·

La amenaza terrorista de matriz islámica

publicado
DURACIÓN LECTURA: 14min.

Aunque el islam se divide en diversas denominaciones que adoptan a menudo posiciones divergentes, en los últimos tiempos la amenaza terrorista en el mundo occidental es sobre todo de matriz islámica. Con la aparición del Estado Islámico y su dominio de parte de Irak y Siria, el extremismo adopta un proyecto geopolítico más amplio en el escenario de Oriente Medio. Sin embargo, gracias al acuerdo nuclear con Irán, Occidente puede encontrar un aliado estratégico en la región, según piensa Roberto Rapaccini en este artículo publicado originalmente en Studi Cattolici (septiembre 2015).


Una versión de este artículo se publicó en el servicio impreso 69/15

Hasta el año 2000, el terrorismo se veía en Europa como una emergencia exclusivamente nacional. En concreto, España se enfrentaba al terrorismo de ETA, mientras que el Reino Unido tenía la problemática de la violencia en Irlanda del Norte. El terrorismo islámico, seguido de cerca por los Estados Unidos, en Europa no se consideraba un asunto de importancia comunitaria. Las iniciativas de la Unión Europea se limitaban a supervisar la situación nacional de los Estados miembros. Pero el ataque a los EE.UU. en septiembre de 2001 puso de manifiesto que el terrorismo islámico era una amenaza de importancia primaria para todo el mundo occidental, incluida Europa, como más tarde demostraron los trágicos atentados de Madrid (2004) y Londres (2005).

El enfoque adoptado por los servicios de inteligencia en el análisis del terrorismo es distinto del aplicado al crimen organizado. También este último, para ser contrarrestado de manera efectiva, debe ser objeto de examen y estudio. Pero en el caso del terrorismo hay que tener en cuenta que los fenómenos subversivos son generalmente el producto erróneo de una ideología, y por lo tanto, el momento del análisis es de primordial importancia para la prevención y represión.

La sociedad islámica está impregnada de una religión especialmente invasiva, que expresa una exigencia de radical transformación de las instituciones en sentido confesional: en consecuencia, aunque el islam y el terrorismo no se pueden considerar directamente relacionados entre sí, sin embargo se percibe que la fe musulmana persigue un proyecto político que puede constituir un terreno fácil para el nacimiento de manifestaciones violentas. Cabe señalar en primer lugar que, al analizar la verdadera actitud del islam hacia Occidente, nos encontramos con la dificultad de su carácter heterogéneo. El islam, de hecho, no puede considerarse como una mónada de rasgos definidos, ya que se divide en muchas denominaciones que, a menudo, adoptan posiciones divergentes entre sí.

Irán podría ser ese aliado estratégico en el mundo islámico del que Occidente tiene una necesidad vital

Los equívocos de la yihad

El terrorismo islámico es una forma de poner en práctica la yihad. El término se traduce a menudo como “guerra santa”, significando con ello el recurso colectivo a la violencia para el sometimiento de los infieles. De hecho, yihad en el árabe estándar significa genéricamente máximo esfuerzo y, a menudo, es seguido por la expresión fi sabil Allah, que quiere decir “a lo largo del sendero de Dios”; por lo tanto, con esta frase debería entenderse la lucha interior e individual que el fiel realiza en todos los momentos de la vida con el fin de prepararse a la comprensión de los misterios divinos y resistir a las pulsiones ajenas o contrarias a la moral religiosa.

Por otra parte, la guerra santa en árabe no se llama yihad sino al Harb al Qdsiyah. Si se atribuye al término yihad el significado de una movilización colectiva para la defensa del islam, desde el fin del Califato en 1924 se ha planteado la cuestión de qué autoridad, en cuanto guía de la comunidad musulmana, puede declararla. En ausencia de un califa, solo los líderes políticos musulmanes podían ser depositarios de este poder; era problemático, sin embargo, identificar concretamente qué líder musulmán podría ser considerado un primus inter pares.

