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La «helenización» del cristianismo, rehabilitada

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El discurso de Benedicto XVI en la Universidad de Ratisbona sobre las relaciones entre fe y razón ha sido declarado «discurso del año» por la Escuela de Retórica General de dicha universidad. El jurado califica de «magistral» la argumentación y elocuencia del Papa, y rechaza las interpretaciones «simplificadoras» que quisieron presentarlo como una ofensa al islam. Más allá de la polémica, el discurso quedará como un giro decisivo en la cuestión de la «helenización» del cristianismo.

En su discurso en Ratisbona el 12 de septiembre, Benedicto XVI se remontaba al diálogo entre fe y filosofía griega que se desarrolló en el judaísmo precristiano. A partir del siglo III a.C., tuvo lugar el encuentro de la fe judía con la filosofía griega en el contexto de la comunidad judía de Alejandría. Allí los intelectuales hebreos, muy especialmente Filón de Alejandría, concibieron una forma de profundizar en su fe bíblica con los instrumentos de la razón griega. Era una teología convencida de que la fe mosaica y la filosofía griega coincidían en su aspiración a la verdad. A partir de la destrucción de Jerusalén del año 70, el judaísmo interrumpirá ese prometedor diálogo entre fe y razón, y se conformará con elaborar comentarios a la Torah, y a los demás libros de la Escritura.

Sin embargo, el fecundo encuentro entre la fe revelada y el genio filosófico griego pudo continuar vigente en los primeros teólogos cristianos. Sobre todo a partir de los Padres apologistas en el siglo II, el cristianismo entró sin complejos en el gran debate de la cultura greco-romana exponiendo y defendiendo su doctrina con argumentos de razón. El logos -la verdad y la razón de la realidad- que buscaba la filosofía griega era el Hijo eterno de Dios, que se había hecho carne en Jesucristo. Justino podrá decir que los cristianos poseen la totalidad del Logos, mientras que los filósofos lo poseen sólo en parte.

Los Padres tuvieron la lucidez de afirmar que el Dios revelado en Cristo es el verdadero Dios que buscaban los filósofos y rechazaron investigar toda posible identificación con Zeus, Apolo o cualquier otra divinidad del panteón. Fueron los pioneros de un intenso y fecundo diálogo entre fe y razón.

La primera gran sacudida

La reforma luterana en el siglo XVI constituye la primera gran sacudida contra la simbiosis entre fe y razón. Benedicto XVI ha visto aquí la primera fase de la exigencia de «deshelenización». Lutero enseñó a una buena parte de Europa a mirar con sospecha a la filosofía en general y al pensamiento griego en particular.

Por otra parte, el principio de libre examen de la Escritura, junto con su prejuicio antifilosófico, llevaban a relativizar el dato de fe objetivo y la misma teología. Así, recluía la fe en el ámbito de la pura subjetividad. Sin embargo, Lutero nunca atacó la doctrina trinitaria y cristológica, cosa que harían otros reformadores más radicales.

Benedicto XVI ha visto en Harnack (1851-1930) la segunda fase de la exigencia de «deshelenización» del cristianismo. De acuerdo con el espíritu racionalista-positivista de su época, Harnack pretendió conocer el evangelio original de Jesús mediante el método histórico-crítico.

Según Harnack, los teólogos del siglo II cometieron el error de intentar racionalizar el evangelio de Jesús. Para él, el evangelio se reduce al anuncio de la llegada del reino, de la paternidad de Dios y la dignidad del ser humano, y del mandamiento del amor. Cualquier otra afirmación tiene su origen en infiltraciones griegas. A su juicio, el dogma sería «una construcción del espíritu griego sobre el suelo del evangelio».

A partir de Harnack, sus tesis han ejercido una gran influencia, y han extendido una idea de la «helenización del cristianismo» de connotaciones profundamente negativas.

Racionalismo y fideísmo, de la mano

Llegamos así a la tercera fase de la demanda de «deshelenización». Al final del proceso, los presupuestos de la crítica racionalista y positivista a la fe cristiana desembocan en el materialismo y conducen al rechazo de la idea de Dios. Nietzsche dio el último paso declarando la muerte de Dios.

En el fondo, la mentalidad postmoderna escéptica y nihilista es la culminación de un largo proceso de «deshelenización» de la fe cristiana y de la cultura occidental. Al final, se declara que no existe la verdad. La cultura es un mero juego de espejos entre diversas interpretaciones.

El curso de la cuestión de la «helenización del cristianismo» ha demostrado que, en el fondo, racionalismo y fideísmo, la unilateralidad de la esfera racional-científica y la unilateralidad de la esfera religiosa son dos aspectos de un mismo fenómeno. El fideísmo ha dejado el conocimiento, el saber y la verdad para la ciencia. En su opinión, la fe no es conocimiento. El racionalismo deja la experiencia religiosa y la ética, último reducto de la religiosidad, para la pura subjetividad. A su juicio, las cuestiones de fe no son argumentables.

La audacia del Papa

Durante muchos decenios -al menos desde Harnack- la teología se ha visto condicionada por la idea de que la «helenización» habría sido perjudicial. Se había impuesto la idea de que «deshelenizar» el cristianismo era lo justo. El paso más audaz del Papa en Ratisbona ha sido reivindicar la «helenización» como un fenómeno beneficioso, positivo y providencial.

El discurso de Ratisbona ha reivindicado el empleo del Logos griego para pensar la fe y ha supuesto una invitación a la cultura occidental a salir de la autolimitación de la razón y volver a preguntarse por las grandes cuestiones. Teniendo en cuenta estas claves, cabe distinguir tres destinatarios del discurso del Papa:

1. Un mensaje a la cultura occidental. Es una invitación a recuperar uno de los grandes lemas de la Ilustración, purificado de toda reducción racionalista: «sapere aude», atrévete a saber. En su obra teológica, Ratzinger había destacado ya que toda cultura que renuncie a buscar la verdad se convierte en una anticultura. La crítica que merece la cultura occidental no es la de usar demasiado la razón, sino la de utilizarla poco. Maneja un concepto reducido de racionalidad. Por tanto, es necesario ampliar el concepto de razón de forma que pueda volver a preguntarse por las grandes cuestiones.

2. Un mensaje al mundo de las religiones. Sólo sobre la base de la razón es posible realizar un verdadero entendimiento entre el mundo de la religión y la ciencia. Se trata de una invitación a entablar un diálogo abierto y franco sobre los universales vínculos de la razón, que tiene como objetivo alcanzar la verdad.

3. Un mensaje para la teología. Benedicto XVI ha redefinido la idea de «helenización», para abandonar la actitud de sospecha ante la razón griega. En el ámbito de la fe es necesaria una correcta Ilustración («eine rechte Aufklärung») que permita profundizar en el conocimiento de la propia fe y evite cualquier riesgo de que la verdadera actitud religiosa degenere hacia la irracionalidad. Como destacaba el Papa ante la Comisión Teológica Internacional, es posible hacer una teología, es decir un «logos» sobre Dios, porque el mismo Dios es «Logos».

Juan Ignacio Ruiz Aldaz

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