Comunión y Liberación cumple cincuenta años

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Roma. La celebración del XXV «Meeting por la amistad entre los pueblos», organizado en Italia por Comunión y Liberación, ofreció a Juan Pablo II la oportunidad de expresar su afecto por este movimiento eclesial que cumple medio siglo de existencia. El pasado mes de febrero, el Papa ya había enviado al fundador, Mons. Luigi Giussani, una carta de felicitación y aliento con ocasión de la efemérides; en ella subrayaba entre otras cosas los «abundantes frutos de bien para la Iglesia y la sociedad» suscitados por el movimiento.

En su mensaje al «Meeting», que se desarrolló del 22 a 28 de agosto, Juan Pablo II toma pie del lema del encuentro -«Nuestro progreso no consiste en presumir de haber llegado, sino en tender continuamente hacia la meta»- para reflexionar sobre el sentido del progreso humano. Hace notar la tentación de considerar los resultados obtenidos por la ciencia y la técnica como fines en sí mismos y, por tanto, aceptados a priori. Según esa concepción, la verdad y la justicia estarían al servicio del progreso entendido como valor absoluto. El Papa advierte cómo la misma historia enseña que cuando el hombre «se erige en árbitro del bien y del mal, hace del progreso su ideal absoluto, acaba siendo aplastado». La actitud más sabia, concluye, es volver la mirada al Creador y asombrarse por la belleza y racionalidad de la creación.

El «Meeting» es fruto de la iniciativa de personas y grupos que viven la experiencia cristiana a través de Comunión y Liberación. Quiere ser un lugar donde la fe cristiana «grita a todo el mundo la pasión por lo humano que le es propia». El programa está integrado por casi doscientas actividades y reúne cada año a varios centenares de miles de personas en la ciudad de Rímini. Cuenta con un equipo permanente de siete personas, mientras que su organización se basa en el trabajo de dos mil voluntarios.

La finalidad de Comunión y Liberación es la educación cristiana madura de sus propios seguidores y la colaboración con la misión de la Iglesia en todos los ámbitos de la sociedad contemporánea. Nació en Italia en 1954 cuando don Luigi Giussani dio vida en Milán a una iniciativa llamada «Gioventù Studentesca». El nombre Comunión y Liberación (CL) apareció por primera vez en 1969. En la actualidad, está presente en cerca de setenta países en todos los continentes.

El movimiento no prevé ninguna forma de inscripción, sino únicamente la libre participación de las personas. En el ámbito de Comunión y Liberación han surgido algunas formas de vida asociada, como la «Fraternidad de Comunión y Liberación», asociación laica de derecho pontificio reconocida 1982; la Asociación «Memores Domini», erigida canónicamente en 1981 y aprobada por la Santa Sede en 1988; la «Fraternidad de los misioneros de san Carlos Borromeo», que nace 1985 como asociación sacerdotal, reconocida en 1989 como Sociedad de Vida Apostólica por el cardenal vicario de Roma. Dentro del carisma promovido por don Luigi Giussani encuentra espacio también el «Instituto religioso de las Hermanas de la Caridad de la Asunción», erigido en 1993 por decreto pontificio.

Otra iniciativa de relieve surgida en el ámbito de Comunión y Liberación es «La Compañía de las Obras», una asociación sin ánimo de lucro constituida en 1986 gracias al impulso de jóvenes licenciados y adultos -pertenecientes unos a CL y otros no- con el objetivo de «promover el espíritu de mutua colaboración y asistencia para una mejor utilización de recursos y energías, para ayudar a la inserción de jóvenes y parados en el mundo del trabajo, en continuidad con la presencia social de los católicos a la luz de las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia». Cuenta en la actualidad con treinta mil empresas asociadas, cuya propiedad y gestión son independientes, que comparten los ideales cristianos propuestos por Mons. Giussani.

Diego Contreras

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