Pasando por encima de la autoridad política de los estados musulmanes o la de los líderes religiosos, Al Qaeda antes y ahora el Estado Islámico parecen haberse atribuido el poder de proclamar la yihad contra los gobiernos considerados antiislámicos, filooccidentales o simplemente corruptos y descreídos; por lo general, sus iniciativas terroristas no tienen fines locales (es decir, estratégicamente limitados al impacto en el contexto regional en el que se realizan), sino que se proclaman como un instrumento de un proyecto geopolítico más amplio. En cambio, la mayor parte de las organizaciones terroristas islámicas persiguen fines limitados al territorio en el que se realizan.

El Estado Islámico, por delante de Al Qaeda

La publicación del informe anual (del año 2014) del Departamento de Estado de Estados Unidos sobre el terrorismo en el mundo contiene un dato aparentemente trivial: la brutalidad del Estado Islámico coloca al grupo yihadista por delante de Al Qaeda como líder del terrorismo global. Esta afirmación puede dar lugar a algunas reflexiones sobre las estrategias de los grupos subversivos violentos. La iniciativa criminal de los movimientos de matriz islámica, que a menudo tiene carácter suicida, se produce por lo general en medio de la población, causando de manera indiscriminada muchas muertes de civiles.

Este modo de actuar no es casual: estas iniciativas, que generan un riesgo al que están expuestos todos los miembros de la comunidad civil de manera indiferenciada, crean un sentimiento general de inseguridad y de miedo. Se ha constatado que muchos movimientos terroristas de inspiración no islámica planifican actos criminales con el fin de afectar solo a objetivos predeterminados (por ejemplo, planean el asesinato de personalidades institucionales o políticas), evitando cuidadosamente implicar a civiles de forma indiscriminada. El terrorista de matriz islámica, en cambio, crea un sentimiento generalizado de miedo a través de la implicación amplia e indiscriminada de la población civil; este modo de actuar radicaliza el conflicto con el mundo occidental, mostrando la ausencia de interés en llegar a una pacificación.

Los euroyihadistas

El reclutamiento de yihadistas en Europa es cada vez mayor. Es un tema complejo que no se puede subestimar reduciendo estos casos a situaciones de falta de integración de los nuevos inmigrantes. El fenómeno se refiere tanto a los nuevos conversos de nacionalidades occidentales como a los inmigrantes de segunda generación, nacidos y criados en Occidente. Son irrelevantes las clases sociales de origen: una investigación sociológica ha puesto en evidencia la falsedad del cliché según el cual el terrorista sería indigente o perteneciente a las clases más desfavorecidas; se ha comprobado que algunos autores de actos criminales de matriz islámica habían completado estudios universitarios, mientras que otros tenían trabajo fijo, en algún caso de buen nivel.

En el pasado el reclutamiento de potenciales terroristas se realizaba a través de la aproximación al radicalismo islámico en el seno del entorno familiar o mediante amigos. Si el joven se mostraba sensible, su formación se hacía más incisiva con el fin de convertirlo en un muyahidin, un combatiente yihadista. El ambiente más habitual de estas iniciativas eran las mezquitas, que no son solo lugares de culto, sino también ámbitos en los que, a nivel local, se organiza una parte importante de la vida social, tienen lugar eventos convivales y se refuerzan los sentimientos de solidaridad entre los musulmanes. La visión fundamentalista –generalmente de tipo salafista– inducida en los jóvenes es un terreno fértil para que se forme la convicción del deber de ir a combatir en Siria o en Irak para apoyar al Estado Islámico, la vanguardia de la yihad global. A esta fase sigue el contacto directo con un miembro activo de la subversión para dar respuesta a las aspiraciones del recién afiliado proporcionándole el apoyo material necesario.

En la actualidad, esta práctica se ha vuelto más arriesgada y menos eficaz como resultado de las actividades preventivas de los servicios de inteligencia, y se le ha añadido la propaganda en la web de predicadores especialmente carismáticos. (…) Las páginas web se preparan con mucho cuidado, con vídeos e imágenes pensadas para provocar el rechazo a la cultura occidental, traidora e infiel, y considerar la guerra a favor de los hermanos musulmanes en dificultad como una obligación para el verdadero creyente. El reclutamiento de yihadistas no es un fenómeno de masas, y se limita a los jóvenes particularmente desorientados por el relativismo dominante. El Estado Islámico, con su eficaz aparato de propaganda, ofrece como alternativa sólidos principios fraguados con su propensión a la certeza fácil. De modo más o menos consciente, algunos jóvenes sienten que la inseguridad generada por la crisis de identidad pueden superarla a través de su incorporación a un grupo cohesionado por la fe.

