El suicidio religioso asistido

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En uno de los capítulos del libro Cómo el mundo occidental perdió realmente a Dios (1), Mary Eberstadt explica que el declive de las Iglesias protestantes más antiguas de Europa y de Estados Unidos está ligado a los cambios doctrinales que hicieron en materia de anticonceptivos, divorcio, aborto y homosexualidad. Lo que a su vez contribuyó al debilitamiento de la familia en Occidente. Seleccionamos algunos párrafos.

(…) Estos esfuerzos reformistas contribuyeron poco a poco a un desenlace inesperado: debilitaron literal y figuradamente la familia natural, el cimiento sobre el que se basaban esas mismas Iglesias. En sus esfuerzos por atraer a los individuos que deseaban un relajamiento de la doctrina cristiana, las Iglesias se fueron olvidando de proteger sus bases: las familias sanas cuyos miembros se debían reproducir, en el sentido literal y en el figurado de transmitir la religión. Aquí de nuevo vemos el efecto potente de la doble hélice de familia y fe.

(…) Desde el principio, el Cristianismo ha llevado consigo un código moral, un código sexual, estricto en comparación con otras religiones (…) La sorpresa histórica, pues, no es tanto que los reformistas se esforzaran por hacerlo más llevadero, sino más bien que el código permaneciera intacto en el centro de la Cristiandad durante tanto tiempo: más o menos hasta la Reforma. Fue entonces cuando los eclesiásticos empezaron a deshacer el tapiz de la moralidad sexual: hace siglos, mucho antes de la revolución sexual, y utilizando en particular el hilo del divorcio.

Como dice Roderick Phillips en Untying the Knot: A Short History of Divorce: “(…) Los reformistas, dirigidos principalmente por Lutero y Calvino, no solamente rechazan la doctrina católica de la indisolubilidad del matrimonio, sino prácticamente todos los aspectos de la doctrina sobre el matrimonio”.

(…) En los Estados Unidos, según Phillips, las Iglesias anglicanas empezaron pronto a relajar las restricciones más estrictas, de manera que divorciarse era más o menos fácil según dónde vivía uno. Mientras tanto, aunque los anglicanos iban más atrasados que los episcopalianos, hacia mediados del siglo XVIII el Parlamento inglés legalizó el divorcio en la teoría y en la práctica; no se hacia un uso general de él, pero así se demostraba que la indisolubilidad tenía sus excepciones. Poco a poco fue subiendo el número de personas que dejaban atrás su matrimonio, y fue atenuándose el estigma social y religioso asociado al divorcio. A partir del Sínodo General de 2002, los anglicanos divorciados pueden volver a casarse por la Iglesia, borrándose así cualquier mancha que pudiera quedar.

La excepción se convierte en norma

(…) El intento anglicano de aligerar el código moral cristiano en lo tocante específicamente al divorcio muestra una pauta que aparece con claridad una y otra vez en la historia del experimento que he bautizado como Cristianismolight: primero se hacen excepciones limitadas a la regla; luego, esas excepciones ya dejan de ser limitadas y se convierten en la norma; por fin, esa nueva norma se consagra como algo teológicamente aceptable.

Esa es exactamente la pauta que emerge en otro ejemplo del esfuerzo por desenredar un hilo de la enseñanza moral y sacarlo del conjunto: el desacuerdo en cuanto a los anticonceptivos. (…) Exactamente como había ocurrido en el tema del divorcio, la aprobación anglicana de la anticoncepción nació de la compasión por la fragilidad humana, junto con la preocupación por estar al día; y con el convencimiento de que se aplicaría en casos excepcionales. (…). Muy pronto, los anticonceptivos no solamente se aprobaron teológicamente bajo ciertas circunstancias difíciles, sino que pasaron a ser la norma. (…)

Consideremos ahora un tercer ejemplo de la misma pauta histórica que se ha cumplido en otro tema: el desacuerdo en cuanto a las enseñanzas cristianas tradicionales en contra de la homosexualidad. (…).

