El Sínodo de los Obispos promueve una mayor participación de las religiosas en la toma de decisiones

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Roma.- El Sínodo de los Obispos sobre «La vida consagrada y su misión en la Iglesia y en el mundo» concluyó con la presentación al Papa de 55 proposiciones, que no se han dado a conocer, y con la publicación del «mensaje final», un texto que sintetiza en la práctica los temas abordados durante las cuatro semanas que han durado los trabajos de la asamblea.

El documento final hace propia la petición de que las religiosas tengan mayor responsabilidad en la vida de la Iglesia. Las mujeres consagradas, afirma el texto, «deben participar más en las situaciones que lo requieran, en las consultas y en la elaboración de decisiones en la Iglesia. Su participación activa en el Sínodo ha enriquecido considerablemente la reflexión sobre la vida consagrada y su colaboración en la misión de la Iglesia».

Sobre este tema, el Card. Eduardo Martínez Somalo, prefecto de la Congregación para los Institutos de vida consagrada y las Sociedades de vida apostólica, dijo en un rueda de prensa que la «frontera» está en aquellas tareas que requieran intrínsecamente el sacramento del orden sacerdotal.

La madre Lilia Capretti, presidenta de la Unión de Superioras Generales Italianas, dijo que en algunos países, como Italia, existen desde hace años estructuras para facilitar esa participación de las religiosas en la elaboración de las decisiones. Se trata ahora de promoverlas en otros países. «Lo que siempre pedimos es que no se nos soliciten trabajos que caen fuera de nuestro carisma».

Por lo que se refiere al nombramiento de religiosas para cargos en organismos eclesiásticos, como las curias diocesanas o romana, la M. Capretti manifestó que «no suelen ser puestos muy ambicionados», pues las religiosas prefieren otras tareas. El criterio, en este como en otros campos, comentó el arzobispo filipino Orlando Quevedo, es elegir a las personas capaces y competentes,evitando planteamientos que responden más a esquemas de «lucha de poder» que de servicio evangélico.

Lo permanente y lo transitorio

Aunque el tema de la mujer consagrada atrajo más la atención de la opinión pública, los padres sinodales escriben en su mensaje que una de las dificultades que han examinado es «la necesaria integración de las comunidades y personas de vida consagrada dentro de las Iglesias particulares».

El mensaje afirma que la renovación de los institutos religiosos debe hacerse «a la luz del carisma propio» de cada uno y de modo que no sea «una fuerte tensión entre la jerarquía y las personas consagradas». A este respecto, el mensaje sostiene que los consagrados han de manifestar su amor a la Iglesia en la «estrecha unidad» con el Papa y con los obispos que presiden las Iglesias particulares.

En el Sínodo se distinguió también entre la vida consagrada, en cuanto tal, que «es permanente, no puede faltar nunca en la Iglesia», y las formas que asume a lo largo de los siglos, que «pueden ser transitorias, sin garantía de perennidad». El mensaje no alude a los institutos en vías de extinción ni a la recomendación de que se fundan con otros.

El documento final insiste en la necesidad de que los religiosos y demás personas consagradas tengan una profunda unión con Dios. «No os dejéis absorber por el trabajo -afirma el texto-, no olvidéis que la acción humana debe tener sus fuentes en la plegaria y en la íntima unión con el Señor». Ese testimonio «es el primero y más importante apostolado».

Para los padres sinodales, la presencia de hombres y mujeres consagrados a Dios, por medio de votos u otros vínculos sagrados, presenta ante los demás hombres «el testimonio de los valores evangélicos desconocidos o rechazados por el mundo». Esa consagración, añade, «es el mejor camino de inculturación del Evangelio».

Los participantes en el Sínodo renovaron una opción preferencial por los pobres, que no se limita a «la denuncia de las carencias y de las injusticias», sino que lleva a anunciar «las inagotables riquezas de Cristo». Mons. Javier Lozano Barragán, obispo de Zacatecas (México), explicó que «es un servicio a los más necesitados, los cuales puede que no sean estrictamente pobres desde el punto de vista económico, sobre todo en países más desarrollados».

El mensaje final no menciona en ningún momento el hábito religioso, cuyo uso fue alabado durante el Sínodo como algo más que una simple seña de identidad. Algunos de estos aspectos, de carácter más práctico, se recogen en las proposiciones presentadas al Papa.

Diego Contreras

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