El diálogo interreligioso avanza en los últimos meses

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Roma. El diálogo entre la Iglesia católica y otros cristianos, y entre católicos y seguidores de otras religiones no suele ofrecer muchas informaciones de primera página. Por lo general, se trata de un proceso lento que la prensa tiene dificultad para convertir en noticia, a no ser que se trate de una novedad como la reciente visita al Papa del rey Abdalá de Arabia Saudita. Sin embargo, la ausencia de acontecimientos clamorosos no impide apreciar los pasos concretos que se están dando en los últimos meses en este campo.

El ámbito más fecundo, con toda probabilidad, son las relaciones con los ortodoxos. Después de seis años de inactividad -debido a algunas incomprensiones- se ha vuelto a reunir la comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre católicos y ortodoxos. El encuentro, celebrado en Rávena (Italia) en octubre, se centró en el estudio del ejercicio de la autoridad y colegialidad en la Iglesia. Un tema que sirve de preparación para la próxima sesión plenaria, prevista para otoño de 2009, que tratará de un aspecto central en las relaciones entre ambas confesiones: “El papel del obispo de Roma en la comunión de la Iglesia en el primer milenio”.

Muy significativa ha sido también la entrevista con el metropolita Kirill de Smolensk, segunda autoridad del patriarcado ortodoxo de Moscú, publicada en el renovado L’Osservatore Romano (2-11-2007). El metropolita describe el momento actual de las relaciones como un “tiempo de deshielo”. Ese nuevo clima se ha manifestado incluso en la cálida acogida que el patriarcado otorgó al nuevo arzobispo de Moscú, Mons. Paolo Pezzi.

“Es del todo evidente -afirma el metropolita Kirill- que la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa son cada vez más conscientes de ser aliadas en muchísimos problemas que interpelan actualmente a la humanidad”. Por esa razón, se establece de modo natural “una cierta solidaridad en las relaciones recíprocas, tanto a nivel de organizaciones como en el diálogo con el mundo secularizado”.

Los musulmanes responden

En el plano de los contactos con otras religiones, sigue suscitando ecos y comentarios la carta de invitación al diálogo que 138 intelectuales musulmanes, de 43 países, enviaron el pasado 13 de octubre a Benedicto XVI y a diversos líderes cristianos (ver Aceprensa 110/07). La carta es una continuación de la que un grupo inicial de 38 firmantes envió hace un año al Papa en respuesta a su discurso en la Universidad de Ratisbona, en septiembre de 2006. Aparte del incremento del número de los firmantes, destaca el dato de que están representadas no solo las grandes tradiciones musulmanas -sunnita y chiita- sino también otras menores.

Es la primera vez que personalidades musulmanas toman una iniciativa de tal envergadura en el diálogo con los cristianos. Aunque contiene algunos elementos ambiguos, como una cierta confusión entre el plano político y religioso, el contenido de la carta representa una novedad absoluta. Por ejemplo, se presenta la figura de Jesucristo por medio de citas del Nuevo Testamento, y no del Corán.

Otra primicia histórica en las relaciones entre catolicismo e islam fue la visita al Papa -el 6 de noviembre- del rey Abdalá de Arabia Saudita, uno de los pocos países que no mantienen relaciones diplomáticas con el Vaticano. Se trata del primer monarca saudita que visita al Papa desde la creación del Estado en 1932. Arabia tiene como religión oficial el wahabismo, una de las formas más severas del islam. En su territorio se custodian La Meca y Medina, los lugares santos más importantes del islam.

A pesar del carácter diplomático de la visita, en el comunicado final se menciona “el empeño a favor del diálogo intercultural e interreligioso” que conduzca a la convivencia pacífica, así como “el valor de la colaboración entre cristianos, musulmanes y judíos para la promoción de la paz, de la justicia y de los valores espirituales y morales, especialmente para reforzar a las familias”. Se hace referencia a la situación en Oriente Medio y a la “necesidad de encontrar una solución justa a los conflictos que atraviesan esa región, en particular el conflicto entre israelíes y palestinos”.

Durante el coloquio del rey saudí con el Papa y sus colaboradores, se mencionó también “la presencia positiva y laboriosa de los cristianos” en el país. Se calcula que podrían llegar a un millón y medio o tal vez dos millones, casi todos inmigrantes, de un total de 22 millones de habitantes. Fue una alusión significativa que otorga a esa minoría una legitimidad hasta ahora negada, pues Arabia es uno de los países donde no existe libertad religiosa.

Menos vistosas y con escaso eco en la opinión pública suelen ser otras iniciativas, como los mensajes que el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso envía a los representantes de otras religiones con ocasión de sus propias fiestas. Desde hace diez años, por ejemplo, este organismo vaticano felicita en nombre del Papa a los hindúes por la fiesta del “Diwali”.

En el mensaje del pasado 5 de noviembre, el Card. Tauran, presidente del Consejo Pontificio, afirma que toda relación humana, también aquella entre personas de diferentes religiones, requiere “alimentarse de encuentros regulares, escucha paciente, colaboración activa y, sobre todo, de una actitud de respeto recíproco”. Según informaba L’Osservatore Romano, uno de los objetivos de este organismo vaticano para los próximos años es intensificar precisamente las relaciones con los hindúes, como ya se hace con los musulmanes o los budistas.

Así pues, mientras algunos autores de recientes best sellers confunden religión con fanatismo, y ven las religiones como generadoras de conflictos, otras muchas personas se apoyan precisamente en las convicciones religiosas para construir una sociedad más solidaria y poner fin a los conflictos éticos y políticos.

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