La “esposa” de Jesús

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El fragmento de papiro que menciona a Jesús diciendo “mi esposa” tiene tan pocas líneas que no admite interpretación segura y, en cualquier caso, no prueba nada sobre hechos históricos, como advierte la misma descubridora.

Entre el 17 y 22 del pasado septiembre se celebró en Roma el X Congreso Internacional de Estudios Coptos. De entre las más de doscientas ponencias y comunicaciones solo una trascendió a la prensa: la presentación de un nuevo fragmento de papiro de carácter evangélico en el que Jesús habla de “mi esposa”. La autora del nuevo descubrimiento es la profesora de la Universidad de Harvard Karen L. King, reconocida por sus estudios en historia del cristianismo antiguo. Aunque no tiene formación estrictamente papirológica, King ha contado con la ayuda de expertos en la materia para la edición de este fragmento. El texto provisional de la futura publicación está disponible en la web.

El fragmento llegó a manos de la profesora King a través de un coleccionista privado que ha querido permanecer en el anonimato. Es de dimensiones muy reducidas (4 cm de alto por 8 de ancho) y está escrito en copto. Contiene restos de ocho líneas por una cara y seis muy dañadas y apenas legibles por la otra. Como no se conserva ninguno de los márgenes, no sabemos cuánto texto se ha perdido entre línea y línea. La datación propuesta por King conforme a criterios paleográficos es finales del siglo IV. Señala también que la fotografía del papiro suscitó ciertas dudas de autenticidad en algunos expertos que tuvieron oportunidad de verla. Otros, en cambio, se mostraron a favor de ella. A la espera de algunos estudios técnicos por hacer, la profesora de Harvard admite que la cuestión de la autenticidad “no está absolutamente resuelta por encima de toda duda”.

La propia autora del descubrimiento afirma que el papiro no constituye una prueba sobre la vida del Jesús histórico

Un texto gnóstico de carácter no histórico
Lo que ha suscitado el interés de los medios son las palabras de la línea cuarta del lado mejor conservado del papiro. Allí se lee: “Jesús les dijo: Mi esposa…”. En líneas anteriores el texto contiene las siguientes frases: “mi madre me dio la vida … los discípulos dijeron a Jesús … María es digna [o indigna, pues la lectura no es clara] de ello…”. Tras la referencia a la “mujer de Jesús”, y de nuevo muy fragmentariamente, se lee “… ella será capaz de ser mi discípulo… que los malvados se hinchen… en lo que a mí respecta, yo habito/existo con ella para…”. En el reverso, solo se lee “mi madre”, “tres” y “en adelante”.

Dado el fragmentario carácter del texto, es muy difícil saber cuál es el contexto de estas frases y quiénes son los personajes concretos con los que Jesús habla. Casi todas las expresiones del papiro encuentran paralelos en obras gnósticas como el Evangelio de Tomás, el Evangelio de María y el Evangelio de Felipe. Estos escritos, en su mayor parte conservados en manuscritos del siglo IV, aunque probablemente fueran escritos en los siglos II y III, fueron denominados “evangelios” por sus autores o lectores más antiguos. No obstante, no pertenecen al género de los cuatro evangelios canónicos. Son más bien escritos catequéticos gnósticos –cada uno de ellos conforme a la diferente corriente gnóstica en que se origina–, en los que Jesús resucitado transmite a sus discípulos un conjunto de enseñanzas diversas.

En las controversias del siglo II tanto los defensores como los detractores del matrimonio partían del hecho de que Jesús fue célibe

King se apoya fundamentalmente en estas tres obras para interpretar el papiro. Después de un minucioso estudio, lo más importante que la profesora de Harvard puede decir con seguridad es que este fragmento consiste en un diálogo de Jesús con sus discípulos, en el que Jesús habla de su madre y de su esposa –una de las cuales se llama María–, cuya dignidad para el discipulado está en discusión. Señala también que el texto supone la “primera referencia conocida y explícita de que Jesús tuvo una esposa” (afirmación matizable, porque el papiro solo pone en boca de Jesús las palabras “mi esposa”, y no sabemos si se está refiriendo a una mujer concreta o está hablando alegóricamente).

