Entre la fe y la credulidad prodigiosa

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Nairobi. En una gran ciudad como esta, donde abundan los pobres, los predicadores que prometen soluciones prodigiosas encuentran un público fácil. Gracias a un sencillo mensaje compuesto de política y moralidad tradicional, que exige una adhesión mínima y plantea pocas exigencias, ciertas variantes del pentecostalismo tienen un atractivo superficial. Los conversos más serios se dirigen a la Iglesia católica, que sigue proporcionando una labor asistencial indispensable en zonas donde la acción del gobierno no se nota.

«Cristo es la respuesta», proclama llamativamente una valla publicitaria en la iglesia pentecostal de Valley Road, despertando la atención de los conductores que se dirigen al centro de la ciudad de Nairobi. La iglesia de Valley Road atrae a una parte más pudiente de la población. Recientemente, el predicador norteamericano T.D. Jakes convocó a casi un millón de personas a una cruzada en el Parque Uhuru, en pleno centro de la ciudad. En dicho acto transmitió un mensaje sencillo a la congregación: que dieran todo lo que tienen, que eligiesen mejores dirigentes y confiaran en sí mismos. Con ello, tocó una fibra a la que no llegan la mayoría de los oradores políticos. Éste es un aspecto de la fe pentecostal.

Predicadores y supercherías

El otro y más sensacional, recogido por los noticiarios de la televisión y las columnas de la prensa escrita, cuenta episodios como los siguientes. El caso del predicador de África occidental que prometió rezar por sus fieles si éstos le pagaban una parte determinada de sus ingresos o posesiones. Todo iba bien hasta que un miembro de su congregación se presentó con su coche, ofreciéndolo a cambio de oraciones, y la policía no tardó en intervenir en el caso. O el del predicador que prometió curar a los enfermos de sida por medio de las oraciones de él y el estipendio de ellos. Aquellos a los que el clérigo había identificado como portadores tendrían que regresar pasada una semana, se someterían a nuevas pruebas y, «milagrosamente», todos habrían sanado. Es decir, hasta que las autoridades tuvieron noticia del tratamiento. Este pastor también tiene que comparecer ante los tribunales.

En Nairobi, donde la mayoría de la población vive al borde de la pobreza; cuyas calles están repletas de hombres desempleados, jóvenes y viejos; de madres (casadas o solteras) que tienen que lidiar con el padre de sus hijos, borracho o infiel, y que han de criar a muchos hijos con lo poco que ganan vendiendo hortalizas, el fantasma de la desesperación mira a muchos a la cara. Y no encuentran más alternativa que poner sus esperanzas en alguien que pueda darles alguna forma de consuelo espiritual, puesto que en las ciudades los hechiceros son pocos y están en gran medida desacreditados a los ojos de quienes tienen alguna formación.

El estilo pentecostal

El predicador itinerante es la respuesta a los problemas de muchos. En Kenia se ha convertido en toda una institución. Los predicadores son muy directos y no conocen el miedo ni el qué dirán. Se dejan ver ostentosamente en las paradas de taxis como personas que vuelven a casa después del trabajo, ofreciendo algunas palabras que inspiren a sus oyentes o reprendiéndolos por su falta de fervor, a la vez que, casualmente, piden unas monedas con las que poder regresar a casa esa noche. Ocupan un asiento en los transportes interurbanos y predican durante todo el viaje. A la hora del almuerzo, personas que no pueden permitirse comer fuera, acuden a un parque público o a unos jardines cercanos para oír a un evangelista, que al final de su sermón hace una colecta.

También las mujeres se han incorporado a la función y unas pocas han empezado a predicar en el centro de la ciudad, aunque, por el momento, su éxito es escaso.

El mensaje de estos predicadores es sencillo y se centra en el acontecimiento político o social o en el suceso criminal de la víspera o de ese mismo día. Hablan la lengua del pueblo, utilizando su vocabulario y sus expresiones, y conocen su modo de pensar. El clima de Nairobi también resulta perfecto -nunca hace frío y casi nunca llueve- y favorece actividades a la intemperie como éstas.

Gracias a un sencillo mensaje compuesto de política y moralidad tradicional y basado en una interpretación literal de pasajes seleccionados de la Escritura, que, por tanto, exige una adhesión mínima y plantea pocas exigencias, ciertas variantes del pentecostalismo tienen un atractivo más superficial. Si, además, las personas están convencidas de que se salvan sólo por la fe, que de hecho ya están salvadas independientemente de lo que hagan a continuación, ¿puede alguien ofrecerles un trato mejor? Y los evangelistas, en general, son agresivos en su proselitismo, poniendo en su punto de mira a aquellos cuya fe en su actual iglesia es débil.

En busca de respuestas claras

En las iglesias de estilo pentecostal el culto dominical adopta una forma vigorosa y vibrante con cantos, aplausos y bailes. Esto resulta atractivo para los jóvenes, algunos de los cuales, debido a la extendida ignorancia religiosa, encuentran que el culto de las iglesias tradicionales resulta insípido. En algunas iglesias, el servicio dominical habrá estado precedido de una sesión de saturación espiritual basada en testimonios personales acompañados de golpeteos con los pies, que se habrá prolongado durante toda la noche impidiendo que los vecinos concilien el sueño. Esto sucede en las ciudades más grandes. En el campo, la gente está demasiado ocupada labrando la tierra, dedicada al pequeño comercio o encargándose del sistema de transporte local; hay pocos desempleados porque, precisamente, la juventud en paro ha emigrado a los núcleos urbanos.

