdotes, religiosas y catequistas puedan acceder a las comunidades cristianas más aisladas en los países del Tercer Mundo.

Por último, siendo fieles a los comienzos de la Asociación que surgió para ayudar a los refugiados de la II Guerra Mundial, se mantiene la ayuda socio-caritativa para los refugiados y las víctimas de guerras y grandes cataclismos naturales.

— ¿Qué destacaría del fundador de AIN, el Padre Werenfried?

— Hay algo que muestra su grandeza de alma, su confianza en Dios y en la Santísima Virgen: en AIN no se hace una colecta, primero, para prometer ayuda, después. El P. Werenfried ha procedido y nos ha enseñado a proceder a la inversa: dar sin tener. Si nos llega una petición de ayuda, la estudiamos, y si se aprueba nos comprometemos a prestarla en la cuantía correspondiente. Dios nunca nos ha fallado.

Es muy hermoso contemplar países destinatarios de ayudas (Polonia, Chile, Brasil) que en cuanto han podido se han convertido en países aportadores.

Alberto Fijo

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