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El levantamiento de la excomunión a los obispos lefebvrianos

publicado
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Roma. La noticia del levantamiento de la excomunión a los cuatro obispos ordenados por el cismático Marcel Lefebvre, en julio de 1988, que integran la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, estuvo acompañada por la polémica a propósito de las declaraciones de uno de ellos, realizadas meses antes, en las que negaba la existencia del Holocausto judío.

“El Papa quita la excomunión a un obispo antisemita”, titularon algunos medios informativos, casi dando a entender que existía una relación entre el perdón y el antisemitismo, o bien interpretando la supresión de la sanción como si se tratase de un premio. De este modo, quedó en segundo plano la reflexión sobre el significado de ese gesto de Benedicto XVI, que supone un paso importante en la dirección de sanar el doloroso cisma surgido a raíz del Concilio Vaticano II, de cuyo anuncio se cumplen 50 años. También fue particularmente simbólico el hecho de que el decreto se publicara durante la semana de oración por la unidad de los cristianos.

El levantamiento de la excomunión está contenido en un decreto de la Congregación para los Obispos, firmado el pasado 21 de enero. Con este gesto, el Papa acogió la nueva petición formulada por el superior general de la Fraternidad Sacerdotal San Pío X, Mons. Bernard Fellay, en una carta del 15 de diciembre de 2008, escrita también en nombre de los otros tres obispos, Bernard Tissier de Mallerais, Richard Williamson y Alfonso de Galarreta.

En esa carta, Fellay manifestaba al Santo Padre la voluntad de “ser y permanecer católicos y de poner todas nuestras fuerzas al servicio del Iglesia de Nuestro Señor Jesucristo, que es la Iglesia católica romana. Nosotros aceptamos todas sus enseñanzas con ánimo filial. Creemos firmemente en el primado de Pedro y en sus prerrogativas y por ello nos hace sufrir tanto la actual situación”.

Aceptar el Vaticano II

Es bien sabido que Benedicto XVI ha tratado por todos los medios, desde su época de prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, de sanar esta división. Una muestra clara es que incluso -a los pocos meses de su elección como Papa- recibió en su residencia a monseñor Fellay. La aprobación, en julio de 2007, de la posibilidad de que se pueda celebrar la misa con el llamado rito antiguo, el misal de S. Pío V reformado por Juan XXIII en 1962, iba también en esa dirección.

Si el levantamiento de la excomunión es un paso significativo hacia la unidad, aún quedan pendientes otras muchas cuestiones. Por un lado, los seguidores de Lefebvre no han dicho claramente si aceptan “todo” el Vaticano II. Es significativo que en el comunicado con el que manifiestan su agradecimiento al Papa por la medida, eviten ser explícitos en ese punto y se limiten a subrayar que en las próximas reuniones con la Santa Sede la Fraternidad tendrá la oportunidad de “exponer las razones doctrinales de fondo que ella estima ser el origen de las dificultades actuales de la Iglesia”.

Pero las dificultades también se encuentran en cómo el episcopado, especialmente el francés, acogerá esta decisión del Papa, y si manifestarán o no la misma magnanimidad que ha mostrado Benedicto XVI. Eso supondrá, en alguna medida, hacer algo de autocrítica, especialmente a propósito del proceso de renovación litúrgica llevado a cabo en Francia (y en otros países), con algunos aspectos discutibles que provocaron, por rechazo, un endurecimiento de las posturas tradicionalistas encarnadas por los seguidores de Lefebvre. A eso habría que añadir el actual estado de debilidad del catolicismo francés, como muestra el hecho de que el pasado año los nuevos seminaristas fueron 120 para un total de 91 diócesis (40 de esos candidatos proceden de comunidades de “sensibilidad tradicional”).

Se puede discutir sobre la oportunidad de levantar la excomunión precisamente en estas circunstancias, cuando uno de los beneficiados -el inglés, Richard Williamson, de 69 años, procedente del anglicanismo- todavía es recordado por unas declaraciones antisemitas (de las que, por otra parte, se ha distanciado la misma Fraternidad).

No hace falta insistir en que las razones por las que el Papa ha retirado la excomunión son de tipo teológico y no tienen nada que ver con las absurdas opiniones personales de Mons. Williamson. En realidad, cabría darle la vuelta al argumento: esas ideas negacionistas son características de una mentalidad “complotista”, propias de grupos cerrados, que el proceso de unidad contribuiría decididamente a eliminar.

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