King presenta también algunas posibilidades de lectura, que son discutibles y dependen de la interpretación de los pasajes concretos que se ofrecen como paralelos. En todo caso, afirma expresamente que, aunque el texto de este papiro fuera una traducción de una obra escrita en griego en el siglo II –como ella supone–, no constituye una prueba sobre la vida del Jesús histórico ni de que, en concreto, Jesús hubiera estado casado. En todo caso, la profesora americana se inclina a ver el fragmento en el contexto de las disputas sobre el valor y dignidad del matrimonio y el celibato que se dieron sobre todo a lo largo del siglo II, y se prolongaron varios siglos más, y como una prueba de que “hubo cristianos de esa época que creían que Jesús estuvo casado” (afirmación, sin embargo, no probada ni deducible necesariamente del texto).

Es muy improbable que un texto gnóstico presentase a Jesús casado, ya que en su mayoría los gnósticos minusvaloraban el matrimonio

¿Demasiado bueno para ser verdad?
Es inevitable pensar que en este nuevo descubrimiento puede haber algo sospechoso. En foros de Internet no faltan las voces de quienes apuntan que las tres personas que se citan como conocedoras del papiro antes de caer en manos de su anónimo dueño actual están ya muertas. Otros declaran abiertamente que el texto del papiro está realizado a partir de la versión copta –y no griega– del Evangelio de Tomás y que, por tanto, lo más probable es que sea moderno. Y también están los que encuentran “curioso” que aparezca de repente un nuevo texto que ponga en boca de Jesús las palabras “mi esposa”, precisamente cuando, desde El Código da Vinci, este tema ha estado revoloteando en el ambiente. “Demasiado bueno para ser verdad”, dice Richard Bauckham, conocido profesor inglés de Nuevo Testamento, si bien admite que a veces se dan coincidencias muy improbables.

En todo esto, hay una cosa cierta. Jesús no se casó. Así se deduce de los evangelios canónicos y así lo ha entendido siempre la tradición de la Iglesia. El texto más antiguo al respecto es de Clemente de Alejandría (ca. 150-215), que la autora de la edición del papiro también cita. En Stromata III 6,49, Clemente se queja de algunos que afirman que el matrimonio es fornicación y obra del diablo basándose en el hecho de que el Señor no se casó. Lo que les reprocha Clemente es precisamente que no conocen por qué el Señor no se casó. También Tertuliano (ca. 160-230) afirma que Jesús fue célibe.

Por eso, con independencia de la cuestión de la autenticidad y asumiendo que el papiro sea del siglo IV, es muy improbable que un texto gnóstico presentase a Jesús con una esposa carnal (María Magdalena, por ejemplo). Las controversias del siglo II sobre el valor y la dignidad del matrimonio muestran precisamente que Jesús fue célibe. Tanto los partidarios como los detractores del matrimonio partían de ese hecho. De ahí que no encaje históricamente que hubiera grupos gnósticos (que por otra parte en su gran mayoría minusvaloraban o despreciaban las relaciones sexuales) que tuvieran como modelo de la dignidad del matrimonio a un Jesús esposado con María Magdalena o con cualquier otra mujer. Y por tanto, tampoco hay base suficiente para decir que algunos cristianos creyeron que sí lo estuvo. El carácter fragmentario del texto no permite afirmarlo. A falta de otras pruebas, la “mujer de Jesús” de este texto copto hoy por hoy seguirá siendo una alegoría o una entelequia, pero no una realidad de carne y hueso.

Juan Chapa es
profesor de Nuevo Testamento
en la Facultad de Teología de la Universidad de Navarra

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