La génesis de la amenaza fundamentalista

La actualidad nos ha acostumbrado a considerar como natural el enfrentamiento político con los países islámicos. En realidad, esta situación tiene un origen reciente. Hasta los años 70, de hecho, la cultura musulmana era motivo de atención solo para los estudiosos de la materia, mientras que la mayoría de las personas, inmersas en su propio etnocentrismo, observaba con desapego y con curiosidad superficial un mundo caracterizado por costumbres tan distintas a las nuestras; su interés se centraba exclusivamente en las apariencias, las superestructuras, los aspectos exóticos.

Los árabes que entonces emigraban a los países europeos intentaban integrarse, abandonando espontáneamente la costumbre de llevar la vestimenta tradicional, mientras que actualmente el retorno al uso del niqab, el chador, el burka y el qamis se ha convertido en un medio para expresar el rechazo de la homologación occidental.

El islam, en esos días, no tenía un valor político; en Turquía, desde los días de Kemal Atatürk, y en Irán, gobernado por la familia Palhevi, tenían lugar unos procesos de modernización y occidentalización, mientras que en los países árabes, empezando por el Egipto de Nasser, se afirmaba un socialismo de cuño secular. La situación comenzó a cambiar en 1979 con la Revolución iraní de Jomeini, que indicaba una vía musulmana al futuro, que no coincidía con un retorno al pasado, sino que, por el contrario, aspiraba a construir un futuro alternativo. (…) Desde entonces, el islam se ha convertido en una realidad geopolítica enfrentada a un Occidente agnóstico (incorrectamente definido cristiano por la propaganda fundamentalista). Los países islámicos salían de un anterior eclipse de lo sagrado. Este cambio de importancia histórica, que no ha sido comprendido bien, se convirtió en terreno fértil para la génesis de la amenaza fundamentalista y terrorista de matriz islámica.

El terrorista islámico pretende crear un sentimiento generalizado de miedo a través de la implicación indiscriminada de la población civil

Irán, ¿aliado estratégico de Occidente?

El acuerdo firmado el 14 de julio después de prolongadas negociaciones entre los llamados 5 + 1 (es decir, los miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU + Alemania, como representantes de la comunidad internacional) e Irán, tiene una gran importancia histórica con probables repercusiones sobre la amenaza terrorista de matriz islámica. De hecho, Irán está considerado como un estado patrocinador del terrorismo, en cuanto comprometido en conductas peligrosas y desestabilizadoras del Medio Oriente: contribuye a sostener el régimen de Assad en Siria, apoya a Hezbolá en el Líbano y a Hamás en la Franja de Gaza, ayuda a los rebeldes houthi en Yemen.

El acuerdo tiene como objetivo principal el control del programa nuclear de Irán: los organismos responsables podrán verificar que está dirigido a fines civiles, y, como contrapartida, se suprimirán las sanciones que pesan sobre el Estado persa. La principal consecuencia será la entrada en el mercado del petróleo iraní, con caída de los precios y otros efectos no del todo imaginables. Irán, de hecho, sale del aislamiento al que le habían relegado el embargo y la interrupción de las relaciones comerciales, para volver a ser un interlocutor normal de Occidente.

En el contexto geopolítico actual, es una gran noticia: Irán podría ser, en una perspectiva estratégica, ese aliado en el mundo islámico del que Occidente tiene una necesidad vital. En primer lugar, su adhesión al tipo chií del islam hace que sea un socio fiable para contrarrestar el Estado Islámico, y sobre todo, la ambigüedad del mundo islámico sunita, cuyas actitudes de condena del Estado Islámico, a menudo no se corresponden con los hechos: algunos componentes de las monarquías suníes del Golfo proporcionan apoyo económico, militar y político al fundamentalismo que tiene su punta de lanza en el Estado Islámico. Además, el actual gobierno de la República Islámica de Irán es sólido, moderado y reformista, y está valorando los progresos en el campo de las libertades civiles que fueron objetivos del pasado líder Jatamí, quien con su presidencia hizo pensar en la llegada de una posible primavera de Irán, abortada con el ascenso de Ahmadineyad.

