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Juan Pablo II nombra tres patronas para Europa

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El Papa Juan Pablo II inauguró el Sínodo de Obispos para Europa con la proclamación de tres patronas de Europa: santa Catalina de Siena, santa Brígida de Suecia y santa Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein).

El continente ya estaba bajo la protección de tres santos: san Benito y los santos Cirilo y Metodio, los evangelizadores de los eslavos. El Papa ha querido colocar al lado de ellos tres figuras femeninas, para subrayar el «gran papel que las mujeres han tenido y tienen».

Las tres nuevas patronas eran religiosas, pero sus caminos fueron bastante distintos. Edit Stein (1891-1942; ver servicio 135/98) fue una filósofa brillante -discípula de Edmund Husserl- y una ardiente defensora de la mujer. Judía de nacimiento, abandonó la práctica religiosa a los 14 años. Se declaró atea durante diez años, aunque siempre respetó y admiró la religión judía. Más tarde, en la universidad, siendo miembro de la escuela fenomenológica de Husserl, varias circunstancias le condujeron a la conversión al catolicismo, pero una fue la definitiva: leer la vida de santa Teresa de Ávila. Recibió el bautismo a los 31 años. Después ejerció de profesora fuera de la universidad, hasta que los nazis prohibieron a los judíos desempeñar la docencia. Entonces ingresó en la orden carmelita. Estuvo en el convento de Colonia hasta que estalló la II Guerra Mundial, momento en que se trasladó a otro en Echt (Holanda). Ocupada Holanda por las tropas alemanas en 1940, dos años más tarde fue deportada a Auschwitz, donde murió en la cámara de gas el 9 de agosto de 1942. Juan Pablo II la canonizó en 1998.

Santa Catalina de Siena (1347-1380), doctora de la Iglesia, fue una terciaria dominica que influyó mucho en su época. Contribuyó en gran medida al retorno del papado a Roma, que llevaba 67 años instalado en Aviñón. Entre sus obras destaca El Diálogo, su único libro, de una gran solidez doctrinal. Además, se conservan casi 400 cartas, algunas oraciones y «elevaciones».

Santa Brígida (1303-1373) fundó la orden de San Salvador. Además, junto a santa Catalina de Siena, fue una de las grandes propugnadoras de la vuelta del Papa a Roma desde Aviñón. Escribió libros que, aunque no destacan por su calidad literaria, sí fueron importantes en el terreno de la mística. Su mensaje reformador de unidad dentro de la Iglesia tuvo eco en el mundo de su tiempo.

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