A medida que crece el número de kenianos que se trasladan a las ciudades, ¿lograrán el pentecostalismo y los evangelistas desbancar a las otras iglesias cristianas establecidas? Los anglicanos, los presbiterianos y los metodistas pasan por tiempos críticos. Están perdiendo a la juventud; en ocasiones se les ve demasiado vinculados a dirigentes políticos, y la postura ambigua de las iglesias matrices acerca de la moralidad tradicional, como sucede con la bioética y con la tácita, o no tan tácita, aceptación de la homosexualidad y de los derechos de los homosexuales, están empezando a socavar su credibilidad. Lo que la gente busca cada vez más son respuestas claras e inequívocas a cuestiones como el aborto, la anticoncepción y el divorcio. Blanco o negro, no gris; una cosa u otra.

Los baptistas, que se aproximan más a los pentecostales en creencias y práctica, están prosperando por las mismas razones, aunque su estilo es menos ampuloso. En una ceremonia nupcial celebrada recientemente en la principal iglesia baptista, el pastor habló con afecto de la maternidad de la Santísima Virgen María. ¿Está desapareciendo la vieja acusación de mariolatría y están algunas de las iglesias evangélicas descubriendo que el orden y la eficiencia masculina no son suficientes, y que les faltan la belleza, la imaginación y la perdurable calidez de una Madre?

El atractivo de la Iglesia católica

La Iglesia católica es, quizás, la que atrae a los conversos más serios. En 2004 había casi 150 millones de católicos en África, un crecimiento espectacular a lo largo de unos pocos años, y el fenómeno se refleja de forma idéntica en Kenia. Como dicen los «Lineamenta» (documento de trabajo) del sínodo de obispos africanos: «La tradición africana mantiene que la vida y la palabra están estrechamente relacionadas». Para la mayoría de los africanos la palabra de Dios revelada significa vida. Los africanos tienen los pies firmemente asentados en el suelo y les importan poco las teorías.

A pesar de las debilidades y del desdichado, y ocasional, ejemplo de algunos de sus miembros y pastores, saben que, al fin y al cabo, la Iglesia católica predica con el ejemplo y no hace falsas promesas ni construye castillos en el aire. No mantiene confrontaciones con la política ni con los políticos ni tampoco busca dinero fácil; y, además, no sólo apoya la moralidad tradicional, sino que está dispuesta a defenderla con uñas y dientes. Son, por tanto, las creencias más espirituales y prácticas las que atraen a las muchedumbres.

La Iglesia católica ha sido la que ha tomado la iniciativa de cuidar a aquellos a quienes la mayoría de las personas preferirían ignorar: los niños, los huérfanos y las viudas de la calle, las mujeres amenazadas, los hombres (y las mujeres) vencidos por el alcohol, las víctimas del sida y los desempleados. Y fuera de los centros urbanos, en los distantes rincones, en los bosques más remotos o en las áridas llanuras y en el semidesierto donde sólo los nómadas, algunos armados, se ganan la vida a duras penas, siempre habrá una misión, una clínica y quizás una escuela primaria. Allí es donde los misioneros consumen su vida formando a personas cuyo estilo de vida es atrasado, para crear una infraestructura básica y alimentar a sus familias como preparación para la evangelización, si no son creyentes, o simplemente para ayudarles a desarrollar sus vidas si efectivamente lo son, como sucede con los musulmanes.

Prestigio de las escuelas católicas

En el caso tanto de los olvidados de las ciudades como en el de quienes viven fuera de ellas, la Iglesia sustituye a la casi completa falta de acción gubernamental.

Son las escuelas católicas las que los mandamases de la educación toman seriamente en consideración cuando se publican los resultados nacionales de los alumnos que finalizan ciclo, y es allí donde tantos padres quieren que sus hijos sean educados, sean cuales sean sus creencias: protestantes, adventistas del séptimo día, musulmanes o hindúes. El gobierno muestra el máximo respeto y consideración hacia los obispos católicos y sus cartas pastorales, no hacia los predicadores callejeros ni los televangelistas.

Usando tan sólidos cimientos, gracias a la transparencia de la Iglesia ante el mundo, que con tanto celo promovió Juan Pablo II y que ha resuelto tantos de los «misterios» y «secretos» de los católicos, y mediante la organización de actividades y catequesis a todos los niveles y para todo grupo posible, la Iglesia se ha convertido en una fuerza benéfica con la que hay que contar. Los prejuicios y los conceptos erróneos permanecen y siguen fomentándose, pero aquellos que buscan una creencia que suponga un reto para lo mejor que hay en ellos normalmente se dirigen a la Iglesia católica, cualquiera que sea su edad, y especialmente si son jóvenes.

«En la tradición africana -proclaman los «Lineamenta» en otro lugar-, el valor de una persona reside en ser en relación a los demás y no depende de lo que posea o pueda hacer». Así, las personas son constantemente conscientes de su dependencia de Dios, y de las leyes de Dios relativas al comportamiento personal del hombre. No cabe la menor duda de que la religión perdurará y, si Dios quiere, evitará la actual crisis espiritual y moral que sacude a Europa. En Kenia, las reuniones públicas comienzan y acaban normalmente con oraciones y las personas tienen un sólido e innato instinto del comportamiento correcto. El principal problema no es qué fe será la que predomine, sino la escasez de pastores, de pastores verdaderamente buenos y serios. Una vez que ello quede garantizado, los fieles, que son muy realistas, buscarán y serán atraídos por resultados, no por vanas promesas.

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