El Papa ante el comunismo y el capitalismo

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En una extensa entrevista de Yas Gawronsky publicada por La Stampa (Turín, 2-XI-93), Juan Pablo II habla del comunismo y del capitalismo, con referencia a la situación de Europa oriental. Recogemos algunas respuestas.

El Papa explica que el éxito del comunismo en Europa no fue un hecho ilógico en la historia contemporánea, sino que se produjo «como reacción a un cierto tipo de capitalismo excesivo, salvaje, que todos nosotros conocemos bien. Basta con revisar las encíclicas sociales, sobre todo la primera, la Rerum novarum, en la que León XIII describe la situación de la época». Marx también hizo, a su manera, una descripción del «capitalismo ultraliberal», y suscitó la adhesión de muchos trabajadores, y también de intelectuales que «decidieron colaborar con las autoridades comunistas. Posteriormente, en un determinado momento, se dieron cuenta de que la realidad era muy diferente de lo que pensaban. Algunos, los más valientes, los más sinceros, decidieron separarse del poder para pasar a la oposición».

Cuando se analiza la caída del comunismo en los países del Este de Europa, parece inevitable referirse al papel que desempeñó Juan Pablo II. Sin embargo el Papa piensa que el verdadero «factor determinante» ha sido «el cristianismo en cuanto tal, su contenido, su mensaje religioso y moral, su intrínseca defensa de la persona humana y sus derechos. Yo no he hecho nada más que recordar, repetir, insistir sobre los principios que hay que observar, sobre todo el principio de libertad religiosa, pero no solamente éste, sino el de las demás libertades inherentes a la persona humana».

Gawronsky menciona luego los problemas que sufren los países ex comunistas: la degradación moral -se difunde la droga, la prostitución-, la guerra en la antigua Yugoslavia… ¿Valía la pena derrotar al comunismo? El Papa corrige el planteamiento de la cuestión: «Era legítimo combatir el sistema totalitario, injusto, que se definía socialista o comunista». Pero también hay que reconocer, con el Papa León XIII, que «hay ‘semillas de verdad’ incluso en el programa socialista. Es obvio que (…) estas semillas no deben perderse». Es preciso discernir: «los protagonistas del capitalismo a ultranza tienden a desconocer incluso las cosas buenas realizadas por el comunismo: la lucha contra el desempleo, la preocupación por los pobres…»

A la vez, es cierto que el sistema comunista dio frutos negativos. «En el comunismo ha habido una preocupación por lo social, mientras que el capitalismo es bastante individualista. Pero esa atención a lo social ha tenido en los países del socialismo real un precio muy alto, pagado en muchos sectores con la degradación de la vida de los ciudadanos. Así, el «excesivo proteccionismo del Estado» hizo que desapareciera la iniciativa privada, se difundiera la inercia y la pasividad.

El problema ahora es que, desaparecido el sistema totalitario, en general «la gente se encontró sin experiencia, sin capacidad para combatir por sí sola, desacostumbrada a la responsabilidad personal». Mientras que algunos «han sabido aprovecharse de la confusión inicial para enriquecerse, no siempre de forma lícita y honrada».

En muchos casos, quienes han sacado provecho económico son los que pertenecían a la nomenklatura, recuerda el Papa. También estos mismos recuperan democráticamente el mando en algunos países. Pero «no se trata tanto de un regreso del comunismo en cuanto tal, sino de una reacción a la ineficiencia de los nuevos gobiernos, lo que no es nada sorprendente». Juan Pablo II explica que, tras 50 años de monopolio del poder por parte de los comunistas, éstos son los únicos con experiencia política. La oposición, por su parte, no estaba preparada para gobernar porque no había tenido oportunidad de hacerlo, y ahora en muchos casos está dividida.

¿No parece que Juan Pablo II está más en contra del capitalismo que del comunismo?, pregunta Gawronsky. El Papa no responde con una comparación global entre uno y otro. Precisa que es necesario «remontarse a la causa de los fenómenos que vivimos». Y añade que en el origen de muchos problemas que hoy padecemos están, entre otros factores, «las manifestaciones degeneradas del capitalismo».

«Naturalmente -añade-, el capitalismo actual ya no es el mismo que el de la época de León XIII. Ha cambiado, y este cambio se ha producido también gracias al pensamiento socialista. El capitalismo de hoy es diferente, ha introducido amortiguadores sociales, gracias a la acción de los sindicatos ha llevado a cabo una política social, está controlado por el Estado y los sindicatos. Sin embargo, en algunos países del mundo aún pervive en su estado salvaje, casi como en el siglo pasado».

Juan Pablo II detalla más su pensamiento a este respecto al responder a una pregunta sobre la posibilidad de una «tercera vía» entre capitalismo y socialismo. «Tengo miedo de que esta tercera vía sea otra utopía. Por una parte tenemos el comunismo, que es una utopía que, en la práctica, ha fracasado trágicamente. Por otra está el capitalismo, que en su dimensión práctica, en sus principios básicos, sería aceptable desde el punto de vista de la doctrina social de la Iglesia, ya que bajo varios aspectos se muestra conforme con la ley natural». Sin embargo, «dentro de esta práctica de por sí aceptable se producen abusos -diferentes formas de injusticia, de explotación, de violencia y de prepotencia-, y entonces se llega a las formas del capitalismo salvaje. Son los abusos del capitalismo lo que hay que condenar».

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