La secularidad del Estado siempre ha sido considerada como un logro de la modernidad. A veces se ha tergiversado la historia para presentar a la religión como el enemigo en este proceso. Sin embargo, en el debate público actual da la sensación de que son precisamente los que se consideran progresistas quienes no respetan algunas consecuencias de la separación entre Iglesia y Estado, ya que pretenden que el gobierno o el parlamento le impongan a la Iglesia lo que tiene
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