La población persa, sustancialmente está secularizada, y conserva un sustrato cultural occidental. Sin embargo, no debemos olvidar que la compleja arquitectura de doble vía de ese país prevé en el gobierno, además de un vértice civil, el presidente Rouhaní, a un líder religioso, el ayatolá Jamenei, expresión del espíritu conservador teocrático y freno real del progreso. (…) Hay que reconocer a Obama haber conducido las negociaciones completando este proyecto a pesar de la hostilidad manifiesta de Israel y la menos aparente de las tradicionales aliadas monarquías saudíes que temen la ascensión de la potencia iraní en la región de Oriente Medio. (…) [Cfr. Aceprensa, 20-07-2015: “Ante el acuerdo nuclear con Irán: Crece la desconfianza en Oriente Medio”.]

Terrorismo franchising

En junio de 2014 Abu Bakr al-Baghdadi, conocido como el jeque invisible y guía del Estado Islámico, declaró la institución de un califato –denominado Estado Islámico– en los territorios ocupados en Siria e Irak, con el fin de extender su autoridad sobre todas las tierras habitadas por musulmanes. Las relaciones entre Estado Islámico y Al Qaeda no son claras: por una parte, se ha hablado de su rivalidad en el liderazgo del yihadismo mundial –también en relación con su diferente visión estratégica, ya que Al Qaeda da prioridad al ataque contra el enemigo externo, es decir, contra Occidente, mientras que el Estado Islámico dirige su atención a un proyecto de homologación del universo musulmán según sus dictados–; por otra, de una alianza, o más en concreto, de su posible fusión (o mejor, Al Qaeda estaría dispuesta a confluir en el Estado Islámico), con resultados devastadores y lamentables para un Occidente asediado por la amenaza de los terroristas islámicos.

Irán sigue siendo el verdadero aliado de Occidente en contra del Estado Islámico, apoyando un ejército iraquí que se desmorona poco a poco y pierde sus capacidades defensivas y ofensivas reales. Frente al Estado islámico, algunos países del Golfo, a pesar de una declarada y débil hostilidad de fachada, mantienen una actitud ambigua y un probable apoyo financiero. La falta de iniciativas concretas para combatir el Estado Islámico por parte de Estados Unidos y Europa, que contemporizan peligrosamente, da lugar a la sospecha de que hay un interés no declarado de algunos países a favor de la existencia del Estado Islámico, aunque en términos territorialmente y militarmente contenidos.

En la compleja región del Oriente Medio, de hecho, la presencia del Estado islámico sunita puede ser un instrumento para contrarrestar y equilibrar la potencia emergente, la República chiita de Irán, que en virtud del acuerdo sobre la cuestión nuclear y la revisión de las sanciones, está destinada a recuperar todo su anterior peso político. Hoy, los actos terroristas imputables a la matriz yihadista se hacen a menudo por células independientes que se autoacreditan como exponentes de una organización determinada. Se habla de franchising del terrorismo. En otras palabras, el terrorismo islámico parece estructurado verticalmente desde el punto de vista de la toma de decisiones, y horizontalmente desde un punto de vista operativo y ejecutivo. Esta característica convierte, de hecho,a una organización terrorista centralizada con objetivos globales en peligrosas agencias en las distintas áreas del mundo con objetivos locales e impredecibles.

Roberto Rapaccini
ha trabajado en Bruselas para la Comisión Europea
en las estrategias comunitarias para la lucha contra el terrorismo.

Contenido exclusivo para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.

Funcionalidad exclusiva para suscriptores de Aceprensa

Estás intentando acceder a una funcionalidad premium.

Si ya eres suscriptor conéctate a tu cuenta para poder comentar. Si aún no lo eres, disfruta de esta y otras ventajas suscribiéndote a Aceprensa.