La Iglesia ortodoxa se distancia de Milosevic

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La Iglesia ortodoxa serbia, que se había mostrado próxima al nacionalismo alentado por Milosevic, tras la guerra de Kosovo marca las distancias. Así lo cuentan Andrew Higgins y Robert Block en The Wall Street Journal Europe (24-VI-99).

La derrota serbia marca un punto de inflexión en las relaciones entre la Iglesia ortodoxa de Yugoslavia y Slodoban Milosevic, explican los periodistas. Cuando llegó al poder en 1987, Milosevic, enarbolando el nacionalismo serbio, abandonó la hostilidad hacia la Iglesia ortodoxa que había caracterizado al régimen comunista. Entre sus principios políticos se contaba la defensa a ultranza de los lugares sagrados de la ortodoxia serbia, como Pec.

Aunque se han dado casos, sobre todo de comunidades religiosas, en que la Iglesia ortodoxa ha prestado asilo a los albano-kosovares, hasta ahora el tono general de la cúpula eclesial estaba marcado por el nacionalismo serbio. Pero la jerarquía ortodoxa ya no simpatiza con el régimen actual. «‘Milosevic es un demente’, dice el obispo Amfilohije Radovic, miembro del Sínodo, el órgano de gobierno supremo en la Iglesia. La pasada semana, el Sínodo hizo un ambiguo llamamiento a Milosevic para que se retirara. ‘Tiene un espíritu suicida, y ocurren cosas terribles cuando un espíritu suicida infecta todo un pueblo’, asegura el obispo. La pérdida de Kosovo puede, efectivamente, convertirse en el suicidio político de Milosevic. Pero puede ser que también la Iglesia ortodoxa serbia tenga que enfrentarse a un ajuste de cuentas por su apoyo a Milosevic en el pasado. (…) Ahora que la guerra ha terminado, los obispos deben enfrentarse a algunas cuestiones engorrosas. ¿Dónde estaba la Iglesia durante los ataques serbios en Kosovo, o durante la guerra de Bosnia? ¿Qué apoyo ha dado la Iglesia al régimen que ha llevado la ruina a los Balcanes? ¿Por qué ha esperado tanto a denunciarlo?».

Los periodistas recogen declaraciones de otro obispo, Artemije Radosavljevic, máxima autoridad de la Iglesia en Kosovo: «Milosevic debió haber dejado el poder hace mucho tiempo, porque ha provocado mucho daño a mucha gente, pero sobre todo al pueblo serbio». Y cuentan que «al hacer su primera parada en Gnilane -el pueblo al que llegaron el miércoles los marines-, Radosavljevic instó a 300 exaltados serbios a que pusieran su confianza en la OTAN y condenó el gobierno ‘ateo’ de Belgrado. La multitud aplaudió».

«A diferencia de la Iglesia católica en Polonia, que desempeñó un papel progresista, los líderes de la Iglesia ortodoxa serbia se aferraron a la idea de Milosevic sobre el destino de Serbia, considerada víctima de la historia. A instancias de Milosevic aparecieron clérigos en la televisión estatal para pedir donaciones que permitieran concluir las obras de la basílica de Santa Eslava, interrumpidas en 1941. En 1990, el Sínodo pudo por primera vez elegir un nuevo Patriarca -el actual, Pavle Ras-Prizren-, sin injerencia del gobierno. Esta alianza siempre estuvo en peligro. Milosevic olvidó sus promesas de devolver a la Iglesia los bienes confiscados y permitir la enseñanza religiosa. En 1992 el Patriarca Pavle se unió a una manifestación contra Milosevic, debido a su política neocomunista».

Dentro de la Iglesia se han dado casos abiertamente opuestos: desde el sacerdote Sava Yanic, que ha actuado contra la represión serbia, hasta el padre Filaret Micovic, que apareció subido a un carro de combate con un kalashnikov en la mano, en una fotografía tomada durante la guerra de Bosnia. Durante el conflicto, el padre Sava Yanic saturaba Internet con mensajes de condena a la masacre serbia, y sus hermanos del convento prestaban auxilio a los refugiados. Pero ahora, con la victoria de la OTAN, son los serbios los que sufren laa venganzas.

Los sufrimientos de la población, en especial la serbia, han ido haciendo mella en la conciencia de los obispos serbios, que se han decantado cada vez con mayor claridad por la paz. En los infructuosos diálogos de Rambouillet, la Iglesia ortodoxa apostó por un modelo de autonomía en Kosovo que asegurara la conservación de los santos lugares históricos, como Pec. Al principio de los bombardeos occidentales, el 29 de marzo, el Patriarca Pavle escribió una carta abierta a los mandatarios del mundo. En ella se leía: «Nuestros antepasados llegaron a Kosovo para defenderse, no para arrebatar la tierra a otros; para defender su libertad, no para reprimir a los demás; para defender su fe, no para imponerla; y nos enseñaron que Abel tiene el derecho y el deber de defenderse de Caín».

Durante la represión serbia se han producido sucesos lamentables, como el saqueo de un bloque de apartamentos de albano-kosovares en Pristina. «La Iglesia no hizo nada por ayudarnos», dice Florin Thaci, un electricista albano-kosovar.

Muchos obispos prefieren hacer tabla rasa, dando igual importancia al sufrimiento de unos y otros, además de acumular las culpas en Milosevic. Para el obispo Amfilohije «todos somos culpables. Debemos arrodillarnos por nuestras culpas. Yo no soy de esa gente que ha cometido las atrocidades. Ni tampoco de los que destruyen nuestras iglesias, ni de los que han bombardeado nuestras casas. Todos debemos arrepentirnos». El obispo, Artemije Radosavljevic, recorre Kosovo acompañado del hermano Deyan, de 22 años. Ambos visitan lugares donde es patente la huella del odio en la población de Kosovo, tanto los de etnia albana como los de sangre serbia. Deyan exclama: «¡Estoy tan avergonzado! ¡Estoy tan avergonzado de todo lo que se ha hecho en el nombre de Serbia y de los serbios!».

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