¿Cuál es el motivo de esta extraordinaria transformación? En parte, otra cosa que los reformistas de Lambeth no previeron, y que en retrospectiva era evidente: la fuerza de la cadena lógica que conduce desde la aceptación ocasional de la anticoncepción hasta la celebración de la homosexualidad. (…) Por ejemplo, Robert Runcie, arzobispo que fue de Canterbury, explicó sobre esta base su decisión personal de ordenar a hombres homosexualmente activos. En una entrevista radiofónica en la BBC en 1996, citó la Conferencia de Lambeth de 1930, señalando que “una vez que la Iglesia admitió… que la actividad sexual era para el deleite humano, una bendición incluso al margen de la idea de la procreación (…) entonces, ¿qué ocurre con las personas entregadas a la expresión homosexual, incapaces de expresarse heterosexualmente?”. (…)

Dicho de otra manera, el rechazo de la prohibición de la anticoncepción fue precisamente el origen del cambio diametral de los anglicanos en cuanto a la homosexualidad. (…)

También como los anglicanos, la Iglesia Luterana Evangélica de América (ELCA) ha demostrado que es imposible sacar un hilo de la trama moral sin sacar también los demás. En 1991, una Declaración Social afirmaba que el aborto, considerado como un grave pecado casi universalmente a lo largo de la historia cristiana, podía ser una opción moralmente responsable en ciertas circunstancias. (…)

El declive de las Iglesias laxas

La ELCA, la entidad luterana mayor y más liberal de los Estados Unidos, se enfrenta hoy a lo mismo que la Comunión anglicana: amenazas de cisma, parroquias secesionistas, fondos que disminuyen, y demás problemas institucionales que han acompañado el abandono del dogma.

Las demás Iglesias protestantes mayoritarias están amenazadas por la misma suerte: además de la Iglesia episcopaliana y la Iglesia luterana evangélica, la Iglesia presbiteriana de los Estados Unidos, la Iglesia unida de Cristo, la Iglesia metodista unida y la Iglesia bautista americana. En diciembre de 2009, el Grupo Barna observó, según la última ronda de cifras, que todas las Iglesias mayoritarias parecen estar “en el precipicio de un declive”. En general, baja la financiación, bajan las cifras, baja especialmente el número de jóvenes, y baja rápidamente el número de misioneros (una excelente medida de la vitalidad de la fe). Incluso los trabajos sociales por los que han sido conocidas las Iglesias cristianas también disminuyen: el voluntariado, según las cifras de Barna, había bajado un impactante veintiuno por ciento desde 1998.

(…) Pronto podría decirse lo mismo de muchas otras Iglesias, incluidas las mayoritarias del protestantismo. No así de otras, que no han rechazado el código moral tradicional, sino que se han aferrado a él: los mormones, las Iglesias evangélicas de corte tradicional, los pentecostales, o las Iglesias anglicanas de eso que ahora se llama el Sur global, que defienden tenazmente las enseñanzas morales del Cristianismo contra el paganismo de sus propias sociedades y también contra los cristianos reformistas secularizados de Occidente.

Y, ¿qué hay de la Iglesia católica? Pese a su defensa teológica de la familia, también ha visto una significativa disminución de la práctica religiosa, sobre todo en Europa (…). Pero es cierto que las zonas más vibrantes del Catolicismo son también las más ortodoxas. (…)

Todo lo cual viene a decir que esa manía de retocar la doctrina, que comenzó con la Reforma, ha tenido al menos un claro efecto colateral: ha debilitado las propias Iglesias (…).

Algunos celebrarán estas consecuencias en nombre de la liberación, y otros lamentarán el mundo perdido que representan. Pero no cabe duda de que los cambios doctrinales han contribuido a vaciar las iglesias. Como confirmación del efecto del factor familia, ese proceso constituye una parte importante, y paradójica, de la historia de cómo fue que el Cristianismo se evaporó de muchas mentes y de muchos hogares occidentales.

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Notas

(1) Mary Eberstadt, Cómo el mundo occidental perdió realmente a Dios. Rialp. Madrid (2014). 304 págs. 21 € (papel) / 12,99 € (digital). Traducción: Aurora Rice. T.o.: How the West Really Lost God: A New Theory of Secularization. Templeton Press. West Conshohocken (2013).

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